viernes, 29 de marzo de 2024
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La importancia trascendental de la oración en la vida del hombre, fue el tema de la catequesis del Papa

Ciudad del Vaticano (Miércoles, 25-05-2016, Gaudium Press) Hoy en la Audiencia General el Papa Francisco comentó la parábola evangélica contenida en el Evangelio de San Juan, sobre el Juez injusto y la Viuda (Lc 18, 1-8). En la parábola, el Señor enseña la necesidad de la perseverancia en la oración, pues si hasta un juez que no teme a Dios termina atendiendo a una pobre viuda a causa de su insistencia, cuanto más Dios hará justicia a sus escogidos.

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«Ante la indiferencia del juez, la viuda recurre a su única arma: continuar insistentemente en fastidiarlo presentándole su pedido de justicia. Y justamente con esta perseverancia alcanza su objetivo», dijo el Papa.

«De esta parábola Jesús saca una doble conclusión: si la viuda ha logrado convencer al juez deshonesto con sus pedidos insistentes, cuanto más Dios, que es Padre bueno y justo, «hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche»; y además no «les hará esperar por mucho tiempo», sino actuará «rápidamente» (vv. 7-8). Por esto, Jesús exhorta a orar ‘sin desfallecer’ «.

Jesús mismo dio ejemplo de perseverancia en la oración.

«Invadido por la angustia oprimente, Jesús pide [en Getsemaní] al Padre que lo libere del cáliz amargo de la pasión, pero su oración esta empapada de la confianza en el Padre y se encomienda sin reservas a su voluntad: «Pero – dice Jesús – no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Mt 26,39). El objeto de la oración pasa a un segundo plano; lo que importa antes de nada es la relación con el Padre. Es esto lo que hace la oración: transforma el deseo y lo modela según la voluntad de Dios, cualquiera que esa sea, porque quien ora aspira ante todo a la unión con Dios, que es Amor misericordioso».

«La parábola [del Juez y la Viuda] termina con una pregunta: «Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?» (v. 8). Y con esta pregunta estamos todos advertidos: no debemos desistir en la oración aunque no sea correspondida. ¡Es la oración que conserva la fe, sin ella la fe vacila! Pidamos al Señor una fe que se haga oración incesante, perseverante, como aquella de la viuda de la parábola, una fe que se nutre del deseo de su llegada».

Con información de Radio Vaticano

 

 

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