miércoles, 24 de abril de 2024
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"La fe es el corazón de toda la historia de María", dice el Papa

Ciudad del Vaticano (Martes, 18-08-2015, Gaudium Press) A pesar del tiempo estar cambiante en Roma, el sábado 15, millares de fieles fueron para oír las palabras del Papa, en la oración Mariana del Ángelus, en la mañana de la fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen María.

Era la primera vez que, después de 61 años, un Papa rezaba el Ángelus en el Vaticano por ocasión de la Solemnidad de la Asunción de María.

Desde que el Papa Pío XII instituyó la Audiencia General en 1954, tradicionalmente, el Ángelus de la Solemnidad de la Asunción es rezado en la residencia de verano de los Papas, en Castel Gandolfo.

Canto lleno del Espíritu Santo

Las reflexiones del Papa Francisco hechas delante de millares de fieles se desarrollaron en torno del pasaje del Evangelio de la visita de María a su prima Santa Isabel.

Fue una ocasión oportuna para recordar aquel encuentro «pleno del Espíritu Santo», en que María expresa su alegría a través de su cántico del Magníficat, según el Papa, por haber tomado «plena consciencia del significado de las grandes cosas que se están realizando en su vida: por medio de ella llega al cumplimiento toda la espera de su pueblo».

La Fe «de aquella que creyó»

Para Francisco, el Evangelio del día muestra «el motivo más verdadero de la grandeza de María y de su bienaventuranza»: la Fe.

Él afirmó que «de hecho, Isabel la saluda con estas palabras: ‘Bienaventurada aquella que creyó, porque va suceder lo que el Señor le prometió’.

La fe es el corazón de toda la historia de María; ella es fiel, la gran fiel; ella sabe -y lo dijo- que en la historia pesa la violencia de los prepotentes, el orgullo de los ricos, la arrogancia de los soberbios.

Entretanto, María cree y proclama que Dios no deja solos a sus hijos, humildes y pobres, sino que los socorre con misericordia, con solicitud, derrumbando a los poderosos de sus tronos, dispersando a los orgullosos en las tramas de sus corazones. ¡Esta es la fe de nuestra Madre, esta es la fe de María!».

El Cántico de Nuestra Señora nos deja también intuir que no «podría conocer la corrupción del sepulcro, aquella que engendró al Señor de la vida», dijo el Santo Padre.

Para el Papa, las «grandes cosas» que el Omnipotente hizo en María, dicen respecto también a nosotros, «nos hablan de nuestro viaje en la vida, nos recuerdan la meta que nos espera: la casa del Padre»:

Peregrinación

«Nuestra vida, vista a la luz de María asunta al Cielo, no es un vagar sin sentido, sino es una peregrinación que, incluso con todas sus incertezas y sufrimientos, tiene una meta segura: la casa de nuestro Padre, que nos espera con amor. Es bonito pensar en esto: que nosotros tenemos un Padre que nos espera con amor y que también nuestra Madre María está allá, y nos espera con amor».

El Rostro de María

El Santo Padre recuerda entonces que Dios hizo resplandecer una señal de consolación y de segura esperanza:
«Y esta señal tiene un rostro, esta señal tiene un nombre: el rostro luminoso de la madre del Señor, el nombre bendito de María, la llena de gracia, bienaventurada porque creyó en la palabra del Señor: ¡la grande fiel! Como miembros de la Iglesia, somos destinados a compartir la gloria de nuestra madre, porque, gracias a Dios, también nosotros creímos en el sacrificio de Cristo en la cruz y a través del Bautismo, somos inseridos en tal misterio de salvación».

Oración

«Hoy todos juntos recemos a ella, para que, mientras se desvela nuestro camino sobre la tierra, ella nos dirija sus ojos misericordiosos, ilumine nuestro camino, nos indique la meta, y nos muestre después de este destierro a Jesús, el fruto bendito de su vientre. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!» (JSG)

De la Redacción de Gaudium Press, con informaciones de la Radio Vaticana.

 

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