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Características del tentador y de su acción

Redacción (Jueves, 23-03-2017-Gaudium Press) Cristo permitió ser tentado para enseñarnos como se enfrenta la tentación y cuáles son las principales argucias del tentador. Miremos como describe esto Mons. Joao Clá en su maravillosa obra «Lo inédito sobre los Evangelios», recopilación de comentarios a los Evangelios dominicales, excelente herramienta para homilías.
Dice Mons. João primero que las tentaciones son necesarias para que el hombre tenga el mérito de la lucha, que venciendo, le dé acceso a la gloria eterna.

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Entretanto, no siempre se vence, como no vencieron nuestros primeros padres, Adán y Eva. Por ello, al haber asumido la naturaleza humana, «Jesús adquirió el derecho de conferirnos sus méritos y fuerza para enfrentar al demonio, tornándonos también triunfantes en la medida en que nos unimos a Él». (1) Importante: él triunfo no es nuestro; es nuestro pero unidos al Salvador.

Jesús fue tentado después de que fue al desierto a rezar, actitud que «nos muestra que cuando somos llamados a realizar alguna obra importante debemos rezar antes, tal como la Iglesia recomienda hacer, en el inicio de todas las actividades».
Las tentaciones sobrevienen particularmente cuando la persona busca trillar las vías de la virtud. Los que andan en malos pasos no siempre sufren la tentación violenta.

El tentador ataca la sensibilidad

Para tentarnos el demonio aprovecha las debilidades humanas. Después de muchos días en el desierto, el Señor estaba exhausto. Teniendo hambre, el tentador le dice que convierta las piedras en panes: «En nuestro caso, de manera diversa a lo que se pasaba con Nuestro Señor, sufrimos las flaquezas decurrentes del pecado, como la concupiscencia, la inclinación para el mal y las pasiones desordenadas. Si consentimos en las propuestas del espíritu de las tinieblas, él alcanza el objetivo deseado al tentarnos, haciéndonos morir a la vida sobrenatural.»

El diablo no dijo por decir lo de los panes. Recuerda Monseñor João que -como comentan varios exégetas- el desierto donde se hallaba tenía piedras de bello aspecto, con formato redondo y color dorado, parecidas a los panes ácimos que entonces se consumían.

«He aquí la táctica empleada por el ángel de las tinieblas en la hora de la tentación -dice Mons. João: comienza por excitar la sensibilidad. Al así actuar, alcanza gran número de almas, sobre todo fomentando el interés por los bienes materiales. Estos, en especial el dinero, son simbolizados por la piedra y por el pan, y constituyen el mayor impedimento para la santificación de los que ponen su esperanza en los valores de este mundo».

Ante las palabras sibilinas de la ‘tentación del pan’, Jesús cortó la conversación, pues con el diablo no se conversa, particularmente en este tipo de tentaciones «sensibles».

Después el demonio llevó a Jesús a la parte más alta de la ciudad santa, en el Templo de Jerusalén y allí lo conminó a que se tirara pues los ángeles impedirían su caída. Dice Mons. João que la tentación de ese momento no era tanto el orgullo de quien debería ser atendido por los ángeles, cuanto la de una «religión basada en lo fabuloso, en el portento y en el prodigio [ndr.: diríamos en la magia], porque, del principal lugar de culto de Israel descendería de forma fulgurante el Mesías, uno muy diferente del varón crucificado que Nuestro Señor estaba destinado a ser, por amor a la humanidad pecadora». Era «una caricatura de la Religión verdadera, excluyendo el papel del dolor, del sacrificio y del camino auténtico hacia la santidad». Jesús responde que estaba escrito que no se tentará a Dios, y Mons. João nos explica que debemos aprender de este pasaje «la resignación que debe caracteriza nuestro relacionamiento con Jesús. Es lícito pedir milagros y hasta manifestaciones grandiosas, pero siendo siempre conscientes de que si no fuésemos atendidos, nuestra fe debe permanecer intacta».

En la tercera tentación, el demonio de lo ofrece a Jesús el mundo entero si el Mesías lo adora. Esta es una tentación en la que muchos caen, y terminan siguiendo los ‘ídolos’ abandonando al verdadero Dios.

Monseñor João dice que en medio de su locura, el demonio le ofreció a Jesús cosas que no podía conceder, sino que ioh paradoja!, ¡eran del que se las estaba ofreciendo! Entretanto, Cristo permitió el hecho para ayudarnos a rechazar el ofrecimiento de esos ídolos.

Como conclusión, Mons. João insiste en que «nunca podemos dialogar con el demonio, criatura maldita que siempre tira aquello que promete. Debemos concluir cualquier conversación con él desde el inicio, con el apoyo de la Palabra de Dios, a imitación de Nuestro Señor Jesucristo».

¿Por qué el demonio nos tienta?

¿Por qué el demonio nos tienta? Por una cuestión psicológica, de su ser actual. Hay enfermos que quieren contagiar con su enfermedad a los sanos: «Al caer al infierno, por haberse rebelado contra Dios, pasó a detestar a los que batallan para obtener la salvación, por ser sus enemigos y adoradores de quien él odia. Entonces, quiere el demonio nuestra perdición y permanece a la espera, caminando alrededor, ‘como el león que ruge, buscando a quien devorar’ (1 Pd 5, 8), pronto para empujarnos precipicio abajo y lanzarnos en la misma infelicidad eterna en la cual él se lanzó».

Dios permite que seamos tentados para darnos la oportunidad de vencer, pero si se cae, Mons. João nos pone el ejemplo del Rey Penitente David, para que «reconozcamos nuestro pecado con verdadera contrición y deseo de nunca recaer en la falta cometida», «con lo que nuestras culpas serán apagadas».

El triunfo es de la gracia

En cualquier caso, Mons. João recuerda que el triunfo es de la gracia, del «apoyo en el auxilio divino, pues sería una insensatez concebir nuestras cualidades como el factor esencial en la lucha contra el demonio, el mundo y la carne». El diablo justamente quiso convencer a Jesús de «cuanto Él [el Señor] era poderoso, capaz y apto a estar en el centro de los acontecimientos, y hace lo mismo con nosotros incitándonos, por el orgullo, a olvidar la gracia y la vida interior, imprescindibles para resistir».
Nosotros por el contrario, debemos recurrir siempre y a todo momento a lo sobrenatural. Para vencer. Si no, no se vence.

Por Saúl Castiblanco

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(1) Todas las citas son tomadas deJoão Scognamiglio Clá Dias, EP. O inédito sobre os Evangelhos – Comentários aos Evangelhos dominicais – I – Ano A – Domingos do Advento, Natal, Quaresma e Páscoa. Libreria Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano. 2013. p. 101.

 

 

 

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