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‘Cárcel’ de mujeres

Redacción (Domingo, 06-07-2014, Gaudium Press) Un ‘proyecto penitenciario’ fundamentado en el amor caritativo sin represión, para rehabilitar mujeres prostituidas, disuadiéndolas con cariño y buen ejemplo, fue la idea de una singular y bella mujer a la que «nada de lo que significa hermosura le faltó en su juventud» (1): Santa María Eufrasia Pelletier.

Hasta donde la imaginación alcanza y haciendo una osada composición de lugar, este intento por salvar las almas de mujeres envilecidas en ese horrible trajín sin esperanza, llaga social rodeada de resentimiento, violencia y delitos, tuvo una oportunidad única para desarrollar un emprendimiento no solamente de recuperar sino de redimir e incluso de reivindicar a la mujer marginada que no le encuentra otra salida a su vida sino enviciarse en un oficio degradante.

Sin entrar en pormenores biográficos, la obra de esta santa merecería todavía hoy un profundo estudio del carisma que le fue revelado por el Divino Espíritu Santo siendo hermanita de la Orden de Nuestra Señora de la Caridad fundada por San Juan Eudes, comunidad de la que se desprendió su congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor. Pero sería un estudio de tipo socio-antropológico basado en la experiencia espiritual y laboral que estas religiosas han desarrollado en medio de tantas contrariedades y persecuciones. Baste decir que, compuesta de dos ramas -una apostólica y otra contemplativa- Santa Eufrasia intentó también crear una de mujeres que habiendo sido de vida pública querían hacerse religiosas y a las que en principio se denominó «Magdalenas».

Es muy probable que la vida de mujeres privadas de su libertad por haber cometido algún delito grave, estaría hoy día muy distante del hacinamiento y degradación en que están en muchos países donde el prisionero es tratado como si no tuviera alma. Tener monjas por carceleras, mujeres vírgenes que entregan su vida y su porvenir a un llamado de Dios para servir abnegadamente y sin remuneración, bajo votos de pobreza, castidad y obediencia, en medio de fieras humanas capaces de martirizar a una religiosa, es un programa de recuperación moral y psicológica que solamente puede nacer en mentes en las que la Santísima Trinidad mora sin limitaciones. María Eufrasia Pelletier fue una de ellas y mientras el mundo siga siendo mundo no podrá borrarse de la memoria colectiva de los pueblos una obra de este alcance y singularidad.

Sin embargo, lo más fascinante del proyecto no está tanto en lo que ha alcanzado realizar sino en sus potencialidades, caso nacieran hoy para la Congregación más y mejores vocaciones de religiosas. Un mundo como el de ahora necesita que todos los servicios que prestemos sean hechos por amor. No hay otra salida. El afán de remuneración ha degradado tanto los oficios que es de temerse la desaparición de la caridad lo que acarrearía una catástrofe social de consecuencias inimaginables: no habría normas ni represión legal para evitar la criminalidad. La convivencia humana saltaría por los aires en mil pedazos, el odio y el resentimiento se apoderarían del corazón del mundo, el mito de una fraternidad sin Cristo haría evidente su engaño desde 1789 a nuestros días y tal vez renacería en la humanidad atribulada un deseo irresistible de regresar a la casa paterna, a la puerta de la cual estará esperándonos María.

No parce casualidad que Santa María Eufrasia, benigna como la flor de esa planta medicinal de la que ella lleva su nombre, naciera en una región de Francia literalmente diezmada por los temibles jefes de la revolución francesa, que en materia de sistema carcelario fueron de una crueldad casi inverosímil, obscura herencia que le dejaron al mundo contemporáneo y de la que todavía no se ha podido librar la humanidad.

Por Antonio Borda

(1)Plinio Correa de Oliveira, Catolicismo No.23, Noviembre de 1952.

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