viernes, 29 de marzo de 2024
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Un camino fácil para llegar a Dios

Redacción (Jueves, 07-07-2016, Gaudium Press) En ciertas épocas del año es muy común, especialmente en ciudades pequeñas, que las personas salgan de casa en la noche para ir al jardín del frente, o a caminar un poco por las calles vecinas, a fin de apreciar el cielo, que a veces se extiende como un tapete de estrellas.

San Juan Bosco y su madre

1.jpgEs agradable a los sentidos esa contemplación, trayendo consigo bienestar y tranquilidad al alma, y restableciendo la paz interior, al final de días frecuentemente fatigantes. Esto ocurre porque el ser humano, siendo llamado a contemplar a Dios en todas las cosas, ve en la belleza de la creación un reflejo de la perfección divina.

En algunas palabras extraídas del ideario pedagógico de San Juan Bosco, vemos como ese magnífico maestro de la juventud profundizó en esa vía del conocimiento, utilizándola como método de enseñanza con sus «bambini»:

«Es también deber del educador ayudar al educando a perfeccionarse en el sentimiento de lo bello. Ese sentimiento es natural y debe desarrollarse y perfeccionarse. «Todo niño debe capacitarse para apreciar las bellezas de la naturaleza, del arte y de la religión.

«Recuerdo que, cuando era niño, mi madre me enseñaba a levantar los ojos al cielo y a observar las maravillas del campo.

«En las noches serenas y estrelladas, nos llevaba al campo y, mostrándonos el cielo, nos decía: ‘Fue Dios quien creó al mundo y puso allá encima tantas estrellas tan bellas. Si es tan bello el firmamento, ¿Cómo no lo será el paraíso?’

«Y al llegar la primavera, cuando al rayar la aurora aparecía la campiña toda recamada de flores, ella exclamaba: ‘¡Cuántas cosas bellas hizo para nosotros el Señor!’

«Y cuando las nubes se tornaban más densas y se oscurecía el cielo y retumbaban los truenos: ‘¡Qué poderoso es el Señor! ¿Quién podrá resistirle? Por eso, no pequemos.’

«Y en el invierno, cuanto todo estaba cubierto de nieve y hielo, y nosotros, a pesar de nuestra pobreza, nos hallábamos recogidos alrededor de la hoguera, con mucha naturalidad decíamos: ‘¡Cuánta gratitud debemos al Señor, que nos provee de todo lo que es necesario! Dios es verdaderamente Padre: Padre Nuestro que estás en el cielo…’

«¡Contemplar en los cielos la inmensidad, la sabiduría, el poder de Dios! ¡Cuántos años y siglos de luz! ¡Cuánto orden, cuánta armonía!»

(Tomado de Biografía y Escritos de San Juan Bosco, BAC, Madrid, 1955, p. 438)

 

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