martes, 16 de abril de 2024
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En mensaje de inicio de año, Cardenal Cañizares recuerda que la cuestión principal del hombre es creer o no creer en Dios

Valencia (Miércoles, 14-01-2015, Gaudium Press) En mensaje de inicio de año a su feligresía, el Cardenal Arzobispo de Valencia, Mons. Antonio Cañizares, recordó que «la cuestión principal del hombre de siempre, también del de nuestros días, es, con mucho, creer o no creer en Dios, reconocerlo o no reconocerlo, aceptarlo o no aceptarlo, abrirse o no a su amor y a su don de misericordia y ternura que no tiene límites».

«Dios es el único asunto central y definitivo para el hombre y para la sociedad» insistió el purpurado. Y de ahí concluyó: «El silencio, olvido o abandono de Dios es, sin duda, el acontecimiento más decisivo y la indigencia más dramática de nuestro tiempo. No hay nada que se le pueda comparar en radicalidad y en lo vasto de sus consecuencias».

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Foto: Revistaecclesia.com

¿Qué consecuencias funestas? Las primeras, afectan directamente a la esencialidad del hombre. «El olvido de Dios quiebra interiormente el verdadero sentido del hombre, altera en su raíz la interpretación de la vida humana y debilita y deforma los valores éticos. Una sociedad sin fe es una sociedad más pobre y angosta».

En el año que la Iglesia celebra el V centenario del nacimiento de Santa Teresa, el Cardenal Cañizares recordó el dictado que ella hizo famoso: «Sólo Dios basta». «Necesitamos dirigir nuestra mirada a Dios, avivar nuestra experiencia de Él, acrecentar nuestro conocimiento sapiencial de Él, fortalecer nuestra fe en Él. Y ello, para poder responder a esa pregunta que nos llega con verdadero clamor desde los hombres de hoy, desde situaciones tan distintas y desde experiencias tan diversas, a veces dramáticas: ‘¿Dónde está vuestro Dios?’ «.

A esos hombres debemos dar una respuesta, para lo que es preciso «ahondar, reavivar y fortalecer el conocimiento de Dios, Dios de misericordia, revelado en el rostro humano de Jesucristo, Hijo de Dios vivo. Harían muy bien los catequistas y profesores de religión en adentrarse en este conocimiento vivo y profundizado, meditado e interiorizado, para avivar su experiencia de Dios y comunicarla en la catequesis o en la enseñanza religiosa. Haríamos muy bien los sacerdotes en interiorizar y afianzar este conocimiento a través del estudio sosegado, de la meditación y de la oración contemplativa, para predicar a Dios con palabras nuevas y vigorosas que brotan de la experiencia acrecida y renovada de Dios misericordioso».

El purpurado invitó también a avivar «nuestra vida de oración, para que se renueve y fortalezca nuestra experiencia de Él, para que así hablemos de Dios a un mundo tan necesitado de Él como la tierra reseca está necesitada del agua para que florezca en ella la vida».

Orar será una confesión tácita de que «sin Dios nada podemos hacer, que todas nuestras empresas nos las realiza Él y que nada verdaderamente digno podríamos llevar a cabo si no contamos con su amor y su gracia». En sentido contrario «el olvido de la oración es olvido de Dios; y el olvido de Dios es olvido del hombre».

Finalmente el purpurado invitó a toda la comunidad diocesana valenciana a centrar «nuestra mirada y nuestro corazón en Dios, infinito en su misericordia, revelado en la humanidad de su Hijo, Jesucristo, en quien tenemos, vemos y palpamos todo el Amor, cuya contemplación ‘saca amor’ » y a intensificar en personas y comunidades el sentido y el gusto por la oración. «La vida de oración es el respiro de nuestras almas y prenda cierta de vitalidad cristiana».

Con información de la Archidiócesis de Valencia

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