viernes, 29 de marzo de 2024
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A propósito del Centenario de las Apariciones de Fátima

Redacción (Lunes, 08-05-2017, Gaudium Press) Cuando la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Nuestro Señor Jesucristo, Dios y hombre verdadero, se encarnó en el seno precioso e Inmaculado de María Santísima, se abrió una nueva era: la historia era una antes de Cristo y otra después de Cristo.

Nuestro Señor vino a la tierra y con su testimonio, milagros, sabiduría nos mostró que era Dios. El vino, padeció y murió por nosotros para salvarnos. Fundó su Iglesia y su presencia es permanente y perenne, por medio de sus sacramentos, de su palabra y de su Madre, y las «puertas del infierno nuca prevalecerán sobre las de su Iglesia».

Una vez que vino y nos conquistó con su sangre y su amor, nunca más saldrá de la tierra porque ésta le pertenece por conquista y derecho.

Después de su muerte, con millones de mártires que dieron la vida por Dios, se produjo una diseminación de semillas cristianas, con cuánta santidad y belleza.

El Imperio Romano con sus grandezas paganas, cayó por su falta de bases morales y trascendencia; posteriormente invaden los bárbaros que destrozan Roma y su Imperio. Agustín de Hipona al ver escenas de éstas, llegó a pensar que había llegado el fin del mundo, pero no.

Mientras todo el mundo huye, la Iglesia se queda en sus parroquias y cristianiza a esos bárbaros. Clodoveo, jefe de los Francos es convertido por San Remigio y nace la Edad Media, una era de 1000 años de luces, perfumes y colores, porque en la base estaba la Iglesia, el Evangelio, el amor de Dios y el amor al prójimo.

Varios Agustinos de peso como Cilleruelo, Capánaga, Alvarez Turrienzo sustentan que la Edad Media fue la realización del sueño de la Ciudad de Dios de San Agustín, en ésta tierra (1).

Basta recordar que ahí nacen las catedrales góticas, las grandes órdenes religiosas como los Cluniacenses, Franciscanos, Dominicos, las Ordenes Hospitalarias, la Caballería, los vitrales, las universidades como La Sorbonne, etc. Fue una era indiscutible de grandes progresos materiales y espirituales según consignan historiadores contemporáneos de peso como Daniel Rops (2), George Bordonove o Régine Pernoud.

Es claro que hubo sombras, restos de barbarie y errores, pero ellos no obstan para que esta sea la era señalada en que «tiempo hubo en que el Evangelio gobernaba los Estados, las leyes, las instituciones….», de acuerdo a la afirmación del Papa León XIII (3).

Y luego viene la decadencia de la Edad Media y el inicio del Proceso Revolucionario, que según análisis del Profesor Plinio Correa de Oliveira (4), produjo a lo largo de 5 siglos, cuatro grandes revoluciones: Primero la Protestante, contra el Papa y la jerarquía espiritual; la segunda la Revolución Francesa, contra el Rey y la Nobleza; la tercera Revolución, la comunista, que quiso producir una igualdad social y económica total; y la cuarta Revolución, la estructuralista que plantea la vida tribal como ideal para nuestros días, o sea una sociedad sin Estado, auto gestionaría, sin autoridad, sin distinción de clases, sin la dirección de Dios, ni de la moral, ni de la razón, sino guiados por los impulsos, la imaginación y la fantasía y también liderados los hombres por fuerzas esotéricas, mágicas, de chamanes.

Ese estado de cosas caótico en el cual en gran medida ya estamos viviendo, es apoyado por filósofos post modernos como Maffesoli que sostiene: que el ideal de nuestra sociedad post moderna es la tribal. O como anuncia Gianni Vattimo: el paso de lo moderno hacia la posmodernidad se configura como el paso del pensamiento fuerte a un pensamiento débil, y otros que son partidarios de acabar con la verdad objetiva e incluso con acabar el valor de la razón como fuente de conocimiento. (5)

Estamos en un mundo que en buena medida rechaza los trascendentales de la belleza, la verdad y el bien, y por eso entramos en el más absoluto relativismo, libertinaje, amoralidad, feísmo y ‘nadismo’. Pasamos de los extremos de la racionalidad de Kant, Descartes, al subjetivismo efímero y zigzagueante rumbo a la nada en la posmodernidad.

Una carcajada del demonio

Ese tipo humano que la revolución anti-cristiana ha producido es la carcajada que el demonio le da a Dios diciéndole: «Esa es su creación, por la cual tú te encarnaste; es lo más disímil a tus perfecciones, haz sido derrotado, yo vencí, porque más se parecen a mí que a ti».

Es eso justamente lo que la Virgen en Fátima en 1917 vino a denunciar; ella vino a pedir el rechazo al mal y la vuelta al bien, la verdad y la belleza, o sea una conversión, porque de lo contrario vendrían calamidades, Rusia esparciría sus errores por el mundo entero creando guerras y persecuciones.

Algunos tomaron a serio sus pedidos, pero la mayoría fueron indiferentes, por eso estamos en el caos y la corrupción en la que estamos y es de temer los castigos anunciados. Pero cuando la situación es difícil, también debemos pensar que llegó la hora de Dios, por medio de Nuestra Señora, que es alabada una jaculatorias como ‘Acies Ordinata’, «Más terrible que un ejército en orden de batalla».

Durante 7000 años ha habido batallas en las que vence el mal. Es esa lucha de eterna enemistad que nos habla el Génesis, del cual el autor es el propio Dios que nos dice: «Pondré una eterna enemistad entre la Virgen y la serpiente, entre tu descendencia y la de Ella y Ella te aplastará la cabeza» (6). En esa gran lucha en que nos encontramos y que hoy llega a su auge, María Santísima, como Reina Victoriosa entra en los acontecimientos con paso seguro, mandando sus ángeles a la tierra para exorcizar y humillar a los demonios que han mantenido dominados a muchos hombres, ambientes, naciones, María como Reina de la Gracia ciertamente enviará gracias ‘super-extraordinarias’ para fortalecer al lado del bien.

Ella, Madre de bondad, nos trae un gran perdón, y una gran victoria: POR FIN MI INMACULADO CORAZÖN TRIUNFARÁ, tal como Ella dijo en Fátima (7). Tengamos fe y confianza que estamos viviendo días trágicos pero grandiosos, ya que estamos viendo y participando en la mayor batalla humana, angélica y divina que hubo en la historia.

Y tal vez sintamos la alegría de la liberación y el consuelo para nuestra Santa Madre la Iglesia, para Nuestro Señor y Nuestra Señora y así también ayudar a gran número de almas que hoy se condenan por estar envueltas en un «rollo compresor anti católico» que tanto y tanto nos ha hecho sufrir.

Por Gustavo Ponce

1.Ponce Gustavo, Tesis Doctoral en la UPB «La concordia social, una vía para la paz, desde la perspectiva de San Agustín», 2013, pág 44
2.- Rops,Daniel. La Iglesia de las catedrales y de las cruzadas. Sao Paulo-1993.
3. León XII, Papa. Encíclica Inmortale Dei. Sobre la constitución cristiana del estado.
4.- Correa de Oliveira, Plinio. Revolución y Contra revolución. Sao Paulo-Vera Cruz.
5.- Ponce, Gustavo, Tesis Doctoral en l UPB. Pag 38 y siguientes
6.- Gén 3,15.
7.- Scognamilio Clá Días, Joao. Mons. Fátima Aurora del Tercer Milenio, Sao Paulo-1999.

 

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