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A la Penitenciaria romana de Rebibbia Benedicto XVI llevó palabras de consuelo

Roma (Lunes, 19-12-2011, Gaudium Press) La Penitenciaria Nuevo Complejo de Rebibbia es una de las prisiones romanas, la ‘vieja parte’ ya entró a la historia cuando Juan Pablo II allí estuvo en 1983 para perdonar a Ali Agca. Ayer de mañana, en Roma, el Santo Padre dejó el Vaticano para hacer una visita a los detenidos, para llevarles palabras de consuelo, apoyo y de seguridad de que «Dios os ama con un amor infinito» y para decirles que «son siempre hijos de Dios». El primer Pontífice en visitar la prisión fue Juan XXIII el día 26 de diciembre de 1958 cuando fue a la penitenciaria romana de «Regina Coeli». El gesto de proximidad cristiana y pastoral fue repetido por los Papas sucesivos: Pablo VI, Juan Pablo II y hoy Benedicto XVI.

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El Papa saludo a uno de los internos

La realidad de las prisiones italianas es mala, prisiones llenas y la ley que no consigue responder de modo proporcional a la situación. El Nuevo Complejo de Rebibbia es uno de los dramáticos ejemplos, donde los detenidos son en cantidad mayor de lo previsto y de lo que es posible contener. En la visita del Papa este problema fue escuchado por las palabras de todos: de la ministra de Justicia italiana Paola Severino; de los detenidos, pero principalmente del Santo Padre que, después del discurso, a una de las preguntas respondió de modo personal y afectuoso diciendo que conoce bien la realidad gracias a su familia pontificia:

Palabras afectuosas del Papa

«Hay también otros que hablan bien de ustedes y piensan en ustedes. Yo pienso en mi pequeña familia papal, tengo a mi alrededor 4 monjas laicas que hablan mucho de este problema; ellas tienen amigos en diversas penitenciarias, recibimos también regalos de ellas y de nuestra parte damos nuestro obsequio, por tanto esta realidad es de manera muy positiva presente en mi familia y pienso en muchas otras. Tenemos que soportar algunos que hablan de manera agresiva, hablan de manera agresiva también contra el Papa e incluso así seguimos adelante. Me parece importante alentar a todos los que piensan bien, que tengan el sentido de sus sufrimientos, tengan el sentido de ayudar en el proceso de re-erguimiento y digamos que yo haré de todo para invitar a todos a pensar de este modo justo, no de modo despreciativo, sino de un modo humano, pensando que cada uno puede caer, pero Dios quiere que todos lleguen hasta Él».

Un aplauso de 10 minutos de pie

Fue una visita muy emotiva y conmovedora, tanto para los detenidos como para los funcionarios de la penitenciaria, y para cada uno que vio en vivo, pero también para Benedicto XVI. Las personas sobre las cuales generalmente se piensa de modo «feroz», como observó uno de los presos, ofrecieron al Papa una calurosa recepción con un aplauso de cerca de 10 minutos de pie. Se sentía el respeto, acogimiento y conmoción. Tantas manos levantadas en dirección al Santo Padre para un simple gesto de saludo y de besa mano en respeto a su persona. Benedicto XVI, sonriente y tranquilo se dejaba tocar y saludar, hasta inclusive la seguridad que generalmente reacciona de manera más severa, esta vez estaba más comprensiva. El Papa se refirió a todos los presos como a todos los fieles: «queridos amigos». Él fue con «gran alegría y conmoción» para hablar de justicia y misericordia divina y para asegurar que sigue la situación de los detenidos aunque no se hable tanto sobre este problema.

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El Papa a su llegada al penal

Las palabras del Evangelio de Mateo «Estaba en la prisión y vinisteis a mí» (Mt 25,36), fueron el motivo y el centro de su visita a la prisión. Donde quiera que haya un hambriento, un extranjero, un enfermo, un prisionero, allí está el propio Cristo, que espera nuestra visita y nuestro auxilio. Es esa la razón principal que me deja feliz por estar aquí, para rezar, dialogar y escuchar. La Iglesia siempre incluyó, entre las obras de misericordia corporal, la visita a los prisioneros», explicó el Santo Padre.

La justicia humana y la justicia divina

En su discurso antes de responder a las preguntas, el Papa afirmó que «la justicia humana y aquella divina son muy distintas», y «los hombres no son capaces de aplicar la justicia divina, pero deben, al menos, mirar hacia ella», porque «Dios, de hecho, es Aquel que proclama la justicia con fuerza, pero que, al mismo tiempo, cura las heridas con el bálsamo de la misericordia». Para Él, la justicia y la misericordia, la justicia y la caridad son los valores que coinciden. «¡Cómo es distante la lógica de Dios de la nuestra! ¡Y cómo es diferente del nuestro su modo de actuar!». «¡La vida humana pertenece a Dios solamente -continuó- que nos la dio, y no está abandonada a merced de nadie, ni incluso a nuestro libre arbitrio! Nosotros somos llamados a proteger la perla preciosa de nuestra vida y la de los otros».

Pero Benedicto XVI no fue solamente a consolar a los detenidos, se sintió obligado también a renovar el apelo ya lanzado en varias ocasiones, así como en la última exhortación apostólica «Africae munus» a las autoridades responsables para mejorar la situación en las prisiones. «Sé que la superpoblación y la degradación de las cárceles -dijo- pueden tornar todavía más amarga la detención: me llegan varias cartas de prisioneros que subrayan estos aspectos. Es importante que las instituciones promuevan un atento análisis de la situación carcelaria hoy, verifiquen las estructuras, los medios, los funcionarios, de modo que los prisioneros no reciban nunca una «doble pena». El Pontífice pidió que el desarrollo del sistema carcelario «sea cada vez más adecuado a las exigencias de la persona humana, con el recurso también de las penas no privativas de libertad o de modalidades diferentes de detención».

Después del discurso del Santo Padre ocurrió la parte más emocionante de la visita -el diálogo del Santo Padre con algunos detenidos- hombres y mujeres, italianos y extranjeros. «Yo vine principalmente -afirmó el Pontífice después de la primera pregunta- para mostrarles esta proximidad mía personal e íntima, en la comunión con Cristo que les ama, como dijo. Pero ciertamente esta visita, que quiere ser personal para ustedes, es también un gesto público que recuerda a nuestros conciudadanos, a nuestro gobierno el hecho de que hay grandes problemas y dificultades en las prisiones italianas».

Con gran afecto el Papa respondió a seis preguntas. De nuevo se habló sobre las pésimas condiciones de las prisiones, sobre el sentido del perdón y la conversión del pecado, pero también hubo momentos más personales. Uno de los presos mostró la foto de su hija y pidió la bendición del Papa. Fue un momento de consuelo y de fuertísima emoción, donde no faltaron lágrimas de conmoción.

La «Oración atrás de las rejas»

El encuentro concluyó con una emotiva «Oración atrás de las rejas» escrita por Stefano, uno de los presos. «Tú no te olvidaste de mí – rezaba el detenido – aunque yo viva frecuentemente distante de la luz de su rostro. Haz que yo sienta que estás cerca, a pesar de todo, a pesar de mi pecado, sea el mismo grande o pequeño, secreto o público. Dame la paz interior, aquella que solo tú sabes dar. Dame la fuerza de ser verdadero; arrancas de mi rostro las máscaras que oscurecen la consciencia de que yo valgo alguna cosa solamente porque soy tu hijo. Perdonas mis culpas y dame también la posibilidad de hacer el bien».

Al salir el Papa se hizo tocar y saludar nuevamente por muchos detenidos que no habían podido hacerlo antes, ofreció sus dos manos, siempre sonriente y cordial. Los presos ofrecieron un largo aplauso y cantaron himnos navideños. La Iglesia del Padre Nuestro estaba llena para la visita, pero pudo contener solamente 300 personas; otras quedaron mirando desde las barreras mientras el Papa salía lentamente en su auto negro; otros detenidos tuvieron que asistir en vivo desde las propias celdas. Alegría, silencio y lágrimas – estas tres palabras pueden ser la definición de la respuesta de los detenidos a las palabras del Papa. Fue bienvenido y escuchó y respondió a eso con su gran sensibilidad y cordialidad.

No fue la primera vez que Benedicto XVI fue a una prisión. El 18 de marzo de 2007 visitó un presidio para menores, después, el 7 de septiembre de 2008, en su visita a Cagliari hizo una parada en la penitenciaría de Buoncammino, y el año pasado, en el verano, en julio, visitó la prisión de Sulmona.

Gaudium Press / Anna Artymiak

 

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