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China católica

Redacción (Viernes, 16-09-2016, Gaudium Press) Un sueño que algún día -y no muy lejano, ciertamente se hará realidad. Es algo que podemos incluir en aquello que el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira llamaba «Los posibles de Dios»: Una China bien china con sus características culturales convertidas al catolicismo, celebrando misas y ceremonias impregnadas de aquella cortesía y sapiencia milenaria, con cantos inocentes, campanillas, timbales y gongs en una atmosfera de elevación y sacralidad tierna, suave, pulcra y serena probablemente con densas nubes de incienso perfumadísimo y blanco como la nieve, flotando por todo un templo decorado y adornado con el estilo oriental, adorando al mismo Dios que adoramos en el mundo occidental, venerando la misma Virgen Santísima, los santos y los ángeles pero con una nota propia de aquel pueblo legendario y misterioso de ojos rasgados, piel marfil y cabellos negros que la Iglesia siempre quiso conquistar amorosamente para el gran rebaño de nuestro Salvador, y que Ingleses y Holandeses protestantes del siglo XVII se encargaron de impedir a sangre, fuego e intriga.

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Podemos imaginarnos al sacerdote y sus acólitos a paso menudito y rápido, paramentados con finas sedas multicolores al modo y corte de sus ancestros, desplegando un ritual maravilloso con aquella musicalidad simple y casi infantil prodigiosamente impregnada de algunas notas de Gregoriano, Mozart o Bach en una fusión armónica sublime, un mestizaje o mezcla de aires de oriente con occidente que probablemente darían algo novedoso y bello.

Un 15 de agosto de 1556 los Portugueses católicos fundaron en una península del sur de la China continental, un pequeño enclave que sería la cabeza de puente desde la cual se construiría la cristiandad oriental: Macao. San Francisco Javier estuvo a punto de llegar primero pero murió ardido de fiebre a los 46 años de edad en 1552 mirando aquellas costas lejanas y soñando aquel posible de Dios.

No hay duda de que fue su sacrificio lo que cuatro años después trajo los exploradores lusitanos. Todavía hoy seguimos anhelando verlo realizar aquel proyecto de la cristiandad y no dejamos de rezar por que se cumpla para la mayor gloria de Dios y su Santa Iglesia Católica.

Lo que sucedió no es difícil de entender: Inglaterra y Holanda estaban en manos de gobernantes pervertidos al protestantismo con un odio diabólico al Papado, España y Portugal. Además ambicionaban materias primas y riqueza comercial para lanzar la contaminante revolución industrial de hoy día, lo cual les dio el poder que posteriormente tendrían mediante el apoyo de la información que algunos negociantes judíos captaban y suministraban con su red de casas comerciales y su amistad con piratas musulmanes. Así Macao fue bloqueada, asaltada varias veces y sus barcos portugueses interceptados. Poco a poco fue decayendo mientras los protestantes creaban Hong Kong y la famosa guerra del opio con la que sometieron a China hasta llevarla al Maoísmo, por supuesto más afín con sus siniestros planes que el cristianismo. Fue como sucumbió un gran proyecto de Dios como tantos que la humanidad le estropea, pero que El paternal y amorosamente se encarga de recomponer y llevar a un auge todavía mejor que el anterior.

La Diócesis hoy día sobrevive en medio de una persecución política hábil y obstinada. Los católicos conservan la fe de sus antepasados y aunque son minoría, es la semilla que nuestras oraciones y sacrificios diarios debe mantener fertilizada a la espera del Reino de María, cuando los ángeles de Ella nos ayudarán a revivir con fuerza la cristiandad en esa China de Dios y no del consumismo igualitario, brutal y esclavizador en que ha caído…

Por Antonio Borda

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