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La familia: Formadora en los valores humanos y cristianos

Redacción (Jueves, 13-01-2011, Gaudium Press) Uno de los principales desafíos que la familia cristiana enfrenta es el de formar la consciencia moral de los hijos, en una época en la cual los valores morales van siendo diluidos. Esto torna mucho más importante que nunca que los hijos sean educados en el amor a la verdad objetiva – basada en la naturaleza humana y en la ley revelada -, la justicia, la caridad y la pureza de cuerpo y alma.

Difícilmente los más jóvenes sabrán resistir a la ola hedonista y relativista sin el aprendizaje en familia, el ejemplo y el apoyo de los padres. Urge, por tanto, recolocar la familia en su debido contexto, como lugar principal y privilegiado de formación y educación, transmisora de virtudes y valores.

La Exhortación Apostólica Familiaris Consortio hace referencia a la enseñanza de Santo Tomás de Aquino, para resaltar la alta misión de los padres a este propósito. «El deber educativo recibe del sacramento del matrimonio la dignidad y la vocación de ser un verdadero y propio ‘ministerio’ de la Iglesia al servicio de la edificación de sus miembros. Tal es la grandeza y el esplendor del ministerio educativo de los padres cristianos, que Santo Tomás no duda en compararlo al ministerio de los sacerdotes:

Algunos propagan y conservan la vida espiritual con un ministerio únicamente espiritual: es la tarea del Sacramento del Orden; otros lo hacen en relación a la vida corporal y espiritual lo que se realiza con el Sacramento del matrimonio, que une el hombre y la mujer para que tengan descendencia y la eduquen para el culto de Dios. [1]

familias.jpgEs en el hogar, y solamente allí, que se pueden desarrollar «algunos valores fundamentales que son imprescindibles para formar ciudadanos libres, honestos y responsables, por ejemplo, la verdad, la justicia, la solidaridad, la ayuda al débil, el amor a los otros por sí mismos, la tolerancia, etc.».

De poco servirá que los gobiernos se preocupen en desarrollar la enseñanza, dotar las escuelas de equipamientos sofisticados y caros e invertir en la formación de profesores, sin antes buscar fortalecer la institución de la familia. Difícil será, sin la ayuda de ella, combatir la criminalidad, la corrupción y tantos otros males.

La superación de todos los problemas de la sociedad moderna -sea a nivel psicológico, sea en el social o político- está condicionada, como vimos, a la revitalización de su célula básica: la familia.

Sin embargo, todos los esfuerzos y las iniciativas humanas por hacer reflorecer esta institución serán insuficientes sin que las bendiciones y la Gracia de Dios se posen sobre ella.

Solo con la ayuda de gracias íntimamente ligadas al Sacramento del Matrimonio, la familia podrá cumplir su importante misión en esta Tierra y preparar para el Cielo las almas de aquellos que la componen.

Así lo recordó el Papa Benedicto XVI en la clausura del V Encuentro Mundial de las Familias, celebrado en Valencia, España: «La familia cristiana -padre, madre, hijos- está llamada a cumplir los objetivos señalados no como algo impuesto de afuera, sino como un don de la gracia del Sacramento del matrimonio infundida en los esposos. Si ellos permanecen abiertos al Espíritu y piden su ayuda, Él no dejará de comunicarles el amor de Dios Padre manifestado y encarnado en Cristo. La presencia del Espíritu ayudará a los esposos a no perder de vista la fuente y medida de su amor y entrega, y a colaborar con Él para reflejarlo y encarnar en todas las dimensiones de su vida. De esta forma, el Espíritu suscitará en ellos el anhelo del encuentro definitivo con Cristo en la casa de su Padre y nuestro Padre». [2]

Por el P. Mariano Antonio Legeren, EP
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1 Juan Pablo II, Exortación Apostólica Familiaris Consortio, n. 38.
2 Benedicto XVI, Homilía por ocasión del V Encuentro Mundial de las Famílias, 9/7/2006.

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