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Pedidos y promesas del Sagrado Corazón de Jesús

Redacción (Viernes, 15-06-2012, Gaudium Press) Completado por lo que se encuentra en las cartas y otros escritos de la vidente de Paray-le-Monial, Santa Margarita María Alacoque, el mensaje del Sagrado Corazón de Jesús, además de la emocionante revelación de su inextinguible caridad para con nosotros, encierra importantes solicitudes del Divino Maestro y las más consoladoras promesas de su infinita misericordia.

Sin título.pngLo que Él nos pide es la consecuencia lógica de lo que se dignó revelarnos. Quiere decir, su amoroso Corazón herido por nuestras infidelidades, hiere a su vez los nuestros. De estos, tan duros y fríos, Él espera contrición, arrepentimiento y firmes propósitos de honrarlo en toda la medida que nos sea posible.

Él desea, por tanto:

* Una solemne retractación de nuestra parte, pidiéndole perdón por cada uno de nosotros y por todo el mundo;

* La Comunión reparadora, en la cual nos esforzamos en confortar el Corazón del Maestro, tan despreciado;

* La Comunión especialmente reparadora de los primeros viernes de cada mes;

* La institución de una fiesta especial en honra de su Corazón, para agradecerle por su amor y pedirle perdón por nuestras ingratitudes y tibiezas;

* La práctica de la Hora Santa, cuando nos unimos a los dolores de su agonía en el Huerto de los Olivos;

* La veneración a la imagen de su Corazón Sagrado;

* La consagración personal a Él, maduramente reflexionada y enteramente voluntaria, como señal de alianza definitiva;

* Y, finalmente, la propagación del culto al Sagrado Corazón y de su Reino.

Es muy necesario resaltar el espíritu de desagravio inherente a los pedidos del Divino Salvador. La llaga abierta en su Corazón adorable no cesa de sangrar, siempre renovada por la maldad humana. Y solo podremos corresponder a su infinito amor por nosotros si intentamos estancar ese flujo de sangre, si nos esforzamos en aliviar sus dolores, tributándole amor, respeto y, sobre todo, reparación. Es a través de ésta que la devoción al Corazón de Jesús adquiere todo su sentido y alcanza su pleno florecimiento.

Si, entretanto, de un lado Nuestro Señor anhela la correspondencia de los hombres a las apelaciones de su amor, de otro tiene para ellos reservadas las más preciosas dádivas de su inagotable misericordia. En el mensaje de Paray-le-Monial, las promesas divinas brillan como joyas celestiales, hechas de consolación y esperanza. Jesús asegura:

* Que todos sus devotos y a Él consagrados no (se condenarán) jamás;

* Que sus apóstoles poseerán el don de tocar los corazones más empedernidos;

* Que las almas tibias se tornarán fervorosas, y las fervorosas, perfectas;

* Que Él esparcirá con abundancia sus bendiciones en todos los lugares donde sea expuesta y venerada la imagen de su divino Corazón;

* Que Él reunirá a las familias divididas, protegerá y socorrerá a aquellas que se encuentren en dificultades y a Él se vuelvan con confianza;

* Que difundirá la suave unción de su ardiente caridad sobre todas las Comunidades que lo honren y se coloquen bajo su especial protección.

* Y, por último, el don en que más reluce la generosidad divina: «Te prometo – afirma Jesús a Santa Margarita-María -, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que mi amor omnipotente concederá a todos los que comulguen en el primer viernes de nueve meses seguidos, la gracia de la penitencia final; no morirán de modo alguno en mi desgracia y sin recibir los Sacramentos, tornándose mi divino Corazón su asilo seguro en ese último momento.»

_ND39016.jpgTenemos, así, una idea del mensaje en su conjunto, con la emocionante revelación del insondable amor del Corazón de Jesús y de su herida íntima, sus paternales pedidos, y sus consoladoras promesas para aquellos que, humilde y fervorosamente, correspondan a sus divinos llamados.

Es al corazón de cada uno de nosotros que Nuestro Señor nos habla, desde el fondo de su propio Corazón Sagrado. Por consiguiente, no es apenas de nuestros labios o de nuestras actitudes exteriores que Él desea una respuesta, y sí de lo más recóndito de nuestras almas. Esforcémonos en atenderlo, en repararlo de tantas llagas que le causan los pecados del mundo, para ser dignos de sus celestiales misericordias, de su inmensurable amor que «reposa perdonando».

(Tomado de «Sagrado Corazón de Jesús, Tesoro de Bondad y Amor», de Mons. João Clá Dias, EP)

 

 

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