sábado, 20 de abril de 2024
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El Papa habló sobre el camino de conversión de San Mateo, en la Audiencia General

Ciudad del Vaticano (Miércoles, 13-04-2016, Gaudium Press) Continuando sus catequesis sobre la misericordia manifestada en el Señor y registrada en el Nuevo Testamento, el Papa Francisco habló sobre la llamada a Mateo el publicano para que lo siguiera, ante una audiencia de miles de personas que lo acompañaba en la Plaza de San Pedro.

«Queridos hermanos y hermanas: Hemos escuchado la narración evangélica de la llamada de Mateo. Por ser publicano, es decir, un recaudador de impuestos en nombre del imperio romano, era considerado por los fariseos un pecador público. Jesús, en cambio, invita a Mateo a seguirlo, y comparte su mesa con publicanos y pecadores, ofreciendo también a ellos la posibilidad de ser sus discípulos. Con estos gestos, les indica que no mira a su pasado, a su condición social o a los convencionalismos exteriores, sino que los acoge con sencillez y les abre un futuro. Esta actitud de Jesús vale también para cada uno de nosotros: ser cristianos no nos hace impecables», afirmó el Pontífice.

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El Papa destacó que Jesús al llamar a los pecadores a seguirlo, los considera «discípulos en camino» hacia la perfección. Son hombres que deben reconocerse «pecadores y necesitados de su perdón».

«La vida cristiana es, pues, una escuela de humildad que se abre a la gracia, en la que se aprende a ver a nuestros hermanos a la luz del amor y de la misericordia del Padre».

El Señor Jesucristo es «el buen médico que se compadece de nuestras enfermedades. No hay ninguna que él no pueda curar. Nos libra del miedo, de la muerte y del demonio. Nos hace sus comensales, ofreciéndonos la salvación en la doble mesa de la Palabra y de la Eucaristía. Estas son las medicinas con las que el Divino Maestro nos nutre, nos transforma y nos redime», ratificó el Pontífice.

Con la Palabra el Señor ilumina, purifica, da fuerza, esperanza y es un «reconstituyente precioso» en nuestro camino de fe. Con la Eucaristía él mismo se nos da como alimento, nutriéndonos con su propia vida.

«Que el Señor Jesús nos alcance la gracia de mirar siempre a los demás con benevolencia y a reconocerlos como invitados a la mesa del Señor, porque todos, sin excepción, tenemos necesidad de experimentar y de nutrirnos de su misericordia, que es fuente de la que brota nuestra salvación. Muchas gracias», concluyó el Papa.

Con información de Radio Vaticano

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