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Las "razones" de Caín

Redacción (Viernes, 16-04-2015, Gaudium Press) Caín y Abel, son dos personalidades en las Sagradas Escrituras que han servido para comprender algunos matices del alma humana degradada por los efectos del Pecado Original. Manuel Vincent y José Saramago -para hablar de escritores contemporáneos- han escrito novelas donde más sale mal librado el buen Abel que el propio Caín. Se diría una obsesión en muchos escritores tratar de explicar con sus propia imaginación, creatividad y palabras, el drama de la envidia.

Uno representando el apego a este mundo y sus halagos aunque se sea consciente de que son pasajeros, otro enteramente sometido a la santa voluntad de Dios. En realidad Caín y Abel son claramente dos prototipos históricos humanos imposibles de ignorar o desconocer incluso en este mundo contemporáneo.

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Caín y Abel, representación en la Catedral de Salamanca

Tanto escarbar e indagar, suponer y conjeturar para saber que en el Génesis y las enseñanzas de la Iglesia está muy claro que tras la desobediencia de Eva y Adán, Dios no maldijo al hombre sino a la tierra….por culpa del hombre, claro está, con lo cual con fatiga habría de sacarse el alimento para todos los días de la vida. Esta fue la herencia que les tocó a Caín (el primogénito) y a su hermano Abel. Sin embargo Abel se dedicó a pastorear rebaños y no a sembrar, oficio que libre y voluntariamente sí le dio a Caín por ejercer. Labrar la tierra, sembrar y recoger la cosecha parece ser un trabajo mucho más duro que el de ganadero buscando pastos para su rebaño, aunque éste no dejaba de ser arriesgado, monótono y también fatigante para una humanidad caída y todavía con añoranzas paradisiacas muy frescas en el alma.

La diferencia no estuvo sin embargo en el oficio al que cada cual se dedicó sino en la manera como lo asumieron. Lo más fatigante siempre da mayor mérito y en eso muy probablemente no pensó Caín quizá estragando un bello plan de Dios para el futuro de la humanidad. Caín que -seguramente por el ejemplo de Adán- hacía como Abel sacrificios periódicos del resultado de su trabajo a Dios Nuestro Señor, pero al parecer no de tan buena voluntad pues dice el Génesis que simplemente ofrecía los frutos de la tierra mientras que Abel ofrecía las primicias y la grasa de sus animales, lo cual agradó más a Dios.

Seguramente el humo del altar de Abel subía como una columna blanca de incienso mientras que el de Caín tendía a dispersarse fastidiosamente sofocante. Entonces parece ser, comenzó en Caín una mala inclinación a compararse que todavía subsiste en el alma humana hasta nuestros días. Eso tal vez lo llevó a pensar con envidia que a él le tocaba más duro el trabajo del que esperaba mayor rendimiento. El pastor tiende a ser como que un contemplativo y a vivir mucho en la reflexión. Todavía hoy también. Al buen agricultor las cosas prácticas tienden a absorberle mucho su atención y llenarlo de preocupaciones confiando más en su talento que en el cuidado de Dios. Dos prototipos humanos que se han podido complementar uno al otro perfecta y amorosamente. Así las cosas, la tensión vino a desembocar en un sordo reclamo de Caín, una insatisfacción en su relación con Dios que seguramente juzgaba injusta, una subestimación del mérito de su esfuerzo y un rabia creciente contra su hermano que lo llevó a cometer el primer homicidio de la historia y de paso a causar el primer huésped en el Seno de Abraham, con dolor inmenso para Adán y Eva que asistían por primera vez a un hombre si vida y con su sangre derramada en la tierra ya maldita y ahora en peor estado por culpa de Caín, el que paradójicamente construyó la primera ciudad de la ciudades tan llenas hoy de salvaje competitividad.

Todo por el vicio de compararnos. De fijarnos más en lo que tiene el otro que en lo que tengo yo. Fijarnos más en lo que le fue dado al prójimo que en lo que me fue dado a mí. Grave estado de espíritu que ha llevado a la destrucción de familias, a las guerras entre naciones, a los odios, rivalidades y competencias desleales, que no sería atrevido decir es posiblemente lo que tiene a la humanidad en el estado de inseguridad y violencia que se encuentra ahora.

Por Antonio Borda

 

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