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El justo Abel y el impío Caín

Redacción (Miércoles, 20-08-2014, Gaudium Press) Expulsados del Paraíso terrestre debido al pecado original, Adán y Eva pasaron a vivir en esta Tierra, donde comenzaron a sentir, ya sea en el cuerpo, ya sea en el alma, las consecuencias de su gravísima falta. hasta que un día ocurrió una tragedia…

El primer funeral en la Tierra

El primer hijo que tuvieron recibió el nombre Caín, que se tornó agricultor, y el segundo se llamó Abel, el cual fue pastor de ovejas. En cierta ocasión, cada uno de ellos separadamente ofreció un sacrificio a Dios.

Abel sacrificó corderos de su rebaño, y Caín quemó frutos de su cosecha. El Creador se mostró satisfecho con Abel y rechazó a Caín, el cual, envés de arrepentirse de su falta, «quedó irritado y con el rostro abatido» (Gn 4, 6). El Señor censuró a Caín, diciéndole que se hiciese el bien andaría de cabeza erguida, y que debería dominar sus malos deseos.

Caín invitó a su hermano a ir con él hasta determinado campo; y allá llegando se lanzó contra Abel y lo mató. Dios, entonces, increpa el asesino, afirmando que él sería maldecido por el propio suelo embebido por la sangre de Abel y se tornaría un fugitivo, vagando sobre la Tierra.

Comentando el primer asesinato practicado en la Tierra, dice el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira:

1.jpgAdán y Eva que se sabían, entonces, destinados a la muerte, antes de morir pasaron por esta tragedia terrible de ver el hijo de la bendición, el hijo de la predilección, Abel, el dulce Abel, el justo, el magnífico, prostrado en el piso, ¡muerto! ¡Ellos nunca habían visto un muerto! No tenían la idea plena, tal vez, de lo que fuese la muerte, porque aquello que no se ve, no se conoce enteramente. ¿Y muerto por quién? Muerto por otro hijo. El fratricidio innoble derramando en el suelo la sangre del justo que, según dice la Biblia, subía hasta el cielo llorando a Dios por venganza.

Y nosotros podemos imaginar lo trágico del primer funeral en la Tierra: Eva sollozando, Adán golpeándose en el pecho, Caín loco despareciendo a lo largo de los caminos, los otros hijos abriendo en cualquier lugar al azar, en la tierra, un túnel. Se cierra la sepultura, se encierra la historia de Abel…[1]

El pecado causa tristeza y la virtud alegría

El «rostro abatido» de Caín indica cómo el pecado trae tristeza, desánimo, pudiendo llegar hasta la desesperación. Mientras que la práctica de la virtud hace con que caminemos de «cabeza erguida», o sea, tengamos alegría, coraje y ufanía por ser católicos.

El Altísimo dijo también a Caín que él precisaría dominar sus malos deseos, es decir, esforzarse para mantener sus pasiones ordenadas. Por causa del pecado original, todo hombre posee tendencias para el mal; sino es necesario amar a Dios, luchar y rezar para cohibirlas, como hizo el justo Abel.

¿Por qué el Creador aceptó el sacrificio de Abel y rechazó el de Caín?

Porque Abel, para prestar culto a Dios, sacrificó sus mejores corderos, mientras Caín quemó frutos deteriorados. Si queremos agradar a Dios, debemos desear que para adorarlo las iglesias, los paramentos litúrgicos, los cánticos sean dignos y bellos; en fin todo lo que hay de mejor debe ser ofrecido al Altísimo.

El justo Abel era un varón de Fe, como afirma San Pablo: «¡Por la Fe, Abel ofreció a Dios un sacrificio mejor que el de Caín; gracias a ella, recibió el testimonio de ser justo, pues Dios atestiguó el valor de sus ofrendas; y gracias a ella, incluso después de muerto, Abel todavía habla!» (Hb 11, 4). Al paso que Caín no poseía esa virtud, y estaba carcomido por el egoísmo.

Además de eso, el impío Caín estaba dominado por el orgullo, al respecto del cual afirma el Padre Adolphe Tanquerey [2]: Enseñan los Santos Padres que el orgullo «es la raíz de todos los otros vicios, y que además corrompe muchos actos virtuosos, porque nos lleva a practicarlos con intención egoísta». Y agrega: Uno de los vicios más protuberantes que nace del orgullo es la envidia, la cual incita al odio. Y Abel poseía la virtud de la humildad, la cual es el sustentáculo de todas las virtudes, como enseña San Gregorio Magno: «Todos los dones de Dios y todas las virtudes mueren sin la humildad.»[3]

Henoc fue arrebatado por Dios

Después de la muerte de Abel, Adán y Eva tuvieron un tercer hijo, que se llamó Set, así como otros hijos e hijas. Set tuvo varios descendientes, entre los cuales Henoc, «el séptimo Patriarca después de Adán» (Jd 14). Respecto a Henoc, la Sagrada Escritura afirma que él «vivió trescientos sesenta y cinco años. Como Henoc andaba con Dios, desapareció, pues Dios lo había arrebatado» (Gn 5, 23-24).

Siglos después, algo semejante ocurrió con el Profeta Elías, que fue llevado al cielo por «un auto de fuego y caballos de fuego» (2Rs 2, 11).

Ambos vendrán poco antes del fin del mundo para luchar contra el Anticristo[4].

Pidamos a Nuestra Señora, la esclava del Señor, que nos dé la virtud de la humildad a fin de que jamás cedamos a cualquier tentación de orgullo, y de esa forma hagamos todo por puro amor de Dios, como el justo Abel.

Por Paulo Francisco Martos

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[1] In: Dr. Plinio. São Paulo: Retornarei, n. 45, dezembro de 2001, p. 7e 8.

[2] Compêndio de Teologia Ascética e Mística. 6. ed. Porto: Livraria Apostolado da Imprensa, 1961, p. 400, 405-406.

[3] BARBIER, Abade. Tesoros de Cornelio a Lapide. Extracto de los comentarios de este célebre autor sobre la Sagrada Escritura. Madri: Librerias de Miguel Olamendi e outros. 1866, vol. 2, p. 393.

[4] FILLION, Louis Claude. La Sainte Bible commentée. 6. ed. Paris: Letouzey et ané. 1923, vol. 1, p. 39.

 

 

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