viernes, 29 de marzo de 2024
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"Con Jesús la extirpación del mal ocurre mediante el amor", dice el Obispo de Palmas-Francisco Beltrão, Brasil

Palmas-Francisco Beltrão (Lunes, 20-10-2014, Gaudium Press) Mons. José Antonio Peruzzo, Obispo de la Diócesis de Palmas – Francisco Beltrão, en Paraná, escribió un artículo donde afirma que quien toma ciertas páginas bíblicas del Antiguo Testamento para leerlas, quedará aterrorizado delante de ciertas «brutalidades» consignadas en el texto, y hasta se inquietará sobre el carácter «sagrado» de algunos párrafos.

Para el Prelado, uno de los textos más intrigantes es aquel de Deuteronomio 21,18-21, que narra el caso del hijo rebelde. Conforme Mons. Peruzzo, el texto propone lo que sigue: si un hijo es incorregible, si no obedece a su padre ni a su madre, se torna un comilón y borracho, entonces el padre y la madre deben llevarlo a las puertas de la ciudad, donde será apedreado hasta morir. Él afirma que el objetivo de todo eso es extirpar la maldad del medio del pueblo.

«¿Cómo aceptar tanta crueldad? ¿Se puede hablar de un libro inspirado por Dios? ¿Tal salvajería puede ser tolerada en la Biblia? Las decepciones podrían enumerarse. Todavía, más que multiplicar las interrogaciones, es mejor buscar una adecuada comprensión. Al final, evaluar pensamientos de ayer con criterios de hoy nos acerca a interpretaciones injustas. Comencemos por entender la mentalidad educativa y familiar de aquel tiempo», evalúa el Obispo.

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Regreso del Hijo pródigo por Domenico Feti

De acuerdo con él, eso pasó en torno de 615 a.C., y en Israel y pueblos vecinos, el poder y autoridad del padre sobre los hijos era mucho más amplia y también más fuerte que el texto mencionado. En realidad, el Prelado explica que cada texto bíblico es siempre «hijo cultural» del tiempo y lugar en que fue escrito, pero también da un paso adelante. Mons. Peruzzo destaca que respecto a medidas tan implacables, hay una gran evolución si comparado con escritos anteriores o con aquellos de los pueblos vecinos.

«Es la presencia de la figura de la mujer, de la madre, en el juzgamiento del hijo. En una sociedad que anulaba la presencia e influencia de la mujer, es que los sentimientos maternos son incluidos en los caminos de discernimiento que definen el futuro del hijo rebelde. Es la gran evolución.»

Según el Obispo, no era más suficiente apenas la disciplina normativa, o sea, no se trataba apenas de hacer valer la ley, el texto dice: «…el padre y la madre lo llevarán a los ancianos de la ciudad…» (v. 19). Para el Prelado, los adjetivos «padre» y «madre» no tienen apenas denotación de tipo biológico (genitor/genitora), o sociológico (patriarca), sino es la relación de padre y de madre a tener prevalencia en decisión tan grave.

«Hay dos grandes pasos aquí: el primero es que relación de padre y de madre con su hijo rebelde, el amor por el hijo, aunque rebelde, se sobrepone al simple valor de la ley disciplinaria y amenazadora. El otro, no menos importante, es la inclusión de la fuerza materna y femenina a tornarse parámetro en situación tan seria. Hasta entonces, no se pensaba en tamaño cambio. La madre quedaba apenas con el dolor. A partir de entonces también pasaba a decidir. El amor materno pasó a tener valencia», enfatiza.

Conforme Mons. Peruzzo, este fue uno de los pasos, de entre muchos, hasta llegar a la gran experiencia de bondad que la Sagrada Escritura nos lega. Él afirma que el Antiguo Testamento abrió caminos que culminaron en Jesucristo, pues, con Él, nunca la misericordia de Dios encontró enseñanza y testimonio tan vivo cuanto en sus palabras y gestos.

El Obispo se refiere, especialmente, a la Parábola del Hijo Pródigo (Lc 15, 11-32), que habla de la historia de un padre, que tenía dos hijos, y uno de ellos quiso sus derechos de herencia: los recibió y partió, gastó todo lo que tenía y cayó en la miseria, restándole apenas el amor de su padre; fue entonces que volvió a pedir empleo, y el padre lo acogió y festejó, haciendo que el hermano, aquel que nunca transgrediera ningún orden, quedase amargado porque el padre fue bueno. «El padre argumentó que era justo acoger a quien estaba muerto y volvió a vivir», recuerda el Prelado.

«Ahora el concepto de justicia es bien otro. En tiempos antiguos el objetivo era extirpar la maldad del medio del pueblo. Para tanto hasta medidas extremas de punición podrían encontrar legitimidad. Pero hubo progresividad en los caminos bíblicos de comprensión de los límites y los tropiezos humanos», completa.

Por último, Mons. Peruzzo resalta que con la entrada de Jesucristo en la historia humana la misericordia de Dios alcanzó un lenguaje jamás imaginado, pues lo que antes se expresaba con lenguaje de disciplina y normas de severidad evolucionó para el perdón incondicional. Para él, antes se quería «extirpar el mal» eliminando su autor, pero con Jesús la «extirpación» ocurre mediante el amor que perdona.

Concluyendo, el Obispo refuerza que la página difícil (Dt 21,18-21) era un importante paso de un camino de encuentro entre Dios y los que se dejan amar por Él. «Antes la amenaza de punición forzaba a obedecer. Después el amor del padre atrajo, de regreso para casa, aquel que descubrió el alcance liberador de la obediencia amorosa», agregó. (FB)

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