viernes, 19 de abril de 2024
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Ayer el período romano del Cardenal Ratzinger cumple 30 años

Ciudad del Vaticano (Jueves, 16-02-2012, Gaudium Press) Hace treinta años, el día 15 de febrero de 1982, era publicada la noticia que Juan Pablo II, satisfaciendo un deseo del cardenal Joseph Ratzinger, lo exoneraba del gobierno pastoral de la diócesis de Munich y Frisinga. Es lo que escribió ayer en el Osservatore Romano el director, Gian Maria Vian. Treinta años después, como pontífice, Ratzinger pasó ayer un día pleno de compromisos. Comienza con la audiencia general seguida de la audiencia privada a la delegación británica por ocasión de los 30 años de relaciones entre el Reino Unido y la Santa Sede. Por la tarde Benedicto XVI visitó el Seminario Romano Mayor.

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«Pontífice de paz que quiere reaviviar la llama de la primacía de Dios», dice de Benedicto XVI el director de L’Osservatore Romano

El joven arzobispo de Munich y Frisinga fue nombrado el día 25 de noviembre del año anterior como prefecto del primer dicasterio de la Curia Romana, la Congregación para la Doctrina de la Fe. Su primera y más larga pausa ocurrió en 1962 cuando se tornó en el Concilio Vaticano II consultor teológico del cardenal Joseph Frings. En 1977 fue creado cardenal por Pablo VI en su último consistorio. Al año siguiente, en el conclave «conoció personalmente al metropolitano de Cracovia, el cardenal Karol Wojtyla, y en el segundo conclave contribuyó a su elección, convencido – como escribió en 2004 – que era «el Papa para la hora presente»», recuerda el Prof. Vian.

El Papa Juan Pablo II invitó por primera vez al joven teólogo alemán a colaborar con él en Roma ya en 1979, como prefecto en la Congregación para la Educación Católica. Pero Ratzinger se opone, no queriendo dejar la arquidiócesis apenas dos años después de su nombramiento. En 1981 el Pontífice insiste y lo nombra Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. A partir de febrero de 1982 la vida romana de Ratzinger inicia para siempre en Roma. Las calles estrechas del barrio se tornan su «pequeña aldea» como dicen los romanos. En Borgo Pio, su calle preferida, está la panadería que hace un siglo proporciona el pan a los pontífices y donde el cardenal, vestido de manera simple, compraba el pan todas las mañanas. Allí también se encuentra uno de sus restaurantes preferidos y la tienda de material eléctrico cuyo propietario iba personalmente a reparar las cosas en el departamento del purpurado. Su departamento como prefecto, estaba en un edificio en la Piazza Leonina. De allí, todas las mañanas, pasaba por la Plaza San Pedro para ir a la Congregación para la Doctrina de la Fe.

En su artículo el profesor Vian agrega: «Hoy, hace treinta años del inicio del período romano de este manso pastor que no huye delante de los lobos, es nítido el perfil de la madurez de un pontificado que pasará para la historia, disolviendo como humo estereotipos difíciles de morir y combatiendo comportamientos irresponsables e indignos. Estos acaban por mezclarse a clamores de los medios de comunicación, inevitables y ciertamente no desinteresados, pero que es necesario saber aprovechar la ocasión para la purificación de la Iglesia».

«Pontífice de paz – continúa – que quiere reavivar la llama de la primacía de Dios, Benedicto XVI es perfectamente coherente con su historia. Una historia marcada por una mirada amplia que en los treinta años en Roma siempre intentó obtener una respiración mundial y fue caracterizada por una obra de innovación y purificación perseguida con coraje, tenacidad y paciencia, en la consciencia de que durante la noche en el campo el enemigo siembra la cizaña. Por eso el Papa indica incansablemente la necesidad de la renovación continua (ecclesia semper reformanda), recordando que la Santidad de la Iglesia no será ofuscada si, al escuchar la verdad, permanece próxima al único Señor».

 

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