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"Seamos hombres y mujeres de esperanza", clama obispo de Apucarana, Brasil

Apucarana (Viernes, 11-04-2014, Gaudium Press) «Cuaresma rumbo a la Pascua» es el título del artículo de Mons. Celso A. Marchiori, obispo de la diócesis de Apucarana, en el estado de Paraná, Brasil, en que afirma que durante el período cuaresmal, con ayuno, oración y compartir, caminamos en busca de conversión rumbo a la pascua del Señor.

El prelado inicia la reflexión haciendo las siguientes preguntas: ¿En qué consistirá nuestra vida convertida por la oración y penitencia? ¿Cómo podrá ser nuestra vida a partir de ese tiempo de conversión? Él entonces responde, afirmando que es preciso ser en el mundo una señal luminosa de la presencia de Cristo, dar testimonio de la fe cristiana, con palabras y obras y, con entusiasmo, ser más comprometidos, especialmente en la familia y la comunidad parroquial.

Según el obispo, la conversión, propuesta por la Iglesia en el período cuaresmal, debe impulsarnos a una profunda identificación con Jesús, sacerdote, profeta y rey. Él espera que seamos parecidos con Jesús: parecidos con Jesús Sacerdote, a partir de una vida de oración diaria, especialmente por la mañana y la noche todos los días.

«Frecuentemos la Santa Misa o la celebración de la Palabra, particularmente los domingos. Reservemos tiempo para leer, meditar y conocer la Biblia, Palabra viva de Dios, luz que ilumina nuestro camino, y estudiemos el Catecismo para ampliar nuestros conocimientos, pues nuestra formación católica debe ser un proceso permanente. Recordemos lo que nos dice el profeta Oseas, ‘Mi pueblo se pierde por falta de conocimiento’ «, aconseja.

De acuerdo con Mons. Celso, por falta de conocimiento somos engañados, explotados y confundidos. Por tanto, el obispo resalta que es necesario conocer mejor las Sagradas Escrituras y la doctrina de la Iglesia y ser católicos esclarecidos y comprometidos. «Sellados con el Espíritu Santo, desde nuestro bautismo, contemos con la presencia determinante de la Madre de Jesús, modelo de santidad para todos los discípulos de Cristo. Con ella, caminemos con alegría y perseverancia, siguiendo a Jesús, nuestra luz y felicidad que tanto deseamos», completa.

A semejanza de Jesús profeta

Él explica que, a semejanza de Jesús profeta, debemos anunciar el Reino de Dios con palabras, actitudes y acciones, además de anunciar corajudamente que Jesús vive y es el Señor y que solamente sus enseñanzas nos proporcionan vida, alegría y libertad. Para el obispo, es necesario denunciar todo lo que impide el desarrollo del Reino de Dios y la vida de las personas; y así ser promotores de la vida desde la concepción en el vientre materno hasta su final natural.

«Como discípulos misioneros de Jesucristo, seamos evangelizadores, promoviendo la dignidad de las personas, renovando la comunidad, participando de la construcción de una sociedad justa y solidaria, ‘para que todos tengan vida en abundancia’ (Jn 10,10). Seamos hombres y mujeres de esperanza».

Tras las huellas de Jesús Rey

Otra cuestión reflexionada por el prelado es que al parecernos con Jesús Rey, precisamos estar siempre en actitud de servicio al prójimo, en la familia, en la comunidad parroquial y donde quiera que estemos, además de ser misericordiosos con todos los que conviven con nosotros.

«Colaboremos para que nuestros hogares sean verdaderos santuarios de vida y ambientes favorables para la formación de misioneros. Dialoguemos fraternalmente y aprendamos a acoger con respeto lo diferente que vive en nuestro medio. Seamos convictos de nuestra fe católica, pero con un gran respeto a los que profesan diferentemente su fe», enfatiza.

Por último, Mons. Celso afirma que «como Cristo resurgió de los muertos por la gloria del Padre, así nosotros también vivamos una vida nueva» (Rm 6, 4), animando a los que están tristes, haciendo sonreír a los que sufren, emprendiendo un camino al encuentro de los que están alejados, viviendo a la manera de Jesús, amando como Jesús, sirviendo como Jesús.

«Jesús resucitado, certeza de nuestra propia resurrección, está bien cerca de nosotros. En Él fueron vencidas, de raíz, todas las fuerzas, generadoras de injusticias, mentiras, engaños, violencias y toda especie de mal. Sí, eso es Pascua: una realidad dentro de cada uno de nosotros y en la Iglesia, en la medida en que vivimos la alegría del Evangelio», concluye. (FB)

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