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Un gran ejército caminando por el desierto

Redacción (Miércoles, 27-05-2015, Gaudium Press) Sabiendo que iría encontrar muchos enemigos en frente, Moisés organizó a los israelitas de forma militar, teniendo por principal objetivo velar por el Tabernáculo, en el cual se encontraba el Arca de la Alianza.
Después que todas las partes del Tabernáculo quedaron listas, Moisés lo montó y le dio el nombre de Tienda del Encuentro (cf. Ex 33, 7).

En el día en que fue inaugurada, una nube la cubrió, la cual tenía apariencia de fuego a la noche. «Siempre que la nube se elevaba de arriba de la Tienda, los israelitas partían; y en el lugar donde la nube paraba, allí ellos acampaban» (Nm 9, 17).

Nadab y Abiú

Estando todavía acampados cerca del Sinaí, ocurrió un terrible hecho envolviendo a los dos hijos mayores de Aarón, Nadab y Abiú, que habían sido ungidos por Moisés como sacerdotes.

Cada uno de ellos tomó su turíbulo, en los cuales «colocaron incienso y ofrecieron al Señor un fuego profano, que no había sido autorizado. Entonces salió un fuego enviado por el Señor, que los devoró» (Lv 10, 1-2).

Moisés ordenó que sus cadáveres fuesen llevados para fuera del campamento, y prohibió que se hiciese luto por la muerte de ellos. En aquellas circunstancias, el luto «habría sido como una protesta contra la conducta del Señor».

Antes de ser sacerdotes, Nadab y Abiú habían recibido la insigne honra de subir al Monte Sinaí, juntamente con Moisés y Aarón (cf. Ex 24, 1), pero no correspondieron a las gracias divinas. En vez de encender sus turíbulos en el altar de los holocaustos, como era precepto, ellos utilizaron un fuego de otra procedencia, designado por la Biblia de «profano». Por el terrible castigo, se nota que cometieron gravísimo pecado.

Las cuatro principales banderas

Antes de partir del Sinaí rumbo a la Tierra Prometida, entonces habitada por pueblos idólatras y corrompidos, el Omnipotente ordenó a Moisés: «Guárdate de hacer alianza con los habitantes de la tierra en la cual vais entrar, para que no se tornen una trampa. Al contrario, derrumbareis los altares, quebrareis las columnas sagradas y cortareis los troncos idolátricos» (Ex 34, 12-13).

Obedeciendo a Dios, Moisés mandó que se realizase un censo, registrando «los nombres de todos los hombres, mayores de veinte años, aptos para la guerra» (Nm 1, 2-3). El objetivo era «la organización militar de Israel […] para la guerra santa a ser emprendida próximamente». Resultado del censo: 603.550 hombres.

Los ejércitos de las Doce Tribus fueron divididos en cuatro grupos, cada uno con su bandera. Según la tradición judaica, en cada bandera estaba representada una de las siguientes figuras: león, hombre, toro y águila. Es más, esos son los símbolos de los cuatro Evangelistas: el león representa a San Marcos; el hombre, a San Mateo; el toro, a San Lucas; el águila, a San Juan. Además de esas cuatro banderas, había muchos otros estandartes menores.

Después de que los israelitas hubiesen permanecido en las cercanías del Sinaí durante aproximadamente un año, la nube que cubría el Tabernáculo se elevó y ellos partieron guiados por ella, cada destacamento siguiendo su bandera.

«Cuando el Arca de la Alianza se ponía en movimiento, Moisés gritaba: » ‘ ¡Levántate, Señor, que se dispersen los enemigos! Huyan delante de Ti los que Te odian’.» (Nm 10, 35).

Durante las caminatas por el desierto, el Tabernáculo siempre estaba en medio de los guerreros; en su frente iban seis ejércitos y, atrás de él, otros seis.

Sepulcros de la gula

Debido a las dificultades que surgían, el pueblo comenzó a murmurar contra Dios. Entonces «el Señor se inflamó de ira» (Nm 11, 1) y lanzó contra ellos un fuego que devoró una extremidad del campamento. Pidieron el socorro de Moisés, que intercedió por ellos junto al Altísimo y el fuego se apagó.

Pero luego después recayeron en su pecado, diciendo: «¿Quién nos dará carne para comer? ¡Estamos recordando los peces que comíamos gratis en Egipto, los pepinos, melones, verduras, cebollas y ajos! Ahora […] no vemos otra cosa sino maná» (Nm 11, 4-6). La expresión «cebollas de Egipto» se tornó proverbial debido a ese trecho de la Sagrada Escritura.

Enojado, Dios dijo a Moisés que les enviaría carne en tal cantidad que les saldría por las narices, provocando náuseas. De hecho, gran número de codornices posó sobre el campamento, y el pueblo comió carne de modo tan desenfrenado que «se inflamó la ira del Señor» (Nm 11, 33). Por eso muchos allí murieron, y aquel lugar pasó a ser llamado de «Sepulcros de la Gula».

La hermana de Moisés es castigada

Moisés ya había enfrentado diversas rebeliones contra él, pero ahora hasta sus hermanos le causan profundo dolor.

Aarón y María criticaron al profeta, diciendo: «¿Acaso el Señor habló solo por Moisés? ¿No habló también por medio de nosotros?» (Nm 12, 2). Indignado contra ellos, Dios hizo que María quedase leprosa.

Aarón luego pidió perdón a Moisés: «Por favor, mi señor, no nos hagas pagar por el pecado que ociosamente cometemos» (Nm 12, 11). El profeta intercedió por María, la cual, después de haber permanecido durante siete días confinada fuera del campamento, quedó curada.

¿Por qué solo María fue castigada, una vez que Aarón también pecara? Porque «ella era la instigadora de ese movimiento de insubordinación».

Que María Santísima nos obtenga la gracia de nunca dejarnos llevar por el igualitarismo, sino amar la jerarquía deseada por Dios.

Por Paulo Francisco Martos

(in Noções de História Sagrada (30) )
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1 – FILLION, Louis-Claude. La Sainte Bible commentée. 6. ed. Paris: Letouzey et ané. 1923, v. 1, p. 352.
2 – Idem, ibidem, p. 351.
3 – Idem, ibidem, p.424-425.
4 – Idem, ibidem, p. 430.
5 – Cf. CORNÉLIO A LÁPIDE. Apud BARBIER, SJ, Jean-André. Tesoros de Cornelio a Lapide. Madri: Librerias de Miguel Olamendi e outros. 1866, v.2, p.247.
6 – Cf. FILLION, Louis-Claude. La Sainte Bible commentée. 6. ed. Paris: Letouzey et ané. 1923, v. 1, p. 462.
7 – Idem, ibidem, p. 351.
8 – Idem, ibidem, p.424-425.
9 – Idem, ibidem, p. 430.
10- Cf. CORNÉLIO A LÁPIDE. Apud BARBIER, SJ, Jean-André. Tesoros de Cornelio a Lapide. Madri: Librerias de Miguel Olamendi e outros. 1866, v.2, p.247.
11 – Cf. FILLION, Louis-Claude. La Sainte Bible commentée. 6. ed. Paris: Letouzey et ané. 1923, v. 1, p. 462.

 

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