viernes, 29 de marzo de 2024
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La obediencia a Dios es el camino de la verdadera renovación de la Iglesia, dice el Papa en la Misa Crismal

Ciudad del Vaticano (Jueves, 05-04-2012, Gaudium Press) Esta mañana, con una gran presencia de sacerdotes, 1.600, religiosos y diocesanos residentes en Roma, el Papa presidió la Misa Crismal reafirmando el significado de algunos elementos de la administración sacerdotal: La obediencia y el celo en el ministerio de los sacerdotes. La liturgia de la Misa Crismal del Jueves Santo se celebra sólo en las iglesias catedrales de las diócesis, con el obispo concelebrando con su clero. Ella tiene dos momentos particulares: la renovación de las promesas sacerdotales y la bendición de los óleos de los catecúmenos y los enfermos y la consagración del crisma utilizado más adelante en los sacramentos del Bautismo, Confirmación, Unción de los enfermos y en el Orden sacerdotal. Con ocasión de la renovación de las promesas sacerdotales, el Santo Padre en su homilía reflexionó sobre el significado de la «configuración con Cristo.»

La configuración con Cristo requiere de un sacerdote «una superación de nosotros mismos, una renuncia a aquello que es solamente nuestro, a la tan llamada auto-realización» delante de Dios y de los hombres. Jesucristo, que «no domina, sino que sirve; no toma, sino da» es ejemplo para los sacerdotes de hoy de «cómo se debe realizar en la situación a menudo dramática de la Iglesia de hoy», señaló Benedicto XVI en el comienzo de la homilía.

La desobediencia no es forma de renovar la Iglesia

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Foto: Infocatolica

En la reflexión sobre la configuración con Cristo, el Santo Padre partió del tema de la obediencia preguntando si la «desobediencia es una forma de renovar la Iglesia». Obediencia que encuentra dificultades recientemente en Europa por parte de algunos sectores del clero. A finales del año pasado un grupo de sacerdotes lideró una iniciativa en Austria de una llamada a la desobediencia al Magisterio de la Iglesia, que incluye la ordenación de las mujeres. Al respecto, el Papa recordó que «a propósito de la cual el beato Papa Juan Pablo II declaró de manera irrevocable que la Iglesia no recibió del Señor, ninguna autorización para hacerlo».

Cristo, cuya memoria de la pasión, muerte y resurrección la Iglesia católica vivirá profundamente en estos días, corrigió las tradiciones humanas «para volver a despertar la obediencia a la verdadera voluntad de Dios, a su palabra siempre válida». En este contexto, el Papa preguntó si la reciente iniciativa es «el presupuesto de una verdadera renovación, o sólo el impulso desesperado de hacer algo para cambiar la Iglesia de acuerdo a nuestros deseos y nuestras ideas.»

«Él era el Hijo -continuó el Papa- con la autoridad y la responsabilidad singulares de revelar la verdadera voluntad de Dios, para abrir así el camino de la Palabra de Dios al mundo gentil. Y finalmente: Él concretizó su mandato con la propia obediencia y humildad hasta la Cruz, volviendo así creíble su misión. No se haga mi voluntad sino tu voluntad: esta es la palabra que revela el Hijo, su humildad junto a su divinidad, y nos muestra el camino».

Seguir la tradición de la Iglesia no significa «defender el inmovilismo» o «la rigidez de la tradición». El pontífice señaló que la historia de la época pos-conciliar puede ser «la dinámica de la verdadera renovación, que a menudo asumió formas inesperadas en movimientos llenos de vida y que torna casi tangible la inagotable vitalidad de la Santa Iglesia, la presencia y la acción eficaz del Espíritu Santo».

Así, la configuración con Cristo es el «presupuesto y la base de cualquier renovación». Como ejemplos y modelos, el Papa ofreció al clero presente los sacerdotes santos de todos los tiempos: «de Policarpo de Esmirna e Ignacio de Antioquía, pasando por pastores de la talla de Ambrosio, Agustín y Gregorio Magno, hasta Ignacio de Loyola, Carlos Borromeo, Juan María Vianney, hasta los sacerdotes mártires del siglo XX, y, en fin, hasta el Papa Juan Pablo II que, en la acción y en el sufrimiento, nos fue ejemplo de la configuración con Cristo como ‘don y misterio’ «.

Su ejemplo indica «cómo funciona la renovación y cómo podemos ponernos a su servicio» y que «Dios no mira los grandes números y los sucesos externos, sino que lleva en cuenta sus victorias en el humilde signo del grano de mostaza».

El Papa recordó también la necesidad de curar no sólo los cuerpos de las personas a través de justas iniciativas caritativas dirigidas a los hambrientos, los enfermos, las personas sin hogar, sino también «el alma del hombre: las personas que sufren la violación de la ley o por un amor destruido, las personas que están en la oscuridad en busca de la verdad, que sufren por la falta de verdad y el amor».

Esta noche la Iglesia Católica entra en el Triduo pascual, que recuerda los últimos momentos de la vida del Señor. El Santo Padre presidirá la Misa de la Cena del Señor en la Basílica de San Juan de Letrán.

Gaudium Press / Anna Artymiak

 

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