viernes, 29 de marzo de 2024
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"Los consagrados testimonian el amor de Dios en el mundo", dice el Arzobispo de Puerto Alegre

Puerto Alegre (Miércoles, 12-08-2015, Gaudium Press) Mons. Jaime Spengler, Arzobispo de Puerto Alegre, en Río Grande del Sur, Brasil, escribió un artículo sobre la vida consagrada, que hace de Dios y de su amor por la humanidad la referencia mayor de su búsqueda, pues ella quiere ser señal de aquella realidad escatológica, en la cual Dios será todo en todas las cosas.

Conforme el Prelado, el amor de Dios y de los hombres atrajo a lo largo de la historia hombres y mujeres -y continúa atrayendo aún hoy- que abandonaron todo y acogieron el desafío de la consagración. Él explica que esa consagración es asumida como camino de vida para lanzarse más radicalmente al servicio a la humanidad.

«Se puede decir que las diversas expresiones de consagración, presentes en distintas tradiciones religiosas, expresan el deseo profundo del ser humano de cooperar en la búsqueda de indicaciones para cuestiones fundamentales de la existencia humana: ¿qué es el ser humano, cuál el sentido y fin de nuestra vida, qué es el bien y qué es el pecado, cuál el origen de los sufrimientos y cuál su finalidad, cuál el camino para obtener la verdadera felicidad, qué es la muerte, el juzgamiento y retribución después de la muerte y, finalmente, qué es aquel supremo e inefable misterio que envuelve nuestra existencia, dónde nos originamos y para el cual caminamos? Todas esas cuestiones están presentes como mayor o menor vigor en distintas tradiciones religiosas», evalúa.

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San Jerónimo y sus monjes, del Maestro del Parral

Museo de Segovia, España

Mons. Jaime resalta que los consagrados son personas que sienten más intensamente las realidades divinas y se sienten impulsadas a cultivar una mayor apertura también para las demás personas. Según él, en la historia brasileña y gaucha es posible identificar una miríada de personas consagradas que marcaron y marcan vigorosamente la vida del pueblo brasileño.

«¡Cuánto bien realizado; cuánta dedicación y espíritu de servicio; cuánta pasión por el ser humano; cuánta dedicación en favor de la promoción de la vida; cuánto amor! La historia de Brasil y Río Grande del Sur todavía habrá de ser escrita a partir del ocular de la vida consagrada», agrega.

El Arzobispo recuerda que el Papa Francisco quiso que el año 2015 fuese dedicado a la reflexión, al estudio, la promoción y la exposición de esa forma peculiar de vida. ¡Los consagrados, de acuerdo con el Santo Padre, poseen no apenas una historia gloriosa para recordar y narrar, sino una gran historia a ser construida y, por eso, él los invita calurosamente a mirar para el futuro, pues el propio Espíritu hacia allá los proyecta, a fin de realizar con ellos cosas aún mayores!

Para el Prelado, este año dedicado a la vida consagrada representa una oportunidad para que todos los que creen en Cristo tomen consciencia del don que es la presencia de tantas consagradas y de tantos consagrados, herederos de grandes santos que hicieron la historia del cristianismo en nuestra sociedad. Él recuerda que Pablo VI decía que sin esa señal concreta la caridad que anima la Iglesia entera correría el riesgo de enfriarse, la paradoja salvífica del Evangelio, de atenuarse, la «sal» de la fe, de diluirse en un mundo en fase de secularización.

«La secularización acelerada desafía a todos los cristianos, y en especial a los consagrados, a rescatar la centralidad de Cristo y de la palabra de Dios en la vida de lo cotidiano. Tal observación puede sonar como una provocación; provocación a los hombres y mujeres de buena voluntad a lanzarse en un itinerario, a reconducirlos a la fuente de toda la vida radicada en Jesucristo: camino, verdad y vida», destaca.

Por último, el Arzobispo afirma que los consagrados son profetas de un modo particular de vida, fundamentado en el Evangelio; son heraldos de la siempre necesaria vigilancia, o sea, del cuidado para con el propio íntimo, el propio corazón; son promotores de la vida en común, pues recuerdan la dignidad y la necesidad de la comunidad; promueven la escucha de las necesidades, de los deseos, de las desilusiones y de la esperanza de tantos.

«Provocan, especialmente, los discípulos de Jesucristo, a salir, a buscar nuevos caminos para anunciar la buena nueva de salvación traída por el Hombre de Nazaret, capaz de hacer nuevas todas las cosas; demuestran ser posible la convivencia entre jóvenes y ancianos, entre observancia y profecía, entre hermanos y hermanas; testimonian el amor de Dios presente en el mundo», concluye. (FB)

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