jueves, 18 de abril de 2024
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En Bendición Urbe et Orbi, el Papa dice que reconocer que precisamos de ayuda es el primer paso para la salvación

Ciudad del Vaticano (Lunes, 26-12-2011, Gaudium Press) Millares de fieles -de Roma y de otros países- comparecieron en la tarde de ayer, 25 de diciembre, en la Plaza San Pedro, en el Vaticano, para escuchar el tradicional mensaje navideño del Santo Padre y recibir la Bendición Urbi et Orbi.

«¡Cristo nació para nosotros! Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de su agrado: a todos llegue el eco de este anuncio de Belén, que la Iglesia Católica hace resonar por todos los continentes, sin mirar las fronteras nacionales, lingüísticas y culturales. El Hijo de María Virgen nació para todos; es el Salvador de todos», dijo el Papa inicialmente.

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Millares de fieles -de Roma y de otros países- comparecieron en la tarde del 25 de diciembre en la Plaza San Pedro

Recordando una antigua antífona litúrgica en la cual Jesús es invocado como Emanuel, rey y legislador, esperanza y salvación de los pueblos, el Pontífice expresó: «Venid a salvarnos, Señor Nuestro Dios». Conforme Benedicto XVI, tal grito es el «grito del hombre de todo y cualquier tiempo, que, solo, se siente incapaz de superar dificultades y peligros. Precisa de colocar su mano en una mano mayor y más fuerte, una mano de lo Alto que se extienda hacia él».

Y, conforme el Pontífice, esta mano más fuerte es Jesús. Él es la mano que Dios extendió a la humanidad, para hacerla salir de las arenas movedizas del pecado y dejarla de pie sobre la roca, la roca firme de su Verdad y su Amor (cf. Sal 40, 3)», destacó el Santo Padre, que también explicó que el nombre de Jesús quiere decir Salvador. «Él fue enviado por Dios Padre para salvarnos, sobre todo del mal más profundo que está radicado en el hombre y la historia», dijo.

Mal, que según el Pontífice, es la separación de Dios, «el orgullo presuntuoso del hombre de hacer como le apetece, de competir con Dios y substituirse a Él, de decidir lo que es bien y lo que es mal, de ser el señor de la vida y de la muerte (cf. Gn 3, 1-7). Éste es el gran mal, el gran pecado, del cual nosotros, hombres, no nos podemos salvar sino confiándonos a la ayuda de Dios, sino gritando por Él: ¡Veni ad salvadum nos – Venid a salvarnos!».

Conforme el Papa, el hecho de gritar a Dios pidiendo su ayuda, ya demuestra que merecemos ser salvados y que vamos a ser salvados. «Dios es el Salvador, nosotros aquellos que se encuentran en peligro. Él es el médico, nosotros los enfermos. El hecho de reconocer esto es el primer paso para la salvación, para la salida del laberinto donde nosotros mismos, con nuestro orgullo, nos encerramos, destacó. «Y Jesucristo es la prueba de que Dios escuchó nuestro grito», complementó.

El Papa explicó entonces que la respuesta dada por Dios, en Cristo, al grito del hombre, superó y supera infinitamente las expectativas del hombre, pues llega a una solidaridad que es simplemente humana, pero divina. «Solo el Dios que es amor y el amor que es Dios podía escoger salvarnos a través de este camino, que es ciertamente el más largo, pero es aquel que respeta la verdad de Él y nuestra: el camino de la reconciliación, el diálogo y la colaboración».

Apelo a los más necesitados

Al final de su mensaje, el Papa Benedicto XVI pidió a todos los fieles unirse espiritualmente a aquellos que vienen atravesando situaciones particularmente difíciles.

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El Papa Benedicto XVI pidió a todos los fieles unirse espiritualmente a aquellos que vienen atravesando situaciones particularmente difíciles

En este sentido, invocó auxilio divino para las poblaciones del Noreste de África, «que padecen hambre por causa de las penurias, a veces todavía agravadas por un estado persistente de inseguridad» y también pidió al Señor que consuele a las poblaciones del Sudeste asiático, particularmente de Tailandia y Filipinas, «que se encuentran en graves situaciones de emergencias debido a las recientes inundaciones».

El Santo Padre también pidió paz y estabilidad a la Tierra donde Jesús «escogió venir al mundo», alentando retomar el diálogo entre israelíes y palestinos; clamó para que la violencia en Siria cese; y para que haya plena reconciliación y estabilidad en Irak, en Afganistán. Myanmar, así como los países del Norte de África, de Oriente Medio, y Sudán del Sur también fueron contemplados en las oraciones del Santo Padre.

Felicitaciones navideñas y Bendición Urbe et Orbi

Después de su mensaje de Navidad, el Pontífice dirigió, en 65 lenguas, las felicitaciones navideñas. En lengua portuguesa, dijo: «Feliz Natal para todos! O Nascimento do menino Jesus ilumine de alegria e paz vossos lares e Nações!». El Santo Padre concluyó la ceremonia concediendo la Bendición Urbi et Orbi.

Con información de la Conferencia Nacional de Obispos del Brasil (CNBB).

 

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