viernes, 29 de marzo de 2024
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Laicismo y libertad religiosa: La carta de los Obispos de Ecuador sobre la práctica de la fe y la vida pública

Quito (Viernes, 14-03-2014, Gaudium Press) La Conferencia Episcopal Ecuatoriana publicó una Carta Pastoral sobre la recta interpretación de la separación de la Iglesia y el Estado y sus implicaciones sobre el derecho a la libertad religiosa y la activa participación de los creyentes en la vida pública de la sociedad. El documento fue dirigido a los fieles católicos, las autoridades civiles y los ciudadanos de buena voluntad, y busca ofrecer una guía sobre la armonía de la sociedad en su conjunto y la mutua colaboración en favor del bien común. «No se trata de establecer acuerdos «neutros» y formalidades impersonales, sino de construir sobre vínculos humanos reales y la valoración positiva de las personas en sus diferentes dimensiones», afirmaron los prelados.

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Asamblea General de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana. Foto: Vicariato de Puyo

«En cualquier sociedad -también para la ecuatoriana-, es imprescindible incluir, entre los niveles de la convivencia social y del aprecio público, las dimensiones inseparables de la persona individual y de los grupos humanos, como la religiosa en sus distintos aspectos y manifestaciones», destacaron los Obispos. Con sus reflexiones, los prelados afirmaron que buscan «servir al bien integral de las personas» (que incluye su dimensión espiritual). «El sentido y el espíritu de nuestra Carta, por lo mismo, van más allá de cuestiones circunstanciales, -sean políticas, jurídicas o administrativas- y tratan cuestiones más de fondo».

Un recto concepto de laicidad

Un primer capítulo aborda la definición de lo que se conoce como «estado laico» y rechazar las tendencias que asocian el concepto a la exclusión total de lo religioso en la dimensión pública. «Es frecuente la confusión entre laicidad y ‘laicismo'», explicó el documento. «El ‘laicismo’ busca la ‘total separación entre el Estado y la Iglesia, sin que ésta tenga título alguno para intervenir sobre temas relativos a la vida y al comportamiento de los ciudadanos'». Los Obispos, recordando las enseñanzas de Benedicto XVI, también alertaron que esta tendencia «pretende reducir la vida religiosa de los ciudadanos a la sola esfera privada, sin ninguna manifestación social y pública».

La Conferencia Episcopal denunció que esta visión es «reductiva» y corresponde más a un análisis «frecuente en el siglo XIX» que abordaba el tema desde la confrontación de poder entre Iglesia y Estado. «Las circunstancias históricas y las sociedades han cambiado», recordaron los prelados, quienes señalaron que actualmente, «a motivo del pluralismo cultural y de los intensos intercambios, es necesario proteger y favorecer positivamente la expresión de todas las riquezas auténticamente humanas». Destacaron a este respecto la protección constitucional de la libertad religiosa y el derecho a expresar y manifestar públicamente la fe.

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La dimensión espiritual es una parte innegable de la vida humana, y tiene implicaciones legales y sociales. En la imagen, una de las capillas de la Basílica del Voto Nacional, en Quito, Ecuador, que recuerda la Consagración de la Nación al Sagrado Corazón de Jesús. Foto: Agencia Andes. 

«No se habla de ‘permitir’ o ‘tolerar’ puramente en el ámbito privado», profundizaron los Obispos, «sino que se reconoce a la expresión y propuesta religiosa -sea esta individual o colectiva, pública o privada- como un ‘derecho’ que el Estado ‘garantiza’ y ‘protege’ y, además, que ‘favorece’ un ambiente propicio para el ejercicio de este derecho». Estos derechos tienen implicaciones concretas, como el derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos, que incluye la disponibilidad de formación religiosa.

No limitar la práctica religiosa

Un «concepto positivo de laicidad» no limitaría la libertad de la práctica de la religión, ni pretendería erradicar la expresión de la fe en ámbito alguno. «Sería inconcebible, comentaba Benedicto XVI, que los creyentes ‘tengan que suprimir una parte de sí mismos – su fe – para ser ciudadanos activos'», citaron los prelados. «Desde una exacta concepción, igualmente, Estado laico no significa Estado ‘arreligioso’ o, peor, antirreligioso, sino tan sólo ‘aconfesional’, es decir, que no profesa ninguna confesión religiosa determinada»

«Si la religión no puede ser limitada exclusivamente a su dimensión espiritual y cultural», agregaron los Obispos, «las implicaciones sociales y culturales, con sus necesarias consecuencias éticas, así como las distintas propuestas políticas de los creyentes, tienen pleno derecho a que se les reconozca su legítima presencia en el ámbito público, sin que la inspiración religiosa de sus planteamientos -en mayor o menor medida que los tuvieren- les reste valor alguno frente a los demás».

Los prelados rechazaron que se pretenda que el campo de la política sea forzosamente «neutro» en materia religiosa, ya que debe representar la perspectiva de los ciudadanos sobre la sociedad y esto incluye la inspiración religiosa de los creyentes. Tanto los fieles como los pastores, en la búsqueda del bien común, «también tienen derecho a emitir opiniones sobre todo aquello que afecte a la vida de las personas, ya que la tarea evangelizadora implica y exige una promoción integral del ser humano», recordaron los Obispos, citando las palabras del Papa Francisco, pues «todos los cristianos, también los Pastores, están llamados a preocuparse por la construcción de un mundo mejor».

Los Obispos dedicaron la segunda parte de la Carta Pastoral al significado de la libertad religiosa, que describieron como algo superior a «un derecho más»: «Es la base más firme donde los derechos humanos se fundamentan de manera sólida», indicaron. «La libertad religiosa garantiza, protege y potencia la apertura del ser humano hacia Dios, que, al ser buscado como Verdad plena y sumo Bien, muestra, de una manera especial, el valor superior de la persona humana y su dignidad inviolable». Por la naturaleza misma de este derecho, no existe un «valor superior» que pudiera ser invocado para limitarlo en modo alguno.

Los prelados concluyeron su Carta Pastoral, afirmando que el Estado tiene el deber de proteger, garantizar y promover un recto concepto de laicidad y del respeto de la libertad religiosa. Estos dos fundamentos son esenciales «para fortalecer la democracia y la misma sociedad, debido a que estas favorecen una mayor participación de la ciudadanía y ayudan a superar prejuicios ideológicos e injustificadas limitaciones al interior de la sociedad, en un ambiente de mutua amistad y colaboración».

El documento completo puede ser descargado a través del siguiente enlace.

Con información de Conferencia Episcopal de Ecuador.

 

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