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Comienzan las plagas de Egipto

Redacción (Viernes, 13-03-2015, Gadudium Press) Iniciando su ministerio profético, Moisés, fiel instrumento en las manos de Dios, hace caer sobre el faraón y el pueblo egipcio terribles castigos, por no haber obedecido las órdenes del Altísimo.

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La plaga de las moscas

Moisés y Aarón -que tenían, respectivamente, 80 y 83 años de edad- se presentaron al faraón y le dijeron que él debería dejar, durante tres días, al pueblo hebreo ir al desierto a fin de ofrecer sacrificios a Dios.

El bastón que se transforma en serpiente

El impío faraón no lo permitió, y hasta incluso obligó a los israelitas a trabajar mucho más. Entonces, los capataces judíos fueron hasta Moisés y Aarón y, acremente, les dijeron que los dos hermanos eran los responsables por tal situación.

Preocupado, Moisés se dirigió a Dios, el cual le mandó a decir al pueblo israelita que el Señor los sacaría de aquella esclavitud y los introduciría en la tierra que Él prometiera dar a Abraham, Isaac y Jacob. Él así lo hizo, pero el pueblo no le escuchó.

Esa falta de fe fue el primer gran sufrimiento que el pueblo hebreo causó a Moisés; pero él no se desanimó y continuó su heroica caminata.

Moisés y Aarón volvieron a hablar con el faraón, que les pidió una señal. Aarón arrojó su bastón al suelo, y éste se transformó en serpiente. El faraón mandó llamar a los hechiceros de Egipto, que hicieran lo mismo. Pero el bastón de Aarón tragó las varas de los otros.

Comenta Plinio Corrêa de Oliveira: «Hubo entonces la conocida lucha entre los Ángeles, que practicaban milagros por orden del Altísimo, y los demonios que, a través de los magos egipcios, imitaban los prodigios de Moisés.»

Primera plaga: las aguas se transforman en sangre

Entretanto, el faraón no atendió al pedido de Moisés y Aarón. Y por eso se inició la primera de las diez plagas de Egipto.

El Señor dice a Moisés que mandase a Aarón a herir con su bastón las aguas del Nilo, en presencia del faraón y de sus ministros; después de eso, ellas se transformaron en sangre y todos los peces murieron.

Algunos autores, movidos tal vez por falta de Fe, afirman que las aguas no se transformaron en sangre, sino que simplemente quedaron rojizas como sucede anualmente en el Nilo, debido a miríadas de hongos de ese color. A eso, el gran exegeta Fillion responde:

«Sin embargo, este sentimiento no es conforme ni al texto, simple y literalmente entendido, ni a la interpretación bíblica (cf. Sb 11, 7) […], ni a la explicación común de los Padres y de los Doctores, varios de los cuales conocían, entretanto, el fenómeno anual llamado del ‘Nilo rojo’. Se trata, pues, de sangre propiamente dicha».

«Los magos de Egipto hicieron lo mismo con sus encantamientos -o sea, con una pequeña cantidad de agua recogida de algún pozo; y el faraón, continuando con su corazón endurecido, no atendió al pedido de Moisés y Aarón» (Ex 7, 22).

Segunda y tercera plagas: ranas y mosquitos

Después de siete días, obedeciendo las órdenes dadas por Dios a Moisés, Aarón extendió su bastón sobre los ríos, canales, pantanos; enseguida, ranas invadieron Egipto, penetrando inclusive en el palacio real y hasta sobre el lecho del faraón. Los magos hicieron lo mismo, y de esa forma apenas agravaron la plaga.

El faraón mandó llamar a Moisés y Aarón, y les pidió que alejasen las ranas, y después dejaría a los hebreos partir a ofrecer sacrificios al Señor. Moisés suplicó a Dios y el castigo cesó.

Pero ese faraón era un hombre falso. Viéndose libre de las ranas, no atendió al pedido de Moisés y Aarón.

Dios, entonces, ordenó a Moisés que hablase con su hermano, para que este golpease con su bastón el polvo de la tierra, a fin de que se transformase en mosquitos. Los hechiceros, no consiguiendo hacer lo mismo, dijeron al faraón: «Aquí está el dedo de Dios. Pero el faraón continuó obstinado» (Ex 8, 15).

Cuarta y quinta plagas: moscas azules y pestes de los animales

Dios castigó, entonces, a Egipto con moscas azules que infestaron todo el país, con excepción de las casas donde residían los hebreos, en la tierra de Gessen.

El faraón mandó llamar a Moisés y Aarón y les dijo que los hebreos podrían realizar su culto, pero sin salir del país. Moisés le respondió: «No conviene hacer así, pues el sacrificio que nosotros ofrecemos al Señor nuestro Dios es abominación para los egipcios […]. Tenemos que caminar tres días por el desierto para ofrecer sacrificios» (Ex 8, 22-23).

«Abominación» porque serían inmolados animales que los egipcios consideraban sagrados. El gran historiador austríaco Weiss habla de los cuidados que ellos proporcionaban a ciertos animales: baños calientes, perfumes, alimentos preparados; y cuando morían hacían un entierro dispendioso, como sucedió con el buey apis, cuyo cuerpo fue colocado en una cámara dorada y conducido por un barco, a través de un río, hasta Menfis.

El faraón cedió, las moscas desaparecieron, pero luego después prohibió que los hebreos saliesen.

El Altísimo mandó otra plaga: una peste mortífera alcanzó a los animales de Egipto. «Perecieron todos los rebaños de los egipcios, pero no murió un solo animal de los rebaños israelitas» (Ex 9, 6). Incluso así, el faraón no permitió que los hebreos se retirasen.

Que el santo profeta Moisés, cuya memoria la Iglesia conmemora el día 4 de septiembre, obtenga de Nuestra Señora para cada uno de nosotros la gracia de cumplir nuestra misión específica, jamás desanimando por mayores que sean las dificultades que se nos presentan.

Por Paulo Francisco Martos
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1 ) CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Moisés, prefigura do Redentor, in Dr. Plinio, n. 90, setembro 2005, p. 26.
2 ) FILLION, Louis-Claude. La Sainte Bible commentée. 6. ed. Paris: Letouzey et ané. 1923, v. 1, p. 210.
3 ) Cf. Idem, ibidem, p. 210.
4 ) Cf. Idem, ibidem, p. 211.
5 ) Cf. Idem, ibidem, p. 213.
6 ) Cf. WEISS, Johann Baptist. História Universal. Barcelona: La Educación. Vol. I, 1927, p.544-545

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