jueves, 28 de marzo de 2024
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La Iglesia vive en la historia, pero no se encierra en sí misma, dice Benedicto XVI

Ciudad del Vaticano (Viernes, 14-09-2012, Gaudium Press) Para millares de peregrinos que llenaban la Sala Pablo VI el miércoles pasado, en su catequesis en esta semana que precede a su viaje apostólico al Líbano, el Papa Benedicto XVI trató de la oración en la segunda parte del Apocalipsis.

Mientras en la primera parte la oración está orientada para dentro de la vida eclesial, en la segunda parte la atención está dirigida al mundo entero, enseñó el Papa.

Para el Santo Padre, la Iglesia, de hecho, camina en la historia, y forma parte de ella, según el proyecto de Dios. La asamblea debe saber leer en profundidad la historia que está viviendo, aprendiendo a discernir con la fe los acontecimientos para colaborar, con su acción, al desarrollo del reino de Dios. Y esta obra de lectura y discernimiento, como también de acción, está estrictamente ligada a la oración.

Dirigiendo la mirada al Cielo de Dios, –continuó el Pontífice — en la relación constante con Cristo, abriendo a Él nuestro corazón y nuestra mente en la oración personal y comunitaria, nosotros aprendemos a ver las cosas de modo nuevo y a coger su significado más verdadero. Para una lectura más profunda de la historia, el Señor guía a la comunidad cristiana, invitándola a considerar con realismo el presente que está viviendo.

Para Benedicto XVI, delante de la violencia, la injusticia, el hambre, la enfermedad, delante de realidades dramáticas, la comunidad eclesial es llamada a jamás perder la esperanza. El Apocalipsis nos dice que la oración alimenta en cada uno de nosotros y en nuestras comunidades esa visión de luz y de profunda esperanza: nos invita a no dejarnos vencer por el mal, sino a vencer el mal con el bien.

La Iglesia vive en la historia, pero no se encierra en sí misma; enfrenta con coraje su camino en medio a dificultades y sufrimientos.
Al dirigirse a los peregrinos de lengua portuguesa el Papa sintetizó así su pensamiento:

«la oración es como una ventana abierta que nos permite tener los ojos dirigidos a Dios, no solo para recordarnos la meta para la cual tendemos, sino también para dejar que la voluntad de Dios ilumine nuestro camino terrenal y nos ayude a vivirlo con intensidad y empeño. En este sentido, la segunda parte del Apocalipsis nos muestra, a través de los símbolos del trono de Dios, del libro y del Cordero inmolado, cómo la oración personal y comunitaria nos lleva a ver la realidad de un modo nuevo, captando su pleno sentido. El Trono representa el señorío de Dios sobre la historia; el Libro con los siete sellos, el plan de Dios sobre los hombres y los acontecimientos; y el Cordero inmolado se refiere a Cristo muerto y resucitado, el gran vencedor del maligno. De hecho, el Apocalipsis nos enseña a leer la realidad, muchas veces marcada por sufrimientos y aparentes derrotas, con una mirada de esperanza: como cristianos, ¡jamás podemos ser pesimistas! ¡Debemos mirar a Cristo Crucificado y Resucitado que nos asocia a su victoria! Recordaos de que la vida de oración del cristiano debe tener por centro la Misa dominical. Es en la Eucaristía que experimentareis cómo el Señor Jesús viene y hace morada en quien en Él cree y acoge. ¡Y que Dios os bendiga en todas vuestras necesidades! ¡Id en paz!».

 

 

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