viernes, 29 de marzo de 2024
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Evangelizar con la verdadera alegría: tercera homilía del predicador del Papa

Ciudad del Vaticano (Domingo, 23-12-2012, Gaudium Press) El Padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, dedicó su tercera homilía de Adviento a la alegría cristiana y su potencial evangelizador. La «alegria de la fe», explicó, «nace del actuar misterioso y presente de Dios en el corazón humano en gracia. Puede hacer por lo tanto, que se abunde de alegría incluso en los sufrimientos». Esta alegría a toda prueba, cimentada en el encuentro con Dios, atrae y da esperanza a l mundo.

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Padre Raniero Cantalamessa.

El P. Cantalamessa destacó la alegría como una de las características de los relatos evangélicos sobre el nacimiento de Cristo. «La piedad cristiana no se equivocó cuando llamó a los hechos de la infancia de Jesús, los «misterios gozosos», misterios de la alegría», comentó. El gozo desbordante por el cumplimiento de las promesas de Dios es notable en la Anunciación, la visita de María a Isabel, el Magníficat, el Canto de Zacarías y el anuncio de los ángeles en la Natividad.

El origen de la alegría cristiana

«¿De dónde nace la alegría?», cuestionó el predicador. «La fuente última de la alegría es Dios, la Trinidad. Pero nosotros estamos en el tiempo y Dios está en la eternidad; ¿cómo puede fluir la alegría entre estos dos planos así distantes?». La respuesta está precisamente en la intersección de estas dos realidades: «si escudriñamos mejor la Biblia, descubrimos que la fuente inmediata de la alegría está en el tiempo: es el actuar de Dios en la historia. ¡Dios que actúa!»

La alegría por el cumplimiento de las promesas de Dios llena la Iglesia de hoy. «¡Cuántas gracias, cuántos santos, cuánta sabiduría de doctrina y riqueza de instituciones, cuánta salvación obrada en ella y por ella! «, manifestó el sacerdote. En la Iglesia se cumplen las palabras de Cristo, que prometieron tribulaciones pero también el auxilio de Dios para continuar hasta el fin de los tiempos. Como el pueblo judío, los católicos pueden gozarse en la memoria de las maravillas que ha obrado Dios en su historia.

Pero esta alegría «nos llega también de otra manera no menos importante: a través de la presencia, ya que constatamos que incluso ahora, en el presente, Dios está obrando entre nosotros, en la Iglesia», explicó el P. Cantalamessa. A pesar de las faltas de sus miembros, en la Iglesia está la verdadera presencia de Cristo y la acción del Espíritu Santo, que obra la santificación de las almas.

Sufrimiento y alegría

En el plano de las experiencias personales, todos los seres humanos se enfrentan al misterio del sufrimiento. En contradicción a la propuesta del mundo, que promete felicidad en el alejamiento de Dios y la supuesta libertad de «disfrutar la vida», el mensaje de Cristo propone el camino verdadero. «Jesús ha obrado, en el plano de la alegría, una revolución de la que es difícil exagerar el alcance», expresó el predicador, quien sugirió que este mensaje es fundamental para la nueva evangelización. «Cristo ha invertido la relación entre el placer y el dolor».

Los placeres del mundo, su propuesta de felicidad, proporcionan una alegría falsa y efímera y «conducen a la disolución moral, y a menudo también física, de la persona». Cristo, en cambio, abraza la cruz sin miedo, para procurar la salvación de todos. «Ya no es un placer que termina en sufrimiento, sino un sufrimiento que lleva a la vida y a la alegría», comentó el P. Cantalamessa. Ya no existe un ciclo entre el dolor y los momentos de gozo, sino que «es la alegría, de este modo, la que tiene la última palabra, no el sufrimiento, y una alegría que durará para siempre».

Aunque la promesa de la salvación asegura la felicidad eterna a los siervos de Dios, no se limita solamente a ser experimentada después de la muerte. «Al contrario, ninguno experimenta en esta vida la verdadera alegría como los verdaderos creyentes», explicó el predicador. «Los creyentes, exhorta el Apóstol (Pablo), son «spe gaudentes», gozosos en la esperanza (Rm. 12, 12), que no significa sólo que «esperan ser felices» (por supuesto, en el más allá), sino también que «son felices de esperar», felices ya ahora, gracias a la esperanza».

«La alegría cristiana es interior», explicó el sacerdote. «Nace del actuar misterioso y presente de Dios en el corazón humano en gracia. Puede hacer por lo tanto, que se abunde de alegría incluso en los sufrimientos». La felicidad de Cristo no es sólo para los afortunados en gozar de privilegios en en la vida terrena, sino para todos, especialmente los que viven cargados de dolor. «Vengan a mí todos los que están fatigados y sobrecargados, y yo les daré descanso», anunció Cristo, según recordó el P. Cantalamessa.

Evangelizar con la alegría

«Esta es la alegría de la que tenemos que dar testimonio. El mundo busca la alegría», sentenció el predicador. La felicidad es el fin que buscan buenos y malos, y es un anhelo natural del alma humana. «Cuando el mundo llama a la puerta de la Iglesia –incluso cuando lo hace con violencia y con ira–, es porque busca la alegría», expresó. No es la melancolía ni la tristeza lo que puede convencer a un mundo necesitado de alegría auténtica, especialmente los jóvenes.

Por este motivo, el P. Catalamessa llamó a evangelizar transmitiendo la verdadera alegría espiritual: «La alegría es el único signo que incluso los no creyentes son capaces de percibir y que puede meterlos seriamente en crisis. No tanto los argumentos y los reproches», explicó. «El testimonio más hermoso que una esposa puede dar a su marido es un rostro que muestre la alegría, porque eso dice, por sí mismo, que él ha sido capaz de llenar su vida, de hacerla feliz. Este es también el testimonio más hermoso que la Iglesia puede prestar a su Esposo divino».

Siguiendo el espíritu de Adviento, sobre todo el marcado por la Liturgia en la tercera semana de este tiempo, el predicador recordó la frase de San Pablo: «Estén siempre alegres en el Señor; se los repito, estén alegres. Que su afabilidad sea conocida de todos los hombres». Esta afabilidad, explicó, es en la práctica la actitud cristiana de misericordia, indulgencia, de apertura a los demás. Esa caridad cristiana, que ama a todos, cuestiona a un mundo que ansía ese testimonio.

«Incluso dentro de la Iglesia, no sólo hacia los que están fuera, existe una necesidad imperiosa del testimonio de la alegría», comentó el P. Cantalamessa, quien invitó a todos los católicos, en especial a los pastores, a ser colaboradores de la alegría: «Que la alegría del Señor, Santo Padre, venerables padres, hermanos y hermanas, sea realmente, nuestra fuerza, la fuerza de la Iglesia. ¡Feliz Navidad!».

Con información de Zenit.

 

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