viernes, 29 de marzo de 2024
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Comunión de los santos

Redacción (Viernes, 25-11-2016, Gaudium Press) Los que no están en gracia de Dios solamente participan de la Comunión de los Santos en cuanto estos recen por aquellos, por ejemplo en la celebración de la Misa, o cuando se ofrezcan específicamente oraciones, mortificaciones o probaciones de los que sí lo están por los que no lo están.

La Comunión de los Santos es dogma de fe y está mencionada en el Credo. Escudo de protección poderosísimo, mucho más que el llamado paraguas atómico porque es una defensa espiritual de una fuerza incalculable que también nos protege físicamente sobre todo cuando es profesada con fe, caridad y esperanza. Mayor amparo de un colectivo jamás antes hubo en la historia de la humanidad.

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Cubiertos con la preciosísima Sangre de Jesús y en Comunión fraterna somos auténtica sociedad en todo el sentido de la palabra capaz de sobrellevar lo que se nos venga encima sin temor a las persecuciones, enfermedad, decrepitud o muerte porque estamos auxiliados por nuestros hermanos de fe orando por nosotros en cualquier cuadrante del planeta a distintas horas del día o de la noche.

Hace mucho bien a nuestras almas recordar esto y tenerlo muy presente en los momentos más difíciles y dolorosos de este peregrinar rumbo a la felicidad eterna. Vale recomendarse a las oraciones de los justos en el momento preciso que estemos atravesando una turbulencia espiritual. Esta ventaja espiritual solamente la ofrece la Iglesia Católica.

Sin embargo hay todavía más -y aún más maravilloso para alegría de nuestras almas: la comunión de los santos no solamente se hace aquí en la tierra entre los hacemos parte de la Iglesia militante, ayudándonos mutuamente con nuestras oraciones y obras. La Comunión alcanza a la sufrida Iglesia penitente que purifica en el Purgatorio algunas deudas por saldar aunque ya estén salvadas y preparándose para el Cielo. Rezar por esas almas es la mayor obra de caridad que podemos hacer y una de las mejores inversiones espirituales para alcanzar nuestra salvación. Ellas rezarán por nosotros en el Cielo una vez se hayan purificado y estén en la Gloria de Dios para lo cual hayamos contribuido nosotros. Y en el cielo, la Iglesia Triunfante con sus santos canonizados o todavía no, reza constantemente por la humanidad, máxime aquellos que invocamos específicamente por inspiración de la gracia para que intercedan por nosotros. Unidos horizontal y verticalmente en forma de cruz, los fieles de la Iglesia Católica constituimos en auténtico pueblo de Dios que Él viene agrupando desde los remotos tiempos de la dispersión humana por causa del pecado, ese horror que nos hizo egoístas, oportunistas, ambiciosos e individualistas pensando solamente en sacar ventajas personales de todo en esta tierra olvidando al prójimo.

Llevar conscientemente este pensamiento a una celebración Eucarística, a una adoración colectiva del Santísimo Sacramento o a una reunión para rezar el santo rosario, es poner en común todos nuestros bienes espirituales con un sentido de caridad que agrada a Dios mucho más que repartir bienes materiales, pues estamos compartiendo todo el valor de nuestros méritos pasados, presentes y futuros para bien y protección de nuestra comunidad o de nuestra familia. Enseña el gran santo Luis María Grignion de Montfort -cuando nos propone ser esclavos de amor de la Virgen María, que esta devoción consigue grandes bienes al prójimo, convierte a los pecadores y libera almas del Purgatorio. Forma hermosísima y muy eficaz de Comunión de los santos por las manos de María.

Por Antonio Borda

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