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Las Alegrías de la Santísima Virgen

Redacción (Viernes, 13-04-2012, Gaudium Press) Nuestra Señora de los Placeres es la Madre de Dios cuando invocada en asociación con ciertos eventos que a ella causaron especial alegría. Tal título que le fue atribuido tiene origen en una antigua práctica devocional franciscana, la Corona de las Alegrías (también llamada «rosario franciscano»), la cual dio origen a una conmemoración litúrgica móvil, celebrada en seguida a la Octava de la Pascua.

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Nuestra Señora de los Placeres o de las Alegrías

La Corona de las Alegrías de Nuestra Señora tiene su origen al inicio del siglo XV, cuando un piadoso joven fue admitido en la orden de los frailes menores (franciscanos). Poco tiempo después, se sintió él entristecido porque sus actividades como novicio no lo hacían disponer de más tiempo para preparar coronas de flores silvestres para ornar una bella imagen de la Virgen, hábito que tenía antes de ingresar al estado religioso y que siempre le causara especial alegría.

Cierta noche, sin embargo, cuando era atormentado por pensamientos que lo hacían considerar la posibilidad de abandonar la orden que lo acogiera, la propia Madre de Dios le apareció, alentándolo a perseverar en el estado religioso, ocasión en que lo instruyó a meditar sobre siete ocasiones en que ella experimentó especial alegría. En vez de ser ornada con una trama de flores, éstas entonces serían sustituidas por una corona de oraciones. Las alegrías de la Santísima Virgen, por ella enseñadas al joven novicio, son las siguientes: la Anunciación del Ángel, la Visita a Santa Isabel, el Nacimiento de Jesús, la Adoración al Niño Jesús por los Magos, el Encuentro de Jesús en el Templo, la Resurrección de Jesús, y la Asunción al Cielo y Coronación de la Madre de Dios.

La meditación de esas alegrías de María es hecha mientras se rezan las siete decenas que componen la Corona (siendo cada decena compuesta de un Padre Nuestro, diez Ave-Marías y un Gloria. Por último se acostumbra rezar dos Ave-Marías más, para que el total de estas oraciones – 72 – exprese el número de años de vida terrenal de la Santísima Virgen, conforme una antiquísima tradición.

Luego otros frailes pasaron a rezar la Corona de las Alegrías de la Santísima Virgen, y la devoción se difundió por toda la orden franciscana, siendo oficialmente establecida en 1422. Esa práctica de piedad por fin llevó al establecimiento de la festividad litúrgica de Nuestra Señora de los Placeres, que en el antiguo calendario litúrgico franciscano era celebrada el lunes que se seguía a la Octava de Pascua. La elección de ese día no fue hecha sin motivo: siendo el Domingo de Pascua una importante solemnidad que se extiende por ocho días, el primer día que se sigue es entonces dedicado a conmemorar las alegrías de la Virgen, especialmente considerando una de ellas: la Resurrección de su Hijo. Según una tradición que remonta al siglo IV, Jesús, al resucitar, dio a María la alegría de ser la primera en verlo, y solo después lo hizo a las demás personas.

En el estado de Espíritu Santo, Brasil, la conmemoración de las alegrías de la Santísima Virgen continúa siendo hecha, en la fiesta litúrgica de Nuestra Señora de la Peña, patrona del estado. En el siglo XVI un laico franciscano español, Fray Pedro Palacios, se radicó en la incipiente capitanía, cuando pasó a vivir en el tope de una colina donde llevaba una vida de soledad y oración, descendiendo los sábados para ayudar en la catequesis y en otras actividades que los misioneros le confiaban. Trajera él un panel de Nuestra Señora de los Placeres, delante del cual conducía las oraciones con el pueblo. Cierta vez el cuadro desapareció durante la noche, a pesar de nadie más vivir en el tope de la colina donde el celoso fraile escogió para su austera vida, siendo después encontrado sobre una roca correspondiente a la cumbre. Habiéndose repetido el fenómeno más veces, el religioso entendió ser voluntad de la Virgen María que en aquel lugar (peña) fuese erigida una capilla, y entonces inició los necesarios procedimientos con la ayuda de las personas que residían en las proximidades. Uno de los cuidados fue encomendar una imagen de la Virgen -Nuestra Señora de la Penha (Peña), traída de Portugal- para ser puesta encima del altar, ya que en la época la costumbre era utilizar imágenes tridimensionales, y no paneles o cuadros. Posteriormente la capilla fue ampliada, anexa a ella se construyó un convento, el Convento de Nuestra Señora de la Peña, visitado anualmente por muchos millares de peregrinos y también turistas. El panel de Nuestra Señora de los Placeres (o de las Alegrías) permanece expuesto para la veneración de los fieles en el interior de la capilla.

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El Convento de Nuestra Señora de la Penha, en Vila Velha (ES)

Todos los años, concluido el Triduo Pascual, se inicia el Octavario que precede a la conmemoración litúrgica de Nuestra Señora de la Penha, donde se festejan las alegrías de María. En los varios días ocurren peregrinaciones de grupos de devotos (diócesis vecinas, portadores de deficiencias, militares, caballeros, ciclistas, motociclistas, marítimos, mujeres). La principal de ellas, sin embargo, es la Romería de los Hombres, que parte de la Catedral Metropolitana de Victoria rumbo al Convento de Nuestra Señora de la Penha, en un recorrido de quince kilómetros, siempre en la noche del sábado que precede a la fiesta. Millares de hombres, la mayor parte de los cuales portando velas, se reúnen en el exterior del templo a la espera de la palabra emanada de un sacerdote, que se sigue a algunas oraciones: «id». Entonces la multitud comienza a moverse, pasando por las calles del antiguo centro histórico de la ciudad rumbo a Vila Velha, municipio vecino donde se sitúa el Convento, siendo el número de personas continuamente aumentado por los devotos que parten de las comunidades religiosas próximas al camino seguido. Grupos de devotos rezan el rosario; otros entonan cánticos; todos alaban a la Madre de Dios, inclusive muchos hermanos separados que no dejan pasar en blanco la oportunidad de prestar homenaje a la Patrona del estado. En el trayecto los moradores que no tienen condición de participar de la romería (ancianos, enfermos, niños) se postran en las ventanas y terrazas a fin de contemplar la santa caminata, a veces dando gritos («viva Nuestra Señora de la Penha») y aplaudiendo a los que participan de la caminata. Por último los romeros y demás personas allí presentes participan de la Santa Misa, siempre concelebrada por varios presbíteros y obispos, varios de los cuales también participantes de la caminata.

Todas estas manifestaciones de veneración a la Madre de Dios – desde aquel joven que adornaba su Imagen con coronas de rosas hasta las actuales multitudes que expresan públicamente su devoción – deben estimular a cada lector a ser, en su día a día, también un motivo de especial alegría para la Virgen y para su divino Hijo.

Por Ignácio Louis Schiavino

 

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