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¿Está María Santísima presente en el Antiguo Testamento?

Redacción (Jueves, 10-04-2014, Gaudium Press) Afirmaba el célebre obispo de Hipona que «el Nuevo Testamento está oculto en el Antiguo y el Antiguo Testamento se pone de manifiesto en el Nuevo» (San Agustín: «In Vetere Testamento Novum Latet, et in Novo Vetus patet». Quatest. In Hept, II 73: ML 34,623).

El Antiguo Testamento es una prolongación y gradual preparación para la venida de Cristo. Jesús está presente en todas las páginas de la biblia y todos los escritos veterotestamentarios se centran el Él. «Ubique de Ipso»: Él está presente en toda la historia del pueblo elegido. (Bastero de Elizalde, Juan Luis, «María Madre del Redentor», EUNSA, Navarra, España, 2004, pág. 79)

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Estando entonces la Sagrada Escritura escrita en función de Nuestro Señor Jesucristo y dada la unión extraordinaria que hay entre el Hijo y su Madre, parece natural -al menos es lo que opinan muchos y grandes teólogos- que «el Hijo y la Madre se encuentren unidos en las profecías como luego lo estuvieron en la vida real». «Si queremos encontrar textos referentes a Nuestra Señora en el Antiguo Testamento, tenemos que buscarlos bajo la forma de revelaciones o profecías» (Carol, J.B. OFM, Mariología, BAC, Madrid, 1964, pág. 55).

Por esa razón María se encuentra presente, al menos, de forma indirecta, en toda la Biblia, debido a la indisociable unión entre el Hijo y la Madre, y por ello podemos decir: «Ubique de Ipsa». Si la Biblia es el libro de Cristo, debe ser, entonces, el libro de María. (Bastero de Elizalde, Op. Cit. pág. 80)

Según el conocido teólogo Cándido Pozo hay tres tipos de pasajes que se refieren a Nuestra Señora en el Antiguo Testamento: Textos con sentido mariológico cierto; textos con sentido mariológico discutido; textos marianos por acomodación.
Debido a los límites de un artículo de este género sólo hablaremos de los primeros. (Pozo, S.I., Cándido: «María en la obra de la salvación», BAC; Madrid, 1974, pág. 127)

Textos con sentido mariológico cierto

Los pasajes veterotestamentarios que indudablemente y de manera cierta se refieren a Nuestra Señora son tres: Génesis, 3, 15; Isaías 7,14 y Miqueas 5, 2-3.

El Concilio Vaticano II haciendo eco de aquello que durante siglos la Tradición y grandes santos y mariólogos, enseñaron sobre María Santísima y el Antiguo Testamento referido a la Virgen declara: «Los libros del Antiguo Testamento narran la historia de la salvación, en la que paso a paso se prepara la venida de Cristo al mundo. Estos primeros documentos, tal como se leen en la Iglesia y tal como se interpretan a la luz de la revelación ulterior y plena, evidencian poco a poco, de una forma cada vez más clara, la figura de la mujer, Madre del Redentor. Bajo esta luz aparece ya proféticamente bosquejada en la promesa de victoria sobre la serpiente, echa a los primeros padres caídos en pecado (Gen 3, 15); Asimismo, ella, es la Virgen que concebirá y dará a luz a un hijo, que se llamará Emmanuel (Is 7, 14, comp con Miq 5, 2-3; Mt 1, 22-23)…» (CVII, Const. Lumen Gentium, Cap. VIII, nº 55)

Génesis 3, 15

«Enemistad pondré entre ti y la mujer, entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar».

Para demostrar que tiene un sentido mariológico, primero debemos ver su sentido mesiánico, pues si Cristo está presente, María también estará presente Y el texto será mesiánico si en él se muestra la victoria del Bien sobre el Mal. Si vence, como veremos más adelante, es del linaje de la Virgen.

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La narración referente a los castigos causados por el pecado original se enmarcan en la historia de la salvación, pero Dios en su infinita misericordia hizo una promesa que ratificó con Noé (Gen 9, 8ss), con Abraham (Gen 12, 1ss); con Moisés (Ex 3) y con los demás caudillos del pueblo electo. En el fondo hay una actitud de esperanza: Dios triunfará definitivamente por medio del Mesías. Este pasaje ofrece una perspectiva victoriosa, triunfo de Dios sobre el Demonio.

En este versículo se presenta el castigo divino al demonio., se profetisa el triunfo total y absoluto del linaje de la Mujer sobre la serpiente y su linaje, es decir, los demonios y la colectividad de individuos que tienen la naturaleza de la serpiente, es decir, aquellos hombres que se obstinan en el mal.

Pero el linaje de la Virgen aplastará la cabeza de la serpiente.

La versión hebrea usa el vocablo ‘ipsum’: Él te aplastará la cabeza; la versión de la Vulgata usa el ‘ipsa’: Ella; por lo tanto es el linaje de la mujer que aplastará la cabeza dela serpiente. «El carácter individual del oponente al ‘linaje de la mujer’ -la serpiente- exige el carácter individual de la descendencia, es decir, la lucha final y conclusiva, aquella en la que la enemistad llega a la radicalidad más profunda, se entablará entre la serpiente tentadora y un descendiente concreto de la mujer» (Bastero de Elizalde, ob. Cit. Pág. 85 y sobre la individualización de la lucha, también Pozo, Candido, Ob. Cit, Pág. 154)

Pero será entonces, siempre por medio de la Virgen que un descendiente en concreto de Ella aplastará la cabeza de la serpiente. Esta una «enemistad», como afirma San Luis María Grignion de Montfort, eterna, es la única instituida por el propio Dios

Referencia a la Madre del Mesías

Hay diversas interpretaciones sobre la Mujer, si se trata de Eva únicamente o también de María.

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Los teólogos son proclives a afirmar que en los versículos Gn. 3, 15, se trata de Eva en sentido literal, pero es María en sentido literal profundo y pleno. Pero el pasaje va más allá. Está claro que la mujer es constituida en enemiga irreconciliable de la serpiente. Es una enemistad total, absoluta y radical. Entonces no es coherente que se pueda identificar a Eva plenamente con esta mujer, máxime después de su pecado y, por lo tanto, de haber tenido parte con el propio demonio. Entonces la mujer es evidentemente Nuestra Señora: María, en consecuencia, Ella es la mujer del Protoevangelio y se puede pensar ya en la Inmaculada Concepción, pues era necesario que esa mujer no tuviese parte en nada con el demonio desde el primer instante de su ser, para aplastarle la cabeza.

Isaías 7, 14

«Pues bien, el Señor mismo va a daros una señal: He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel».

Antecedentes y breve reseña histórica

Ajaz, Rey de Israel, pésimo y de muy mala conducta, en una situación de peligro para Israel, en lugar de recurrir a Yahvé y abandonar su conducta desordenada, prefirió aliarse con Theglat Phalasar III de Asiria, que por su parte no ocultaba sus deseos de dominar Israel. Ajaz pagó por esta alianza espuria con el oro y la plata del Templo, y se tornó vasallo de este rey impío.

Isaías se presenta ante el Rey y le ofrece que pida una señal a Dios de su protección, Ajaz se niega so pretexto de «no tentar a Dios». Dios se indigna contra Ajaz y Él mismo le da la señal. Una virgen dará a luz un niño…

Este es un texto mesiánico y mariológico.

En Is. 8,8 se dice que Palestina es la tierra del Emanuel; sin embargo, en el Antiguo Testamento se dice que Palestina es la tierra de Yahvé y no de otra persona, incluido David. Por lo tanto se identifica al Emmanuel con Yahvé.

En Is. 9, 5 están los títulos Admirable consejero, Dios todopoderoso, Siempre Padre, Príncipe de la Paz: estos títulos definen su persona y su misión. En Is. 9, 6, se identifica al Emmanuel, Dios con nosotros, como el Mesías.

El sentido mesiánico viene identificado explícitamente en el Nuevo Testamento. En Mt. 1, 22 – 23, cita literalmente a Is. 7, 14, indicando que esa profecía se cumple en la concepción sobrenatural de Jesús; San Lucas alude a este versículo y a Is, 9, 5 cuando narra la salutación angélica (Lc. 1, 31 – 32)

Isaías utiliza la expresión ‘Almah’ para referirse a la madre del Emmanuel; la traducción literal: doncella, joven adolescente, virgen.
En la Sagrada Escritura encontramos en diferentes ocasiones la expresión almah, siempre para referirse a una joven virgen.

1) Génesis 24, 13, se emplea esta expresión «almah» para referirse a la virginidad de Rebeca;

2) Éxodo 2, 8, también se emplea este término para referirse a la hermana de Moisés que era virgen y que, por lo demás, no se menciona en la Escritura que se haya casado;

3) Cantar 1, 3, también aquí al mencionar a las doncellas que acompañan al Esposo, usa esta expresión «almah», que son jóvenes vírgenes;

4) Cantar 6, 7 mencionando a las esposas y concubinas, las diferencia de las doncellas que son vírgenes, y utiliza esta expresión.

5) Salmo 68, 26, menciona a las doncellas que van cantado; este versículo, según el teólogo Cándido Pozo, tiene un sentido técnico que incluye la virginidad de las doncellas.

Para concluir diremos que la versión griega de los LXX tradujo este término «almah» por ‘he parthénos’: virgen.

La versión sirio peshitta los transcribió por ‘bethula¡ y la vulgata por Virgo: ambos significan Virgen.

Nunca se aplica este término «almah» para una joven mujer casada, siempre para las vírgenes.

En resumen esta profecía, Is. 7, 14, ratificada por Mt. 1, 22 – 23, se refiere al Mesías y a su Madre que lo engendrará virginalmente.

Miqueas, 5, 1 ss

«En cuanto a ti Belén Efratá, la menor este los clanes de Judá, de ti sacaré al que ha de ser el Gobernador de Israel; sus orígenes son antiguos desde tiempos remotos. Por eso él los abandonará hasta el momento en que la parturienta dé a luz…»

Miqueas es contemporáneo de Isaías. Después de anunciar los castigos que recaerán sobre Judá por su infidelidad a Yahvé (1 – 3), relata en el capítulo I las promesas futuras que vendrán sobre Sión. Será el Reino de Yahvé (vv 1 – 5) y en él (vv 9 – 13) se enuncia la profecía mesiánica: «Mas tú Belén de Efratá…» este Dominador, Gobernador es el Mesías. Y «la que ha de dar a luz» es evidentemente la Madre del Mesías, la Virgen María.

Esta cita está muy relacionada con Is. 7, 14; se nota un paralelismo entre la almah y el Emmanuel. Estos trechos dejan atisbar que el nacimiento del Salvador de Israel será un hecho milagroso… con esta profecía se completa el vaticinio de Isaías, afirmándose que la «almah» dará a luz al Emmanuel en Belén de Efratá.

Como vemos la exegesis y la teología, unida al Magisterio y a la Tradición de la Iglesia nos muestran la presencia de María Santísima en el Antiguo Testamento. Es especialmente decidor el texto del Protoevangelio, pues es propiamente en el inicio de la historia de la Salvación que habla de la Virgen, y su papel en la lucha victoriosa contra el demonio y su linaje.

Por el P. Juan Carlos Casté, EP

 

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