jueves, 18 de abril de 2024
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"Las llagas de Jesús son llagas de misericordia": Papa en la homilía del II Domingo de Pascua

Ciudad del Vaticano (Martes, 14-04-2015, Gaudium Press) En la homilía de la Misa del II Domingo de Pascua, el Papa Francisco trató de la misericordia divina. Este domingo fue instituido por Juan Pablo II como siendo el «Domingo de la Misericordia». Y el Papa afirmó en su sermón: «Las llagas de Jesús son llagas de misericordia».

El Santo Padre habló del trecho del Evangelio del día, cuando Jesús aparece a sus discípulos mostrando sus llagas, para que viesen que no se trataba de una visión: «Hoy -dijo el Papa- el Señor nos muestra también, a través del Evangelio, sus llagas. Son llagas de misericordia. ¡Es verdad! Las llagas de Jesús son llagas de misericordia». «Jesús nos invita a contemplar estas llagas, nos invita a tocarlas -como hizo con Tomás- a fin de curar nuestra incredulidad. Nos invita sobre todo a entrar en el misterio de estas llagas, que es el misterio de su amor misericordioso».

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Las llagas de Jesús nos abren todo su misterio, dijo el Papa

Francisco comentó que a través de esas llagas, «como por una brecha luminosa, podemos ver todo el misterio de Cristo y de Dios: su Pasión, su vida terrenal -llena de compasión por los pequeñitos y los enfermos- su encarnación en el vientre de María. Y podemos remontar a toda la historia de la salvación: las profecías -especialmente las del Siervo de Yahweh-, los Salmos, la Ley y la Alianza, hasta la liberación de Egipto, a la primera Pascua y a la sangre de los corderos inmolados; y remontar todavía a los Patriarcas hasta Abraham y, más allá en la noche de los tiempos, hasta Abel y su sangre que clama de la tierra. Todo esto podemos».

Solo Dios llena los vacíos que el Mal abre en nuestros corazones

El Papa observó que es «Jesús, hecho hombre y muerto en la cruz, que llena el abismo del pecado con el abismo de su misericordia».

Muchas veces, delante de los acontecimientos trágicos de la historia humana, nos preguntamos: «¿Por qué?»: «La maldad humana puede abrir en el mundo como que zanjas, grandes vacíos: vacíos de amor, vacíos de bondad, vacíos de vida. Y nos surge entonces la pregunta: ¿Cómo podemos llenar estas zanjas?

A nosotros, es imposible; solo Dios puede llenar estos vacíos que el mal abre en nuestros corazones y en nuestra historia. Es Jesús, hecho hombre y muerto en la cruz, que llena el abismo del pecado con el abismo de su misericordia».

«Jesús Crucificado y Resucitado, y de modo particular «sus llagas llenas de misericordia» son «el camino que Dios nos abrió para salir de la esclavitud del mal y de la muerte y entrar a la tierra de la vida y la paz», dijo el Papa, prosiguiendo: «Los Santos nos enseñan que se cambia el mundo a partir de la conversión del propio corazón»: «Y esto sucede gracias a la misericordia de Dios. Por eso, ya sea delante de mis pecados, ya sea delante de las grandes tragedias del mundo, «la consciencia se sentirá turbada, pero no será abalada, porque me acordaré de las heridas del Señor».

Teniendo la mirada puesta en las llagas de Jesús Resucitado y con las expresiones «Su amor duró para siempre» y «su misericordia es eterna», el Papa Francisco invitó a que caminemos por las estradas de la historia, «con la mano en la mano de nuestro Señor y Salvador, nuestra vida y nuestra esperanza». (JSG)

Aquí transcribimos la homilía del Papa Francisco en este Domingo de la Misericordia:

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO

San Juan, presente en el Cenáculo con los otros discípulos al anochecer del primer día de la semana, refiere que Jesús vino, se puso en medio de ellos y dijo: «¡La paz esté con vosotros!». Y «les mostró las manos y el pecho» (20, 19-20), les mostró sus llagas.

Reconocieron, así, que no se trataba de una visión, sino era Él mismo, el Señor, y se llenaron de alegría.

Ocho días después, Jesús vino de nuevo al Cenáculo y mostró las llagas a Tomás a fin de que las tocase como él pretendía para poder creer y tornarse, también él, un testigo de la Resurrección.

Hoy, en este Domingo que San Juan Pablo II quiso titular a la Misericordia Divina, el Señor nos muestra también a nosotros, a través del Evangelio, sus llagas. Son llagas de misericordia. ¡Es verdad! Las llagas de Jesús son llagas de misericordia. «Fuimos curados por sus llagas» (Is 53, 5).

Jesús nos invita a contemplar estas llagas, nos invita a tocarlas -como hizo con Tomás- a fin de curar nuestra incredulidad. Nos invita sobre todo a entrar en el misterio de estas llagas, que es el misterio de su amor misericordioso.

A través de ellas, como por una brecha luminosa, podemos ver todo el misterio de Cristo y de Dios: su Pasión, su vida terrenal -llena de compasión por los pequeñitos y los enfermos- su encarnación en el vientre de María. Y podemos remontar a toda la historia de la salvación: las profecías -especialmente las del Siervo de Yahweh-, los Salmos, la Ley y la alianza, hasta la liberación de Egipto, la primera Pascua y a la sangre de los corderos inmolados; y remontar también a los Patriarcas hasta Abraham y, más allá en la noche de los tiempos, hasta Abel y su sangre que clama de la tierra. Todo esto podemos ver a través de las llagas de Jesús Crucificado y Resucitado y, como María en el Magníficat, podemos reconocer que «su misericordia se extiende de generación en generación» (Lc1, 50).

A veces, delante de los acontecimientos trágicos de la historia humana, nos quedamos como aplastados y nos preguntamos: «¿Por qué?». La maldad humana puede abrir en el mundo como que zanjas, grandes vacíos: vacíos de amor, vacíos de bondad, vacíos de vida. Y nos surge entonces la pregunta: ¿Cómo podemos llenar estas zanjas? A nosotros, es imposible; solo Dios puede llenar estos vacíos que el mal abre en nuestros corazones y en nuestra historia. Es Jesús, hecho hombre y muerto en la cruz, que llena el abismo del pecado con el abismo de su misericordia.

En uno de sus comentarios al Cantar de los Cantares (Disc. 61, 3-5: Opera omnia 2, 150-151), San Bernardo se detiene precisamente sobre el misterio de las llagas del Señor, usando expresiones fuertes, corajudas, que nos hacen bien retomar hoy. Dice él que, «a través de las heridas del cuerpo, se manifiesta la recóndita caridad del corazón [de Cristo], se torna evidente el gran misterio del amor, se muestran las entrañas de misericordia de nuestro Dios».

Tenemos aquí, hermanos y hermanas, el camino que Dios nos abrió, para que salgamos, finalmente, de la esclavitud del mal y de la muerte y entremos en la tierra de la vida y la paz. Este Camino es Él -Jesús, Crucificado y Resucitado- y lo son, de modo particular, sus llagas llenas de misericordia.

Los Santos nos enseñan que se cambia el mundo a partir de la conversión del propio corazón, y esto sucede gracias a la misericordia de Dios. Por eso, ya sea delante de mis pecados, ya sea delante de las grandes tragedias del mundo, «la consciencia se sentirá turbada, pero no será abalada, porque me acordaré de las heridas del Señor. De hecho, «fue traspasado por causa de nuestros crímenes» (Is 53, 5). ¿Qué habrá de tan mortal que no pueda ser disuelto por la muerte de Cristo? » (ibid.).

Con la mirada dirigida hacia las llagas de Jesús Resucitado, podemos cantar con la Iglesia: «Su amor dura para siempre» (Sal117, 2); su misericordia es eterna. Y, con estas palabras grabadas en el corazón, caminemos por las estradas de la historia, con la mano en la mano de nuestro Señor y Salvador, nuestra vida y nuestra esperanza.

 

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