viernes, 19 de abril de 2024
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Joven de Saltillo, México, muere en brazos del Obispo en el lugar de su asesinato

Saltillo (Martes, 11-08-2015, Gaudium Press) Un joven de 25 años de edad encontró la muerte de manera inesperada cuando dos criminales lo asaltaron para robar su celular en el centro de la ciudad de Saltillo, México. Sin embargo, en esta tragedia también encontró la salvación, ya que cerca del lugar se encontraba su Obispo, Mons. Raúl Vera López, quien fue testigo de parte de los hechos y quien acudió para auxiliarlo e impartirle los sacramentos durante los últimos instantes de su vida.

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El Obispo de Saltillo, México, Mons. Raúl Vera.

Arturo Alejandro Obregón Martínez se disponía a cruzar una calle junto a un amigo de la familia en las horas de la noche, cuando fueron abordados por dos criminales que lo golpearon brutalmente en la nuca. El joven cayó a la vía inmediatamente y los vehículos alcanzaron a frenar para no arrollarlo. La intervención rápida de varios testigos evitó que los maleantes se llevaran los teléfonos celulares de los asaltados y éstos huyeron de inmediato.

Mons. Raúl Vera se encontraba cerca del lugar de los hechos, siendo testigo de parte de los acontecimientos. Al darse cuenta del peligro de muerte del muchacho lo asistió espiritualmente y se mantuvo en todo momento en el lugar de los hechos hasta la llegada tardía de los organismos de emergencias. Según los reportes del periódico local Zócalo, el joven murió en brazos del Obispo.

En situaciones de peligro inminente de muerte, un sacerdote puede administrar el sacramento de la Penitencia aun cuando el creyente no tenga tiempo de vida suficiente o capacidad de confesar verbalmente sus culpas. En estos casos el presbítero puede pronunciar sobre el moribundo la fórmula de absolución sacramental, omitiendo las demás partes del rito. Si no se encuentra presente un sacerdote, se aconseja motivar a la persona a realizar un acto de contrición perfecta con el fin de que dedique los últimos instantes de su vida a pedir perdón de manera sincera a Dios por los pecados que haya cometido y confiar en la misericordia de Dios la salvación de su alma.

Con información de Zócalo.

 

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