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Una Bomba Atómica cae en la Católica Nagasaki

Redacción (Lunes, 12-08-2019, Gaudium Press) El 9 de agosto es el día de un aniversario que nadie querría conmemorar.
El 9 de agosto, hace 74 años explotaba en Nagasaki la segunda bomba atómica lanzada sobre Japón, ya al final de la Segunda Guerra Mundial.

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Nagasaki una región de católicos

Nagasaki era la región donde se concentraba una gran parte de los católicos japoneses.

Nagasaki contaba con una rica historia de mártires cristianos durante el siglo XVI y XVII.

En el día del lanzamiento de la bomba, la pequeña comunidad católica japonesa en Nagasaki perdió dos tercios de sus miembros.

Un cambio de blanco

Después de la destrucción de Hiroshima el día 6 de agosto de 1945, el próximo blanco debería ser Kokura, con la intención de forzar la rendición de Japón.

Sin embargo, se afirma que el cambio de clima hizo que Nagasaki fuese el blanco.

En esa época, en Nagasaki había 240 mil habitantes.

La bomba allí lanzada mató de inmediato cerca de 75 mil personas. Y en los días siguientes, murió aproximadamente el mismo número de personas por causa de heridas y enfermedades ocasionadas por la radiación.

La católica Nagasaki, en la historia

Desde el siglo XVI, Nagasaki fue importante centro de catolicismo en Japón, favorecido por misioneros jesuitas y franciscanos.

Entretanto, la persecución ocurrió casi de manera inmediata, según expresó en el 2007 el Cardenal Giacomo Biffi, en el libro de sus memorias.

El Cardenal cuenta que sufrió fuerte impacto con la noticia de las bombas en 1945.

Y recuerda la historia de ese país donde los católicos tanto sufrieron.

«Desde el siglo XVI surgió la primera comunidad católica sólida en Nagasaki (Japón)», recuerda.

«En Nagasaki el día 5 de febrero de 1597, treinta y seis mártires (seis misioneros franciscanos, tres jesuitas japoneses y veintiséis laicos) entregaron la vida por Cristo y el año 1862 fueron canonizados por Pío IX», destaca el Cardenal.

Entretanto, «cuando retomaron la persecución en 1637, fueron asesinados cerca de treinta y cinco mil cristianos. Después, la pequeña comunidad comenzó a reunirse en las catacumbas, separada del resto de la catolicidad y sin sacerdotes; pero no fue extinguida», recuerda el purpurado.

Nuestro corazón es semejante al suyo…

Continúan las memorias del Cardenal:

En 1865 «el P. Petitjean descubrió esta ‘Iglesia clandestina’, que se manifestó después de comprobar que él vivía el celibato, que era devoto de María y obedecía al Papa de Roma; y siendo así la vida sacramental fue retomada regularmente».

Aquellos reminiscentes de los primeros mártires católicos reconocieron en el P. Petitjean un corazón semejante al de ellos.

Casi veinte años después, en 1889 «fue proclamada la plena libertad religiosa en Japón, y todo reflorece. El día 15 de junio de 1891 fue creada canónicamente la diócesis de Nagasaki, la cual en 1927 acogió a Mons. Hayasaka, primer obispo japonés, consagrado personalmente por Pío IX. De Schmidlin debemos saber que en 1929 de los 94.096 católicos japoneses, cerca de 63.698 son de Nagasaki», recuerda el Purpurado.

Eran 63 mil, 16 años antes de la Bomba

Dieciséis años antes de la explosión atómica, vivían en Nagasaki más de 63.000 fieles. De esta forma, luego después de este breve resumen del catolicismo en esta ciudad, el Cardenal escribió:

«Vamos a suponer que las bombas atómicas no hubiesen sido lanzadas al azar. Esa pregunta se torna inevitable: ¿por qué fue escogida para la segunda bomba, entre todas, precisamente la ciudad de Japón donde el catolicismo, además de tener la historia más gloriosa, estaba más difundido y afirmado?». (JSG)

 

 

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