jueves, 28 de marzo de 2024
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Secretos de Dios

Redacción (Viernes, 02-10-2015, Gaudium Press) Datos biográficos precisos de la Santísima Virgen como de Nuestro Señor Jesucristo o de algunos santos (aunque de ellos hay muchos más que de María) son muy escasos. San Luis María Grignión de Montfort sustenta en su «Tratado de la Verdadera devoción a la Santisima Virgen» y en «El Secreto de María» que Dios quiso tener en reserva para Sí mismo una mera criatura salida de sus manos en estado de total perfección espiritual y material, y que solamente revelará más detalles de Ella en el futuro, seguramente bajo el estado de ciertas circunstancias y acontecimientos, como ha hecho en otras Eras de la humanidad con otras cosas que ha tenido la misericordia de participarnos. María es la «Gran Reserva» del Creador (1) ciertamente para un momento especial que solamente Él conoce.

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En toda la extensa obra del santo: sus cartas, sus libros, anotaciones para sermones, poemas, etc, él no dice que haya tenido algunos éxtasis místicos o cosas parecidas. Tampoco se podría afirmar en rigor de lógica que sus escritos sobre la Virgen María son producto de un estricto estudio analítico perfectamente racionalista. Leyendo por ejemplo su «Amor a la Sabiduría Eterna» -un libro simplemente maravilloso y para el que compuso su Consagración a Jesucristo por manos de María- se intuye o presiente (quizá sea mejor decir, se deduce) que San Luis María escribía con una pasión amorosa difícil de encontrar en otros autores. Era un ardor sobrenatural imposible de negar. Traducido a cualquier idioma, su discurso no pierde la fuerza expresiva que entusiasma y convence.

En su introducción al «Secreto de María» San Luis dice al lector algo asombroso: «…pongo en tus manos un secreto que me ha enseñado el Altísimo y no he podido encontrar en ningún libro antiguo ni moderno.(…) Cuidado con cruzarte de brazos. Pues mi secreto se convertiría en veneno y vendría a ser tu condenación». En sus días de seminarista perseguido y despreciado por profesores y compañeros de estudio, san Luis vivía aislado en la biblioteca leyendo libros sobre la Virgen y consultando todos los autores que tuvo a mano. Casi se podría afirmar sin temor a equivocación que San Luis consultó y trascendió a San Bernardo, a San Bernardino, a san Buenaventura y otros más con un afán misterioso de enamorar su corazón de María con una amor puro, casto, honesto, filial capaz de cambiar la mentalidad del mundo y abrir una nueva era para toda la humanidad. Un hombre de ese talante solamente puede ser comparado con el profeta Elías que arrancó de Dios gracias, favores e incluso castigos para Israel pecador que Él como que se vio obligado a concederle, tal el celo de aquel por su gloria. Así, casi que San Luis logró desentrañar el gran Secreto de Dios con su Hija María, Madre del Redentor, Esposa fidelísima del Espíritu Santo, Sagrario de la Santísima Trinidad. Solamente falta que seamos consecuentes con las enseñanzas «Monfortianas» y hagamos de esa original y sublime espiritualidad el eje de nuestra vida y nuestro apostolado parroquial, con lo cual grandes transformaciones obtendremos para toda la humanidad pero de rodillas, humildemente, a la mendigo, de sombrero en mano y reconociendo nuestra indignidad.

El asunto es que Dios en su insondable Sabiduría, no tiene por qué estar contándonos todo o revelando a sus criaturas sus planes. El devenir de la historia de la humanidad es algo así como la gradual revelación de Dios a sus criaturas hasta el día sublime -para cada uno de nosotros- que estaremos en la Visión beatífica para toda la Eternidad. Entretanto, cabe por ahora pedir la gracia de crecer cada día más en la devoción y conocimiento de la Virgen María pues «Es por la Santísima Virgen María que Jesucristo vino al mundo, y es también por Ella que Él debe reinar en el mundo».(2)

Por: Antonio Borda.

(1) TVD.Nos. 3-8.
(2) TVD.No.1.

 

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