viernes, 29 de marzo de 2024
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Vuelo de gaviota

Redacción (Jueves, 27-11-2014, Gaudium Press) Es un ave marina con un vuelo irregular pero con una «picada» sensacional. Dios Nuestro Señor se complació dándole notas bellísimas en su contextura y su potencia. Pico y patas fuertes de color naranja, alas de buena envergadura, plumaje compacto y una agradable combinación de colores simples pero apropiados. A veces se la ve «planeando» sin objetivos, escrutando el mar, dejándose llevar por las corrientes suaves del viento, a veces aleteando fuertemente con un rumbo fijo en dirección a un acantilado desde donde hará guardia un rato protegiendo el nido o simplemente descansando. No son muy pacíficas pero sí excelentes cazadoras en el aire. Su fuerte está en la forma como se precipita sobre la presa -generalmente un pez, en una «Picada» que las ha hecho famosas. Los alemanes copiaron el diseño de las alas que Dios dio a las gaviotas y esa forma de clavarse casi verticalmente en su aterrador bombardero Stuka de la segunda guerra mundial.

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Ha inspirado también poemas, claro está, canciones populares y sentimentales, ha sido tema de pintores y atracción de fotógrafos que les han atrapado el vuelo incluso artísticamente o para observarlas y clasificarlas mejor. Como todas las aves que Dios nos regaló para conocerlo y amarlo más, ella tiene sus características propias que la diferencian bien del pato, el águila, la paloma o el búho. Y ese fue el tema del buen Juan Salvador Gaviota del escritor estadounidense Richard Bach, descendiente de esa familia de compositores musicales y piloto apasionado con su oficio.

Drama de la vida real de quienes en algún momento quieren salirse de los moldes establecidos por una sociedad estancada, sin que eso signifique ruptura, brutal crítica o rechazo a ella, pero sí una nueva forma de proponer y explorar otras dimensiones para la especie. Porque innovar no es destruir el legado de los mayores ni ponerlo en picota pública con notas de burla y desprecio. Simplemente es aportar algo más a lo mejor y más bello de lo que se ha construido en sociedad. Pero esto fue precisamente lo que no le entendió al pobre Juan Salvador en su momento, una bandada en decadencia que se había limitado a esperar que los barcos anclados arrojaran los desperdicios al mar para ir a disputárselos en medio de una algarabía y peleadera indignas de gaviotas altivas cuya fuerza propulsora era volar, cazar y pescar en medio del riesgo y la lucha caballeresca, como en un combate aéreo, cosa totalmente contraria a la parálisis de las fuerza directriz de su propia especie de aves marinas de alto y largo vuelo. Juan salvador estaba decepcionado.

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Adelgazaba y se desnutría apartándose de la decadente bandada, subiendo a grandes alturas inalcanzables por los otros, dejándose llevar por las corrientes de la gracia de Dios, remontando ríos para ir tierra adentro y ver nuevos panoramas distintos al mar, intentando nuevas picadas y precipitaciones sobre las presas, y algo mucho más extraño entre la bandada: Intentar el vuelo, la caza y la pesca nocturnas. Valerosa sensación de lucha en medio de la aridez y sin consolaciones espirituales. Noches oscuras de alma en las que tenemos que seguir navegando con confianza en la Providencia. Todo eso le parece extraño a la bandada anquilosada que logró acomodarse en este mundo, apoltronada cómodamente a la orilla, secándose las plumas y matando piojos sin esperanza en nada: solo vivir y comer.

Juan Salvador buscaba corrientes más altas y veloces, descubriendo que eran vías más seguras para alcanzar las metas, se descolgaba desde alturas impresionantes sin temor y entera confianza en la Providencia, se dio cuenta que desde muy alto el mar revelaba mejor sus profundidades, que tierra adentro había otros panoramas para conocer y conquistar. A pesar del esfuerzo, las dificultades y el sufrimiento que le aportaba experimentar ese intento de transformarse en un ángel, no le importaba el dolor porque era feliz con su esperanza. De tanto navegar y probar, al fin encuentra otras almas gaviotas semejantes con las que hará consonancia espiritual y colaboración mental armónica para siempre. Todos llevamos un Juan Salvador gaviota adentro, y quiere volar más alto y rápido de lo que recomienda la moderación de la bandada conforme esperando pensionarse.

Por Antonio Borda

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