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Los Papas y Fátima

Redacción (Jueves, 26-05-2016, Gaudium Press) Pío XI, entre otras manifestaciones públicas de simpatía, concedió el día 1 de octubre de 1930 una indulgencia especial a los peregrinos de Fátima.

Pío XII, que hizo una decena de pronunciamientos sobre Fátima, declaró el 8 de mayo de 1950: «Ya pasó el tiempo en que se podía dudar de Fátima». Anteriormente, el 31 de octubre de 1942, consagró la humanidad al Inmaculado Corazón de María. En 1946, por medio de su legado, el Cardenal Masella, consagró el mundo a Nuestra Señora de Fátima, como Reina de él. El 11 de octubre de 1954 ordenó que se renueve anualmente la consagración del mundo a su Corazón Inmaculado.

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Juan XXIII, cuando aún era cardenal, visitó como peregrino el lugar de las apariciones y, más tarde, legó en testamento su cruz pectoral al Santuario de Fátima.

Pablo VI fue el primer Romano Pontífice que visitó Fátima, para conmemorar el cincuentenario de las apariciones, el 13 de mayo de 1967. Antes de eso, al clausurar la III Sesión del Concilio Vaticano II, anunció su intención de enviar una Rosa de Oro al Santuario de Fátima, lo que efectivamente hizo.

Juan Pablo II, visitó personalmente el lugar de las apariciones en dos ocasiones, el 13 de mayo de 1982 y el 13 de mayo de 1991. En 1984, en Roma, ante la Imagen de Fátima, consagró la humanidad al Corazón Inmaculado de la Virgen, en unión a todos los obispos católicos del mundo. Hizo también importantes declaraciones sobre la devoción a Nuestra Señora de Fátima, varias de las cuales son citadas en diversas páginas de esta obra.

En un mensaje especial a los portugueses, por ocasión de los 350 años de la proclamación de Nuestra Señora de la Concepción como Patrona de Portugal, Juan Pablo II recordó las importantes advertencias hechas por la Virgen en Fátima:

«En horas de desatino, cuando el alma de la nación parecía naufragar, fue visto ‘danzar el sol’ en la Cova de Iría, amenazando poner fin a los días del hombre sobre la tierra, al mismo tiempo que la Santísima Virgen, por intermedio de los pastorcitos, hacía llegar a la humanidad esta queja maternal: No ofendan más a Nuestro Señor, que ya está muy ofendido. (Octubre
1917). Los hombres olvidaron a Dios y sus Mandamientos, viviendo como si Él no existiese.» (Voz de Fátima, Fátima, 13/8/1996).

Benedicto XVI comentó las apariciones de la Virgen de Fátima diciendo:

«Un camino para mantenerse unidos a Cristo, como sarmientos a la vida, es recurrir a la intercesión de María, a quien ayer, 13 de mayo, veneramos de manera particular recordando las apariciones de Fátima, donde, en 1917, se manifestó en varias ocasiones a tres niños, los pastorcillos Francisco, Jacinta y Lucía. El mensaje que les confió, en continuidad con el de Lourdes, era un intenso llamamiento a la oración y a la conversión; mensaje verdaderamente profético, sobre todo si se considera que el siglo XX fue flagelado por inauditas destrucciones, causadas por guerras y por regímenes totalitarios, así como por amplias persecuciones contra la Iglesia.

Además, el 13 de mayo de 1981, hace 25 años, el siervo de Dios, Juan Pablo II, sintió que se había salvado milagrosamente de la muerte por la intervención de una «mano maternal», como él mismo dijo, y todo su pontificado quedó marcado por lo que la Virgen había preanunciado en Fátima. Si bien no han faltado preocupaciones y sufrimientos, si bien todavía hay motivos de aprensión ante el futuro de la humanidad, consuela lo que prometió la «Blanca Señora» a los pastorcillos: «Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará».(Regina Caeli, domingo, 14 de mayo 2006).

 

 

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