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Jesús: ejemplo de obediencia – II Parte

Redacción (Jueves, 20-09-2012, Gaudium Press) Habiendo abrazado la entera obediencia a la voluntad del Padre, Jesús no se negó a obedecer también a las prescripciones legales de la época, una vez que ya en el seno de la Virgen se sometió al decreto de César Augusto. Además, Él, el Supremo Legislador y Padre de Moisés, quiso demostrar su fidelidad y obediencia a la ley Mosaica, aceptando la circuncisión y la presentación en el templo, y en otras ocasiones compareció en el templo para conmemorar las fiestas de los judíos. Emprende el viaje a Egipto, a fin de cumplir dócilmente la orden dada por el Ángel. Poco después, en Nazaret, casi nada se sabe, apenas una frase de San Lucas que recorrerá la Historia hasta el final de los siglos: «Y les era sumiso» (Lc 2, 51). En eso se resume el programa de vida de Nuestro Señor, bajo la autoridad de María y José.

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Jesús Flagelado – Imagen de los Heraldos del Evangelio, sede Quito

En los tres años de vida pública, Él no cesó de enseñar a sus discípulos para que, en todas las cosas, ellos tuviesen una entera conformidad con la voluntad de Dios. No se limitó a las palabras, sino quiso que sus discípulos tuviesen eso bien presente hasta incluso en sus oraciones, cuando enseñándoles a rezar, colocó como principal esta petición: «Sea hecha vuestra voluntad así en la tierra como en el Cielo» (Mt 6,10), y para firmar la doctrina les dio su ejemplo: «Mi alimento es hacer la voluntad del Padre» (Jn 4, 34) 6, y en otra ocasión reafirmó: «Pues descendí del Cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad de aquel que me envió» (Jn 6, 38). 7

Obediente hasta la muerte

Fue el propio Nuestro Señor quien dijo a Santa Teresa: no es obediente quien no está dispuesto a padecer, y por eso deberían mirar para los sufrimientos de Él pues de esta forma la práctica de la obediencia les facilitaría. 8 De hecho, en los momentos de padecimiento, se tornó más explícita su obediencia por medio de los sufrimientos, pues la voluntad del Padre consistía especialmente en eso. Para cumplir el mandato del Padre en relación a los hombres Él se hizo obediente, remediando así la falta de obediencia de Adán, de acuerdo con el decir del Apóstol, en su carta a los Romanos: «así como por la desobediencia de un solo hombre fueron todos constituidos pecadores, así por la obediencia de uno solo todos se tornarán justos» (Rm 5, 19).

Jesucristo quiso padecer todos los tormentos posibles para así purificar al hombre de todas sus malicias y reparar el pecado de desobediencia. Él asumió todos los tormentos hasta el momento supremo del ‘Consummatum est’.

Muere solo cuando «todo está consumado», con una obediencia perfecta: Dixit: Consummatum est, et inclinatio capite, et tradidit spiritum (Jo 19, 30). El Consummatum est es la expresión más adecuada de toda su vida y obediencia: como un eco del Ecce venio de la encarnación. 9

«Permaneceré con vosotros hasta el final de los tiempos»

Nuestro Redentor amó tanto al Padre que después de haber padecido en el Calvario, hizo que este mismo sacrificio fuese renovado diariamente entre los hombres, a través de la Celebración Eucarística, pudiendo así permanecer en medio de los hombres.

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Sagrado Corazón – Iglesia del Pilas, Buenos Aires

En este sublime sacramento Jesucristo permanece para servir a los hombres con el banquete de su Cuerpo y de su Sangre; una vez más la presencia de Él se encuentra con la marca de la obediencia. Él obedece prontamente a la voz del sacerdote, sea él quien fuere, teniendo o no alguna virtud o devoción, bastando que pronuncie las palabras de la consagración para que el Pan Vivo se haga presente; Él está en el tabernáculo a la espera de que alguna alma venga a adorarlo; dejándose conducir por cualquier persona. «Cualquiera sea el número de los fieles que desean comulgar Él se somete a la voluntad de ellos, entra en sus corazones para santificarlos, consolarlos, darles la felicidad del espíritu, y, a veces, para recibir el beso de la traición». 10

En Jesús Sacramentado se encuentra un perfectísimo modelo de obediencia: obedece en todo, a todos y siempre; no exige condiciones, nada rechaza, no se disculpa, no sabe sino obedecer.

Por Flávia Cristina de Oliveira

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6 Cf. RODRÍGUEZ, Alonso.

7 «Cristo en cuanto Verbo tenía ciertamente voluntad divina; y como la voluntad divina de Cristo coincide y se identifica absolutamente con la voluntad del Padre (ya que es un atributo de la divindad, comun a las tres divinas personas) síguese que en esos textos y otros parecidos alude Cristo a su voluntad humana en cuanto distinta de su voluntad divina, que coincide en absoluto con la de su Padre Celestial. […] El argumento para demonstrarlo es muy sencillo. Si en Cristo hay dos naturalezas integras y perfectas – como nos enseña la fe -, hay que concluir que había en el dos voluntades perfectamente distintas, la divina y la humana. De lo contrario habria que decir, o que la voluntad racional no pertenece ala integridad y parfeccion de la naturaleza humana ( lo que seria un disparate mayúsculo), o que la naturaleza humana de Jesucristo no era integra y perfecta (lo que seria herético). No hay subterfugio posible. Luego en Cristo, además de la voluntad racional humana hubo también voluntad sensible o apetite sensitivo, porque lo exige así la perfecta integridad de su naturaleza humana, si bien este apetito inferior estuvo enteramente subordinado y controlado por la voluntad racional» (ROYO MARIN, Antonio. Op. cit. 163).

8 SANTA TERESA DE JESUS. Livro da Vida.

9 «Il ne meurt que lorsqu’il a ‘tout consommé’ par une parfaite obéissance: ‘Dixit: Consummatum est, et inclinatio capite, et tradidit spiritum’ (Jo 18, 30). Le Consummatum est: est l’expressin la plus vraie et la plus adéquate de toute as vie d obeissance; elle fait écho a l’Ecce venio de l’instant de l’incarnation. Ces deux paroles sont dês cris d’obeissant; et toute l’existace terrestre du Chrit Jésus tourne autour de l’axe reposant sur ces deux pôles (MARMION, Columba. Le Christ, idéal du moine. [s.l.]: [s.n], 1947. Vol. II. p. 339. Tradução de la autora).

10 Cualquiera que sea él número de fieles que quieren comulgar, Jesús se somete a la voluntad de ellos, entra en su corazón para santificarles, consolarles, darles la felicidad del espirito, y a veces para recibir el beso de la traición. (MAUCOURANT, F. Op. cit. p. 194- 195).

 

 

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