viernes, 19 de abril de 2024
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Neuschwanstein: Llegó la hora del rescate de la inocencia

Redacción (Viernes, 12-09-2014, Gaudium Press) Inocencia, que palabra bella. Define no solo el estado de un alma que «acabada» de salir de las manos de Dios no ha cometido pecado, sino la de alguien que vuela con toda su fuerza hacia lo maravilloso, hacia lo dorado, hacia Dios.

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Foto: Neuschwanstein.de

De Luis II de Baviera se tejen todo tipo de leyendas, se repiten historias falsas o ciertas; entretanto no podemos sino afirmar que su castillo arquetípico, el más perfecto, el soñado, Neuschwanstein, es esencialmente inocente, y que forzosamente refleja lados inocentes de su alma. Esos brillos de candura convertidos en piedra y torres siguen extasiando al contemplativo.

Construido en una época de redescubrimiento de la maravilla gótica (de 1869 a 1886), Neuschwanstein no tiene nada de «godo» (gótico viene de godo), es decir de bárbaro: es simplemente un castillo de cuento de hadas, de esos que uno creía que solo podían ser pintados o imaginados, que parece medio irreal, que quisiera elevarse del pico de montaña del cual es corona para ir hacia el cielo.

Sus dos torres terminadas en almenas, que custodian la entrada, son centinelas que acogen y vigilan con imponencia y desafío al que hasta allí consiguió arribar. El cuerpo inicial da acceso a un patio de armas que súbitamente se choca con un cuerpo central delgado y altivo, de 8 niveles hacia arriba. Nada aquí de los meros dos o tres pisos de un Versalles al que el duque de Saint-Simon dice que se le quedó debiendo el techo.

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Foto: Natalie

El «techo» de ese bloque central de Neuschwanstein es de dos aguas, que no terminan de caer cuando nuevamente las torres nos impelen hacia el cielo, torres a los costados, torres atrás, asimétricas, serenas pero sorpresivas y originales, así como era la Edad Media, torres que terminan en puntas cónicas, que a su vez siguen en agujas que insisten hacia el cielo.

Quien mira de frente a Neuschwanstein encuentra a la derecha del patio de armas otra torre no tan alta como la de atrás, pero casi tan elevada como la construcción principal. Una torre que vista de lado permite imaginar la cabeza de un cisne que se completa con el conjunto. De hecho Neuschwanstein en español traduce «Nuevo Cisne de Piedra». Sí, Neuschwainstein es también un cisne; cuidado, no un ganso, o un pato, o un bonito colibrí, no: es un aristocrático cisne.

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Foto: James Diewald

Neuschwanstein es lindo en un día soleado que resalta el naranja de su fachada y sus otras tonalidades externas: así es sencillamente brillante. Neuschwanstein es también lindo en los tiempos de la fría y blanca nieve, a la manera de un gigantesco armiño que se recogió con su sedoso pelaje en la cúspide de la montaña, para desde allí admirar el amplio paisaje mientras pasa el invierno. Neuschwanstein es lindo desde lejos, es lindo visto de perfil, es bello desde la base de la montaña, es maravilloso desde su entrada, es precioso en su interior.

– ¿Qué haces perdiendo el tiempo, mirando o pensando en castillos de cuentos de fantasías? Mejor trabaja, o dedícate a rezar…

– Vete de aquí, no me importunes. O mejor ven. Recemos, sí. Pero contemplando esta maravilla que nos lleva de muchas maneras al paraíso, que nos trae los aromas de la límpida inocencia, que nos eleva, nos prepara y nos va acostumbrando por asimilación a las bellezas eternas del Reino celestial…

Llegó la hora del rescate de la inocencia: de rescatar la inocencia, y de que la inocencia nos rescate.

Por Saúl Castiblanco

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Foto: Isaac Moto

 

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