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"En la fiesta del Corpus Christi, Jesús quiere entrar en nuestros corazones", dice el arzobispo de Florianópolis, Brasil

Florianópolis (Jueves, 27-05-2010, Gaudium Press) Con la proximidad del feriado religioso de Corpus Christi, que será celebrado el día 3 de junio, Mons. Murilo Krieger, arzobispo metropolitano de la arquidiócesis de Florianópolis, estado de Santa Catarina, Brasil, hace una breve reflexión sobre la importancia de la festividad. Titulado «Es Cristo que pasa», el artículo sobre la institución de la eucaristía fue escrito especialmente para los lectores de Gaudium Press.

El prelado inicia el texto recordando que cuando se aproximaba el día de los panes sin fermento, tradicional fiesta judaica donde se inmolaba el cordero pascual, Jesús dijo a Pedro y Juan: «Id y preparad la cena de la Pascua». Deseando datos más concretos sobre esta celebración, Jesús los mandó entrar a la ciudad, asegurándoles que allá otras personas les darían informaciones más precisas, subraya el arzobispo.

«Entrar a la ciudad. Quien entra en nuestras ciudades, este próximo día 3 de junio, solemnidad de Corpus Christi, es Jesús. Recorrerá nuestras calles, será aclamado y adorado, en una celebración marcada por la fe. Más que entrar a Florianópolis, San Pablo o Río de Janeiro, en Roma, Tokio o el Cairo, lo que él quiere realmente es entrar en nuestras casas, participar de la vida de nuestras familias y entrar en nuestros corazones», dice.

Según Mons. Murilo, ésta es la razón de ser de las alfombras, cantos y oración de este día; éste es el motivo de la Procesión de Corpus Christi. Él además resalta que en cada una de nuestras ciudades, Jesús quiere comer la Pascua con sus discípulos – y nosotros somos esos discípulos. «Comer la Pascua es hacer una experiencia de fraternidad. Nuestras ciudades deben ser un lugar de solidaridad y compartir. Donde está presente el amor de Cristo, no hay lugar para el odio, la injusticia y la opresión», afirma.

Otra cuestión abordada por el prelado es que, entrando en nuestra familia, Jesús nos enseña que su gesto de comunión es posible porque nos perdona. Él resalta que no hay unión, no hay comunión sin perdón, pues sin perdón no hay alianza. «Jesús viene, pues, a enseñarnos a perdonar: perdonar al esposo, la esposa y el hijo; el vecino, el compañero de trabajo y el colega de escuela».

Para el arzobispo, al entrar en nuestro corazón, el Señor viene a proponernos una alianza, ofreciéndose a nosotros, ofreciendo su amistad, sus dones, sus sacramentos y su Iglesia. ¿Y qué nos pide? , pregunta Mons. Murilo. «Nos pide fidelidad al bautismo, coherencia de vida, entusiasmo por su persona y dinamismo misionero», responde.

De acuerdo con el obispo, acogiendo a Jesús en nuestra ciudad en este día de Corpus Christi, participamos de una fiesta que tiene una larga historia, aprobada por el obispo de Liége, Francia, Mons. Roberto de Thourotte, en 1246. Él nos recuerda que en el siglo XIII, una religiosa belga, Hermana Juliana de Mont-Cornillon, se tornó una gran promotora de la devoción a Jesús, presente en la eucaristía, y deseaba una fecha especial para celebrar esta presencia.

Fue entonces, que Mons. Roberto, al ser electo Papa Urbano IV, años después, estableció que cada año, el jueves después de la Fiesta de la Santísima Trinidad, en el todo mundo se celebraría una solemne fiesta en honor al Sacramento del Cuerpo y Sangre del Señor. En latín Corpus Christi, que quiere decir Cuerpo de Cristo.

«Corpus Christi es, pues, la celebración de la presencia de Jesucristo en su Iglesia, en el sacramento de la Eucaristía, bajo las apariencias del pan y el vino. Además de ofrecerse al Padre por la humanidad, se ofrece a todos como alimento de vida, garantizándonos que quien coma de este pan vivirá eternamente; el pan, que yo he de dar, es mi carne para la salvación del mundo (Jn 6,51-52)», concluye Mons. Murilo.

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