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La Navidad de la familia Ratzinger

Ciudad del Vaticano (Martes, 20-12-2011, Gaudium Press) De aquí a pocos días todas las familias del mundo festejarán la Navidad. También aquellas que viven en el Vaticano. Sobre la Navidad en el Palacio Apostólico no se habla mucho, cuáles tradiciones bávaras conserva Benedicto XVI. Se habla en los diarios alemanes sobre algunas recetas para los dulces navideños preferidos. Mons. Georg Ratzinger recientemente, en el libro entrevista «Mi hermano, el Papa», reveló que su hermano pontífice guarda un pesebre muy viejo, realizado por los hermanos Ratzinger en los tiempos de la juventud en Tittmoning. Un precioso recuerdo familiar decora la sala de cena del Palacio Apostólico donde el Pontífice hace sus refecciones todos los días con su familia papal, dos secretarios: Mons. Georg Gaenswein y Mons. Alfred Xuereb, y cuatro Memores Domini, mujeres laicas consagradas italianas.

La familia Ratzinger, como una típica familia bávara de la época, era muy religiosa y devota a Nuestra Señora. «De hecho, tengo que decir que la Navidad en nuestra familia tenía una importancia muy grande», resalta el hermano del Papa. «Las preparaciones comenzaban prácticamente con el primer domingo de Adviento». Una particular práctica religiosa conservada por los Ratzinger eran las misas marianas, «Roratemessen», celebradas a las 6:00 de la mañana con paramentos blancos. «Cuando íbamos a la escuela -continúa Mons. Georg- íbamos siempre a estas misas antes del inicio de las clases. Afuera todavía estaba muy oscuro y con frecuencia los hombres temblaban porque hacía mucho frío. Pero el esplendor caliente de las casas de Dios los recompensaba por levantarse tan temprano y para una caminata por la nieve y el hielo. La iglesia oscura era iluminada por las velas y las «Wachsstöckl» (una especie de vela decorada, típica bávara), que muchas veces eran llevadas por los fieles y que no daban solamente luz, sino también calor. Después volvíamos a casa para el desayuno y luego íbamos a la escuela».

En la Italia de hoy los pesebres y árboles de Navidad ya brillan a partir del 8 de diciembre, desde la fiesta de la Inmaculada. Pero en los tiempos de la infancia y la juventud de Ratzinger, el pesebre con el árbol eran decorados el día 24 de diciembre en el día de la víspera de Navidad. «En la mañana del 24 habíamos comenzado a montar el pesebre de la familia -cuenta en el libro monseñor-. Todos los años nos entusiasmábamos para hacerlo aún más bello. En 1929 nos mudamos a Tittmoning que se situaba a las márgenes del río Salzach y allí buscábamos piedras volcánicas que recogíamos. Eran muy diferentes entre ellas, algunas tenían agujeros, otras, pliegues, otras tenían bordes muy puntiagudos y con ellas se podía decorar muy bien el pesebre. Entonces llevamos a casa una cesta entera de estas piedras y con ellas construimos maravillosos paisajes con colinas. Mi hermano tiene todavía hoy este pequeño pesebre de familia con las piedras volcánicas de Tittmoning y que en la Navidad es colocado en la sala de cena del Palacio Apostólico».

«Por la tarde -continúa sus recuerdos el hermano del Papa- mamá nos decía que teníamos que ir a hacer un paseo. Con frecuencia había nieve profunda e íbamos con el trineo, mientras mamá decoraba el árbol navideño. Al final de la tarde volvíamos y recitábamos el rosario. Esto se acostumbraba hacer en nuestra familia, frecuentemente todos los días, pero por lo menos el sábado. Nos colocábamos de rodillas con una silla delante de nosotros donde apoyábamos los brazos y uno de nosotros, en la mayor parte de las veces papá, nos guiaba en la oración».

Al norte de Europa es muy fuerte la tradición de la cena de la víspera de Navidad que prepara para el día de Navidad. En la familia Ratzinger se iniciaba en la noche cuando «se escuchaba la campana de la sala de enfrente. Allí estaba el árbol de Navidad, un pequeño pino, con los regalos sobre la mesa del lado. Aquello que nosotros veíamos, el esplendor de las velas siempre nos impresionó profundamente. Nosotros usábamos velas verdaderas de cera que exhalaban un perfume maravilloso. El árbol era decorado con pelotas de vidrio, cabellos de ángel (hilos muy finos dorados) y láminas, después con estrellas, corazones y cometas que mamá había cortado. Después papá hacía la lectura de Navidad del Evangelio según Lucas y cantábamos cantos navideños como «Stille Nacht», «Oh du fröhliche» y «Ihr kinderlein kommet». Una vez en 1936, cuando ya frecuentábamos la enseñanza media, escribí una composición para la Navidad que después tocamos en tres, mi hermana en el Harmonium, mi hermano en el piano y yo en el violín. Mamá quedó muy conmovida y también papá se impresionó mucho, aunque fuese un tipo diferente. Después, todos los años escribí alguna cosa para la Navidad».

Un momento particular para nosotros fue siempre la «Bescherung» (intercambio de regalos), un momento que concluía la cena. Mientras en la familia Ratzinger era siempre un poco antes de las otras familias «porque éramos impacientes», cuenta con humor Mons. Ratzinger. «Era siempre una cosa maravillosa, como en una fábula. Ciertamente no eran regalos exagerados, especialmente cosas que nos servían, como ropas, medias que mi mamá había hecho, sombreros y otras cosas que estaban faltando. Para cada uno había un plato de galletitas, ciruelas secas, peras y pan de fruta, cosas maravillosas, todavía hoy nos acordamos con alegría. Naturalmente cada uno podía decir sus propios deseos. Cuando éramos pequeños mi hermano Joseph recibió animales de tejido, un osito, una vez un caballo, otra vez un pato y un cachorro. Amaba los animales, por eso nuestros padres le daban siempre animaciones, pero el Niño Jesús le trajo también un trencito una vez».

«Por último -concluye sus recuerdos el hermano del Papa- servían un ‘Punsch’ a nosotros niños, no muy fuerte claro, (bebida navideña con jugo de naranja, vino tinto, azúcar, clavo, canela…). Después nos mandaban a la cama. Cuando éramos mayores nos levantábamos a las 23:00 horas e íbamos a la misa de la medianoche. Después, en la mañana del primer día de Navidad había el desayuno festivo con «Christstollen» (típico dulce alemán de Navidad) y café que a mi padre tanto le gustaba. A las 14:00 horas íbamos de nuevo a la iglesia para las vísperas, donde cantaba también el coro».

«Mi hermano, el Papa» es un libro-entrevista del diario alemán Michael Hesemann, cuyo original es en alemán.

 

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