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Confidencias de una sufrida pastorcita

Redacción (Domingo, 10-09-2017, Gaudium Press) En marzo de 1920 Jacinta cumpliría 10 añitos de edad, sin embargo Nuestra Señora se la llevó al Cielo -como le había prometido, el 20 de febrero de ese mismo año, hacia las diez de la noche, desde el cuarto de un hospital donde estaba en ese momento absolutamente sola. Era la menor de los tres pastorcitos, la de más personalidad y la que más sufrió de ellos los efectos de la epidemia bronquial que se esparció por Europa en 1918. Francisco su hermanito había muerto de la misma enfermedad en su casa, a comienzos del año anterior. (1)

1.jpgPero Jacinta no moriría asistida por sus padres ni familiares, ni acompañada por Lucía. Había sido llevada al hospital de Vila Nova de Ourém donde estuvo dos meses y regresó a casa con una terrible herida en el pecho. Dijo que en esos días la Virgen se le apareció para animarla pues le reveló que la llevarían a Lisboa y allá moriría solita. Efectivamente fue trasladada al Orfanato Nuestra Señora de los Milagros y después al Hospital Doña Estefanía donde murió.

Esta niña, hoy la santa más jovencita de la Iglesia, asistida por la religiosa Madre María de la Purificación Godinho, le contó a la buena monja algunas cosas que esta tuvo el cuidado de anotar y guardar, según consta en el libro del P. Joao De Marchi (2).
«La Madre de Dios quiere más almas vírgenes que se unan a Ella con voto de Castidad. Yo iría con gusto al convento pero me gusta más el Cielo. Para ser religiosa es preciso ser muy pura del alma y cuerpo».

Al parecer un tanto sorprendida la monja le preguntó que si ella sabía lo que quería decir ser pura. «Sí, lo sé. Ser pura en el cuerpo es guardar la castidad; y ser pura en el alma es no hacer pecados: no mirar lo que no se debe ver, no robar, nunca mentir, decir la verdad aunque nos cueste» Anteriormente le había dicho a la religiosa que los pecados que más llevan almas al infierno son los de la carne y que vendrían unas modas que ofenderían mucho a Nuestro Señor. Pero lo más sorprendente: «Muchos matrimonios no son buenos y no agradan a Dios Nuestro Señor, y no son de Dios» (3).

De aquellas conversaciones hay algo que llama la atención. La pastoricia sufrida dijo que «es preciso hacer penitencia. Si la gente se enmienda Nuestro Señor amparará al mundo; pero si no se enmienda, vendrá el castigo» (4)

¿Quién podría asegurar hoy que el mundo se enmendó? Jacinta también pidió a la monja que rezara mucho por los sacerdotes y religiosos. Que estos debían ser puros, muy puros. Ardiendo en fiebre, sola y ciertamente con un dolor atroz, la inocente pastorcita entregó su alma en las manos de María Santísima aquella noche invernal en un hospital de caridad en Lisboa. (5)

Por Antonio Borda

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(1) Jacinta y Francisco predilectos de María, Mons. João Scognamiglio Clá Dias EP, Julio de 2000, Takano, Ed.Gráfica Ltda., Sao Paulo.
(2) De Marchi Joao, Era una Señora más brillante que el sol, 13ª. Ed. Fátima Misiones de la Consolata, 2006.
(3) Idem.
(4) Idem
(5) Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará, Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP., Caballeros de la Virgen, 2017, Bogotá Pag.142.

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