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San David, rey y profeta

Redacción (Jueves, 18-02-2016, Gaudium Press) El Rey David marcó la Historia, no solo por haber matado a Goliat, vencido en muchas guerras, y sufrido terribles persecuciones de Saúl y de su propio hijo, Absalón. Como una estrella fulgurante, él brilla -y brillará hasta el fin del mundo- por los Salmos de su autoría. En todas las Santas Misas y en la Liturgia de las Horas, los Salmos son rezados.

Destaquemos algunos de ellos a fin de vislumbrar las perfecciones de Dios, que se reflejaron en el alma de David.

Salmos penitenciales

Los siete Salmos penitenciales tienen mucha belleza literaria y tocan nuestras almas. Ellos nos ayudan a adquirir la compenetración «del esplendor, de la dignidad, elevación y nobleza» de los sufrimientos que la Providencia nos envía para el bien de nuestra alma.

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Figura del Rey David, en la Basílica de San Juan de Letrán en Roma

¿Pero qué es un salmo penitencial?

«Evidentemente, es un canto a Dios en el cual el autor expresa su penitencia. Y la penitencia presupone que él pecó; que, después de haber pecado, se arrepintió; y que, una vez victorioso en él ese sentimiento de arrepentimiento, él reflexiona sobre la falta cometida».

«En los Salmos penitenciales, como cosa más importante, el Salmista considera la gravedad de su pecado, cómo ese acto ofende la majestad de Dios, y resalta el mal que existe en él». Y pide al Altísimo perdón y hace un acto de agradecimiento por los favores recibidos.

Uno de los más emocionantes Salmos penitenciales es el de número 50, el Miserere. Afirma el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira: «El mundo de hoy, si pudiese tener una voz colectiva para hablar a Dios, debería decir lo que el Salmo 50 expresa. Y, si lo dijese, se convertiría.»

Profecías de David

Además de gran rey, David fue profeta. En sus admirables Salmos, él describe, con aproximadamente mil años de antecedencia, al Mesías esperado. Entre otras profecías, él previó que Jesucristo:

– nacería de la tribu de Judá (cf. Sl 78, 68);

– instilará pavor en sus enemigos (cf. Sl 2, 5);

En cuanto a la Pasión, David profetizó que el Redentor:

– sería traicionado por uno «que comía de mi pan» (Sl 41, 10), esto es, Judas Iscariote;

– sufriría terrores mortales, o sea, la Agonía del Huerto de los Olivos (cf. Sl 55, 5);

– sería burlado por sus verdugos (cf. Sl 22, 8);

– sus manos y sus pies serían traspasados (cf. Sl 22, 17);

– sería desnudado y sobre su túnica lanzarían suerte (cf. Sl 22, 19);

– en lo alto de la Cruz, sufriría ardiente sed y le darían vinagre para beber (cf. Sl 69, 22);

– y daría el grito: «Mi Dios, mi Dios, ¿por qué Me abandonaste?» (Sl 22, 2);

Hasta incluso la Resurrección de Cristo él profetizó (cf. Sl 16, 9-10).

Prefigura de Nuestro Señor

David no solamente profetizó al Mesías, sino que fue su prefigura: «Como el Salvador, él nace en Belén; él es predestinado, escogido, consagrado para ser rey y liberador. Él calma los furores de Saúl: Jesús aniquilará todo el odio de los demonios. David, armado de una funda, vence a Goliat; con su Cruz, el Salvador dominará a Satanás».

Perseguido, David venció a todos sus enemigos. «Así Nuestro Señor terminó por triunfar, y mientras que su ancestro no recibió homenaje sino de sus súbditos, Él, vencedor de la muerte, recoge las adoraciones del mundo entero».

En medio de sus guerras y victorias, David dio siempre el primer lugar a la Religión y al culto a Dios. Proporcionó más pompa a las ceremonias religiosas. Dotado de dones musicales, él hizo de la poesía y la música el alma del servicio divino. Cuatro mil levitas, divididos por él en clases y coros diferentes, cantaban las oraciones nacionales, y sobre todo los Salmos compuestos por él mismo.

Otros acompañaban esos cantos con el arpa.

Proyecto de un Templo grandioso

David quería construir un suntuoso Templo para albergar el Arca de la Alianza, y ser el lugar donde se ofreciese sacrificios en honra del Altísimo. Entretanto, el propio Dios, a través del Profeta Natán, dijo a David que la construcción del Templo sería realizada no por él, sino por su hijo Salomón.

Varón lleno de Fe, David hizo todo cuanto le era posible para que Salomón pronto lo construyese. Acumuló «3.000 toneladas de oro, unas 30.000 toneladas de plata» (I Cr 22, 14), mucho bronce, y «toda especie de piedras preciosas y gran cantidad de mármol» (I Cr 29, 2).

Él elaboró, con detalles, el proyecto del Templo: el pórtico, los edificios, los patios, los candelabros, el altar de incienso, los querubines de oro, «que con las alas extendidas cubren el Arca de la Alianza del Señor» (I Cr 28, 18).

Y poco antes de morir entregó todo a Salomón, diciéndole: «¡Adelante, manos a la obra, y el Señor esté contigo!» (I Cr 22, 16).

La Iglesia Católica lo coloca en el catálogo de los santos, y su fiesta es conmemorada el 29 de diciembre.

San David, rogad por la Iglesia y para que todos los fieles tengan el ardiente amor de Dios, la fortaleza y la humildad del que fuisteis ejemplo.

Por Paulo Francisco Martos

(in Noções de História Sagrada (60))
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1 – CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. «Senhor, não me castigues na tua ira!». In Dr. Plinio, São Paulo, n. 74, maio 2004, p. 14.
2 – Idem. «Tende piedade de mim, ó Deus…». In Dr. Plinio, São Paulo, n. 63, junho 2003, p. 7.
3 – Idem, ibidem, p. 9.
4 – CAULY, Eugène Ernest. Cours d’instruction religieuse – Histoire de la Religion et de l’Église.4. ed. Paris: Poussielgue. 1894, p. 103.
5 – Cf. Idem, ibidem. p. 103.

 

 

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