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La ‘Clave de César’, la ‘Clave Blas de Lezo’ y la ‘Clave del plástico’

Redacción (Jueves, 14-09-2017, Gaudium Press) En anterior nota hablamos del concepto «clave», término usado por el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira para definir un cierto prisma con el cual vemos la realidad y orientamos nuestras vidas, fruto de una mentalidad.

Decíamos que así como las personas, los pueblos e incluso las áreas de civilización tienen una clave, una mentalidad.

Por ejemplo, adentrémonos un tanto en la clave del pre-imperio romano, en la época del gran Cayo Julio César, y observemos algunos rasgos distintivos de la élite romana, que dominaron la mentalidad de entonces.

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Los niños, aquellos considerados suficientemente saludables para seguir con vida, eran educados al interior de la familia y se les transmitía el orgullo de pertenecer a ella. Les eran relatados los logros de los grandes antepasados y se les formaba también en la historia de la grandeza de Roma. «Los niños aprendían a admirar las cualidades típicamente romanas de la dignitas, pietas y virtus, todas ellas palabras con una resonancia más poderosa que sus derivados dignidad, piedad y virtud. La dignitas era el sobrio comportamiento que ponía claramente de manifiesto la importancia y las responsabilidades de un hombre y, en consecuencia, infundía respeto. La dignidad era considerable en cualquier ciudadano romano, mayor en un aristócrata y aún mayor en un hombre que había ocupado una magistratura. La pietas incluía no solo el respeto hacia los dioses, sino hacia la familia y los padres, así como hacia las leyes y tradiciones de la República». (1) Para los romanos esas tres cualidades habían constituido la base de la grandeza de Roma, que era en el fondo la grandeza de las grandes familias romanas.

A los niños aristócratas se les insistía en que su vida debía acrecentar la gloria de la familia, y que no podían quedar por debajo de esas expectativas. ¿Cómo hacerlo? Ocupando un cargo en la magistratura (cónsul, tribuno, pretor) pero sobre todo alcanzando la gloria militar, la gloria de las armas: por ello la élite romana era educada con espíritu militar; era común que los grandes líderes políticos también fueran líderes militares. Entonces, la clave del pre-imperio era la búsqueda de la gloria humana-familiar, por los hechos de armas o por la acción destacada en el gobierno del Estado, una gloria que no se reportaba al Creador, una gloria humana, fruto de la grandeza humana.

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Monumento a Don Blas de Lezo, Cartagena de Indias

¿Cómo sería una clave a la Don Blas de Lezo, el gran almirante español que evitó que Cartagena de Indias y casi que el Virreinato de la Nueva Granada cayera en manos inglesas?

Don Blas de Lezo nace en 1689 en Guipúzcoa, España, en cuna de pequeña nobleza, una familia numerosa de fuerte cuño católico. Su tatarabuelo había sido regidor y alcalde de su pueblo natal. La casa donde se cría tiene dos fachadas, una que da sobre el puerto (2): Don Blas nace contemplando el ancho mar, su vocación. Perteneciente a una casta aún no decadente, fue educado Don Blas en «el sentimiento de pertenencia a una clase llamada al servicio de las demás», lo que «será una idea que permeará toda su vida» (3): He aquí la gran diferencia entre la verdadera nobleza cristiana y la pagana: la una era grande y buscaba engrandecerse con sus hechos, la otra quería hacerlo en el servicio a los demás. Siempre lo acompañó un crucifijo, que le recordaba el mayor heroísmo que hubo en la historia. El coraje le venía en las venas, y a los quince años ya había perdido una pierna en la batalla de Málaga (1704) donde demostró su temple de acero: «Su resistencia al dolor de toda la intervención [la amputación de la pierna] fue tal, que el propio comandante de la Flota, el Conde de Toulouse, le dirigió una carta elogiosa, e hizo conocer su valentía al propio Luis XIV». (4) Después perdería un ojo, luego un brazo quedaría inútil, y finalmente en el sitio de Cartagena del almirante inglés Vernon sería herido mortalmente en lo que le quedaba de cuerpo (5): No había problema, en el cielo viviría con todos sus miembros completos.

Cumplidor del deber hasta el fin, Don Blas de Lezo tenía la clave del hidalgo español no contaminada aún por la decadencia renacentista. Era un caballero cristiano.

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Foto: pequenolimon

¿Y la Clave del Plástico? Esa es más fácil de describir; es la clave de lo efímero, de lo intrascendente, de lo infantil sin inocencia, de lo concreto sin lo simbólico, de lo rastrero sin la epopeya, de lo bajo sin el vuelo de las águilas, de lo miope sin horizontes, de lo banal sin honra, de lo fútil sin seriedad y profundidad: Es la clave del «american way of life», esa que nos circunda, que se entromete en nuestras intimidades, clave entretanto de la cual el hombre ya está sintiendo el hastío total, la insubstancialidad absoluta…

Va siendo pues hora, en este mundo del hastío y del aburrimiento, de hurgar en la historia, o mejor en la mente divina, por otras claves.

Por Saúl Castiblanco

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(1) Goldsworthy, Adrian. César – La biografía definitiva. Ed. La esfera de los libros. Madrid.
(2) Cfr. Quintero Saravia, Gonzalo M. Don Blas de Lezo – Defensor de Cartagena de Indias. Ed. Planeta. Bogotá. 2002
(3) Ibídem, p. 29.
(4) Algunas luces y curiosidades en la vida de Don Blas de Lezo. Gaudium Press. Nov. 2014 (https://es.gaudiumpress.org/content/65046-Algunas-luces-y-curiosidades-en-la-vida-de-Don-Blas-de-Lezo)
(5) Cfr. Victoria, Pablo. El día que Cartagena derrotó a Inglaterra. Planeta. Bogotá. 2011.

 

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