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Papa: la auténtica consolación es don y servicio

Ciudad del Vaticano (Martes, 13-06-2017, Gaudium Press) La experiencia de la consolación fue el tema central de la homilía del Papa Francisco en la Misa celebrada ayer en la Capilla de la Casa Santa Marta.

1.jpgPor ocho veces, la Primera Lectura del día hablaba de consolación. La Lectura fue, entonces, una oportunidad que Francisco encontró para hacer una reflexión a propósito de cuál sea la consolación de que San Pablo trata.

El Papa destacó como su primera característica el hecho de no ser «autónoma»:

«La experiencia de la consolación, que es una experiencia espiritual, precisa siempre de la alteridad para ser plena: nadie puede consolarse a sí mismo. Y quien busca hacerlo termina mirándose en el espejo. Se mira en el espejo, busca maquillarse, aparecer. Se consuela con esas cosas cerradas que no lo dejan crecer y el aire que respira es el aire narcisista de la auto-referencialidad. Esta es una consolación maquillada porque es cerrada, le falta la alteridad.»

Ejemplos del Evangelio

El Papa pasó a citar ejemplos de gente así y que son descritas en el Evangelio:

«En el Evangelio se encuentra mucha gente así», dijo Francisco, citando ejemplos: los doctores de la Ley, «llenos de la propia suficiencia»; el hombre rico que vivía siempre en fiestas, pensando en consolarse; pero, sobre todo lo que expresa mejor este comportamiento es la oración del fariseo delante del altar. Él decía:

«Yo te agradezco porque no soy como los otros». «Él se miraba en el espejo», dijo Francisco, «miraba la propia alma maquillada por ideologías y agradecía al Señor». Jesús muestra que con este modo de vivir «nunca se alcanzará la plenitud», sino la vanagloria.

Consolación verdadera

Para ser verdadera, la consolación precisa de una alteridad.

En primer lugar, «es Dios quien consuela, quien da este don». Después, la verdadera consolación madura también otra alteridad, o sea, la de consolar a los otros. Explicó el Papa: «La consolación es un paso del don recibido al servicio donado».

Consolación verdadera, alteridad, servicio

Francisco explicó a los presentes en la Casa Santa Marta que «la consolación verdadera tiene doble alteridad: es don y servicio. Así, si yo dejo la consolación del Señor entrar como don es porque yo preciso ser consolado. Para ser consolado es necesario reconocerse necesitado. Solamente así, el Señor viene, nos consuela y nos da la misión de consolar a los otros. No es fácil tener el corazón abierto para recibir el don y hacer el servicio, dos alteridades que tornan posible la consolación».

Quienes son los «felices»

El Papa continuó con sus palabras para explicar quiénes son los felices en el Evangelio:

«Es necesario un corazón abierto y para eso es preciso un corazón feliz. El Evangelio de hoy de las Bienaventuranzas dice quiénes son los felices, quiénes son los beatos»:

«Los pobres, el corazón se abre con una actitud de pobreza, de pobreza de espíritu. Los que saben llorar, los mansos, la mansedumbre del corazón; los que tienen hambre de justicia, que luchan por la justicia; los que son misericordiosos, que tienen misericordia por los otros; los puros de corazón; los agentes de paz y los que son perseguidos por la justicia, por amor a la justicia. Así el corazón se abre y el Señor viene con el don de la consolación y la misión de consolar a los otros».

Cerrados, ricos de espíritu, sin alteridad

El Papa describió quiénes son los que se sienten «ricos de espíritu» y que por eso son «suficientes». Ellos son los cerrados, «no sienten necesidad de llorar porque se sienten justos», los violentos que no saben lo que es la mansedumbre, los injustos que cometen injusticia, los que no tienen misericordia, que jamás precisan perdonar porque no sienten la necesidad de ser perdonados, «los sucios de corazón», los «agentes de guerras» y no de paz y los que jamás son criticados o perseguidos porque no se preocupan con las injusticias contra las otras personas.

«Esas personas -dice el Papa- tienen un corazón cerrado»: no son felices porque no puede entrar el don de la consolación para, después, darlo a los demás.

Invitación final

¿Cómo está nuestro Corazón? Fue esta la invitación hecha por Francisco. Que nos cuestionásemos cómo está nuestro corazón, si abierto y capaz de pedir el don de la consolación para después darlo a los otros como un don del Señor.

Y que, durante el día, se pensase y agradeciese al Señor que «siempre intenta consolarnos». «Él solamente nos pide que la puerta de nuestro corazón esté abierta por lo menos un poquito», concluyó el Papa:

«Así, Él después encuentra el modo de entrar». (JSG)

 

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