martes, 19 de marzo de 2024
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Mons. Campos: En Ciudad Bolívar – Bogotá, la Iglesia desarrolla el poder dignificador que tiene el Evangelio

Bogotá (Miércoles, 22-02-2017, Gaudium Press) El pasado lunes Gaudium Press acompañó al Cardenal Rubén Salazar Gómez, Arzobispo de Bogotá y Primado de Colombia, en visita pastoral a las parroquias del Arciprestazgo 3-7, ubicado en la zona de Ciudad Bolívar, zona con alrededor de 900.000 habitantes donde se encuentran sectores de la más difícil situación socio-económica de la capital colombiana. En Ciudad Bolívar hay 33 parroquias, 14 de ellas de creación muy reciente, que han sido provistas de sacerdotes en su mayoría neo-prebísteros ordenados el pasado noviembre por el Cardenal Salazar.

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Cardenal Salazar, rodeado de sacerdotes de la Vicaría del Espíritu Santo

La visita pastoral era orientada por Mons. Luis Augusto Campos Flórez, Vicario Territorial para la Vicaría del Espíritu Santo, una de las seis Vicarías Territoriales que constituyen la Arquidiócesis de Bogotá. Mons. Campos fue generoso en su tiempo con Gaudium Press en la exposición de las con frecuencia difíciles, pero también maravillosas realidades de la labor de la Iglesia junto a estas comunidades.

Mons. Campos, licenciado en Filosofía por la Pontificia Universidad Gregoriana y con estudios filosóficos de doctorado también en el Instituto Católico de París, fue rector del Seminario Mayor de Bogotá antes que el Cardenal Salazar le pidiera que se encargara de la Vicaría del Espíritu Santo. Tiene 34 años de sacerdocio y si bien muchos de los años de su vida sacerdotal los dedicó a la formación de seminaristas, desde hace seis regenta una Vicaría de las proporciones de una gran diócesis.

La labor del Estado, la labor de la Iglesia

Acerca de lo que hace el Estado y aquello que realiza la Iglesia en estas zonas, donde con frecuencia las comunidades inician en su vida en precariedad extrema tras huir de la violencia, afirma Mons. Campos que verdaderamente «aquí hay una problemática social que no se alcanza a responder del todo», «una problemática de educación, de formación y pienso que ahí la Iglesia está presente».

Con mucha frecuencia primero hace presencia la Iglesia que el Estado; la Iglesia va detrás de sus ovejas, donde ellas se encuentren y como sea que estén, y en esto comúnmente se adelantan a todos.

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Mons. Luis Augusto Campos

La Iglesia trata de «responder a ciertas necesidades inmediatas, que tienen que ver con alimentación, alimentación de niños; en algunos sectores proyectos de formación a mujeres, madres cabezas de hogar», entre otros muchos.

Sobre la acción conjunta Estado – Iglesia, expresa Mons. Campos que «a veces las colaboraciones se dan, a veces no son tan claras ni tan felices. En la medida en que cada quien haga lo que le corresponda hacer, me parece que ese es el principio primero. Al Estado le corresponde una serie de tareas en las cuales no puede ser substituido, a la Iglesia también le corresponde hacer una serie de tareas, que las pueda realizar con completa libertad, con convicción sobre el aporte de la Iglesia como comunidad signo del amor de Dios, comunidad evangelizadora, con el poder dignificador que tiene el Evangelio, con el poder de dignificación de la vida humana en todos sus ámbitos que tiene el Evangelio y ahí la Iglesia no puede ausentarse ni puede silenciarse. A cada quien le corresponde una tarea por hacer y creo que cada quien la conoce, no es una cosa que se ignora», expresó Mons. Campos.

Nace el barrio y nace la parroquia

«En algunas de las parroquias más antiguas de la Vicaría, (…) si uno mira la historia constata que el nacimiento de algunos de los barrios del sur de Bogotá iban naciendo y simultáneamente iba naciendo la parroquia. O sea que la implantación de la Iglesia en la creación de parroquias fue paralela al surgimiento del barrio, y paralela con un aporte muy importante: el surgimiento de una conciencia comunitaria. Iba naciendo el barrio e iba naciendo la Iglesia».

La Iglesia ayuda a crear la conciencia comunitaria «en el sentido de pertenencia. Que formamos parte de esa comunidad. Estoy hablando de las parroquias de hace un tiempo, donde el fenómeno católico era mucho más homogéneo, no había toda la explosión religiosa actual. (…) Y en algunas de estas parroquias concretamente de la Vicaría, cuando uno comienza a recorrer la Vicaría desde el barrio San Antonio, donde nace la Vicaría allá en la Calle Primera y comienza a venir hacia el Sur, uno va constatando que en casi todos esos barrios hay parroquia y en casi todos esos barrios hay colegio parroquial. La Iglesia se hizo presente con el templo, se hizo presente con educación y en algunas de esas parroquias nacieron también Centros de Salud». La Iglesia iba atendiendo dentro de su esfera y en unión con las comunidades nacientes las necesidades que iban surgiendo en esas nuevas realidades urbanas. Son también numerosos los centros de formación para el trabajo que ha desarrollado la Iglesia en la Vicaría de Mons. Campos. Él destaca que varios de los colegios que surgieron al amparo de la nueva parroquia son hoy modelos educativos.

En resumen, la Iglesia ha hecho una labor insigne, gigantesca, que merecería un mayor reconocimiento, y un mayor apoyo por parte de los actores del bienestar social.

Esa labor es un trabajo mancomunado de clero secular, clero regular y apostolado laical.

El trabajo de Mons. Campos como Vicario en estos últimos años lo «ha llevado a agradecer enormemente la presencia de la vida consagrada masculina y femenina. Es indudable. Aquí hay un buen grupo de comunidades masculinas y femeninas, muchos de los consagrados [que laboran en Ciudad Bolívar] son extranjeros, y responde a su carisma de querer estar presentes en sectores de periferia. Hay comunidades [religiosas] que tienen sus propios proyectos en función de su propio carisma, y otras comunidades que no tienen propiamente proyectos pero que están muy insertas en los procesos de evangelización y de ayuda comunitaria a los distintos sectores. (…) Yo constato la bondad inmensa y lo significativa que son para las comunidades [sociales], las comunidades religiosas. Como también la parroquia. Pero uno va viendo que varias de las comunidades religiosas se volvieron puntos de referencia (…), porque son personas que acompañan, puntos de referencia porque son comunidades adonde pueden acudir muchas veces en tantos problemas que tienen las personas, puntos de referencia de saberse acompañados, en medio de unas situaciones duras, exigentes, la certeza de saberse acompañados por personas enteramente entregadas».

Esa labor conjunta y nutrida de todos los «actores-Iglesia» en la Vicaría regentada por Mons. Campos, es una gran fuente de satisfacción para él.

«Para mí ha sido permanentemente una preciosa constatación eso: el valor de presencia, de fermento, de acompañamiento, que tiene la vida religiosa aquí en la Vicaría. Y yo siento que son [las comunidades religiosas] aquello que ellas quieren ser. Son verdaderamente signo de misericordia. Signo del evangelio en medio de estos contextos, que son contextos duros», realza Mons. Campos.

Sobre los laicos que trabajan con y en la Iglesia, Mons. Campos afirma que constata con gratitud «un espíritu de servicio inmenso; laicos absolutamente cercanos a la parroquia, que quieren la parroquia, convencidos de su fe, con una generosidad inmensa con su tiempo, y al poner al servicio sus conocimientos y capacidades».

Mons. Campos también quiso destacar «una constante en los proyectos que están en marcha». «Son 10 grandes proyectos. La gran mayoría de ellos están formulados subrayando cual es el sujeto de ese proyecto: y el sujeto es ‘comunidades eclesiales’ «. «Son proyectos que tienen que ver con iniciación cristiana, con primer anuncio, proyectos que tienen que ver con dimensión social de la evangelización, que tienen que ver con acompañamiento y evangelización de las familias. (…) Siguiendo las tres grandes direcciones de evangelización en las cuales está trabajando la Iglesia de Bogotá fruto del Plan de Evangelización: Toda la parte comunión y participación y renovación de parroquia; toda la parte de anuncio, formación de la fe y diálogo; y la tercera gran dimensión, dimensión social de la evangelización».

Gaudium Press / S. C.

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