jueves, 18 de abril de 2024
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Discernimiento, vigilancia y examen de conciencia, para no dejarse influir por el demonio, pidió el Papa

Ciudad del Vaticano (Viernes, 09-10-2015, Gaudium Press) Hoy el Papa reflexionó en la Casa Santa Marta sobre la acción del demonio para desprestigiar a Jesús de Nazaret.

Interpretar mal a aquel que hace el bien, calumniar por envidia, tender trampas, son cosas que tienen su origen en el espíritu del mal. En esa línea el Papa analizó a aquellos que afirmaban que Jesús expulsaba el demonio con el mismo poder de él.

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«Había otro grupo de personas que no lo amaba y siempre trataba de interpretar las palabras de Jesús y también las actitudes de Jesús de modo diverso, contra Jesús. Algunos por envidia, otros por rigideces doctrinales, otros porque tenían miedo de que fueran los romanos e hicieran una matanza; por tantos motivos trataban de alejar del pueblo la autoridad de Jesús, incluso con la calumnia, como en este caso. ‘Él echa a los demonios por medio de Belcebú. Él es un endemoniado. Él hace magias, es un brujo. Y continuamente lo ponían a prueba, le ponían delante una trampa, para ver si caía».

Después de convocar a la vigilancia, porque en un camino de fe «las tentaciones vuelven siempre, el mal espíritu jamás se cansa», el Papa Francisco afirmó que estas tentaciones a veces se revisten de ropajes especiales. «El maligno está escondido, viene con sus amigos muy educados, llama a la puerta, pide permiso, entra y convive con aquel hombre, su vida cotidiana y, gota a gota, da las instrucciones».

El demonio también busca anestesiar la conciencia, que el hombre comienze a «hacer las cosas con relativismo»: «Tranquilizar la conciencia. Anestesiar la conciencia. Y esto es un gran mal. Cuando el mal espíritu logra anestesiar la conciencia se puede hablar de una verdadera victoria suya, se convierte en el dueño de aquella conciencia: ‘¡Y esto sucede por doquier! Sí, pero todos, todos tenemos problemas, todos somos pecadores, todos…’. Y en el ‘todos’ está el ‘ninguno. ‘Todos, pero yo no’. Y así se vive esta mundanidad que es hija del mal espíritu».

Para que no se adormezca la conciencia, hay que revisarla continuamente, hacer exámenes de conciencia; en buena medida en ello se  constituye la vigilancia:

«Vigilancia. La Iglesia nos aconseja siempre el ejercicio del examen de conciencia: ¿qué ha sucedido hoy en mi corazón, hoy, por esto? ¿Ha venido a mí este demonio educado con sus amigos? Discernimiento. De donde vienen los comentarios, las palabras, las enseñanzas, ¿quién dice esto? Discernir y vigilancia, para no dejar entrar a aquel que engaña, que seduce, que fascina. Pidamos al Señor esta gracia, la gracia del discernimiento y la gracia de la vigilancia».

Con información de Radio Vaticano

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