jueves, 28 de marzo de 2024
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Hoy el Papa rezó por Cardenales y obispos fallecidos el último año

Ciudad del Vaticano (Viernes, 03-11-2017, Gaudium Press) Esta mañana, en la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco ofició una misa en sufragio de Cardenales y obispos fallecidos en el último año. El Pontífice indicó que esa celebración «nos pone una vez más frente a la realidad de la muerte, reavivando en nosotros el dolor por la desaparición de las personas cercanas a nosotros o que nos han hecho bien, pero la liturgia alimenta sobre todo nuestra esperanza por ellos y por nosotros mismos».

Al día siguiente de la celebración de todos los fieles difuntos, el Papa citó el libro de Daniel donde «se expresa una firme esperanza en la resurrección de los justos: ‘Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra despertarán: Unos a la vida eterna, otros a la vergüenza y a la infamia eterna'».

En este sentido, indicó que «la muerte hace definitiva la encrucijada que ya está ante nosotros aquí, en este mundo, hemos seguido: la senda de la vida, es decir, la que nos lleva a la comunión con Dios; y la senda de la muerte, la que nos lleva lejos de Él». «Los muchos que resucitarán a la vida eterna son los muchos por los cuales se derramó la sangre de Cristo -subrayó-. Son la multitud que, gracias a la bondad misericordiosa de Dios, puede experimentar la realidad de la vida que no pasa, la victoria completa sobre la muerte por medio de la resurrección».

«En el Evangelio, Jesús refuerza nuestra esperanza cuando dice: ‘Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Quien coma de este pan vivirá para siempre’. Son palabras que se refieren al sacrificio de Cristo en la Cruz. Él aceptó la muerte para salvar a los hombres que el Padre le ha confiado y que estaban muertos en la esclavitud del pecado. Jesús se hizo nuestro hermano y compartió nuestra condición hasta la muerte; con su amor destruyó el juego de la muerte y nos abrió la puerta de la vida».

Por ello, «al nutrirnos de su cuerpo y su sangre nos unimos a su amor fiel que lleva en sí la esperanza de la victoria definitiva del bien sobre el mal, sobre el sufrimiento y sobre la muerte. Con la fuerza de este vínculo de la caridad de Cristo, sabemos que la comunión con los difuntos no es solo un deseo o un fruto de la imaginación, sino, que se vuelve real».

«La fe que profesamos en la resurrección nos lleva a ser hombres de esperanza y no de desesperación, hombres de la vida y no de la muerte, porque nos consuela la promesa de la vida eterna radicada en la unión a Cristo resucitado».

«Esta esperanza, reavivada en nosotros por la Palabra de Dios, nos ayuda a tener una actitud de confianza frente a la muerte», destacó el Papa. «En efecto, Jesús nos ha mostrado que la muerte no es la última palabra, sino que el amor misericordioso del Padre nos transfigura y nos hace vivir en comunión eterna con Él».

«Una característica fundamental del cristiano es el sentido de la espera palpitante del encuentro final con Dios», destacó el Papa con el Salmo responsorial: «Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?».

«Son palabras poéticas que expresan de manera conmovedora nuestra espera vigilante y sedienta del amor, de la belleza, de la felicidad y de la sabiduría de Dios.

«Estas palabras del Salmo quedaron grabadas en el alma de nuestros hermanos cardenales y obispos que hoy recordamos: nos han dejado después de haber servido a la Iglesia y al pueblo de Dios que se les confió con la mirada puesta en la eternidad. Damos gracias por su servicio generoso al Evangelio y a la Iglesia, al mismo tiempo que nos parece oírles repetir con el Apóstol: «La esperanza no defrauda». Sí, no defrauda. Dios es fiel y nuestra esperanza en Él no es inútil. Invoquemos para ellos la intercesión materna de María Santísima, para que participen en el banquete eterno, que con fe y amor gustaron ya durante su peregrinación terrena»

Con información de Aica

 

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