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El Imperativo Categórico de Kant y la falibilidad humana de San Agustín

Redacción (Jueves, 19-04-2018, Gaudium Press) Una de las tesis centrales de Kant -filósofo alemán del siglo XVIII- es su tesis sobre «El imperativo categórico». Consiste en un mandamiento autosuficiente, no basado en ninguna religión, ‘autónomo’ y nacido de la razón, que es capaz de regir el comportamiento humano. Para él toda la moral del ser humano debe poder reducirse a un sólo mandamiento fundamental, nacido de la razón y no de la autoridad divina.

Manifiesta Kant que hay en el hombre una seriedad y rectitud de conciencia que nos lleva a realizar el bien, como una opción propia de la voluntad del hombre, no por presión, sino naturalmente. En Kant hay una confianza total en lo ‘puro’ del hombre y su buena voluntad y la ley es la forma para enderezar a los que no actuaron de buena voluntad.

Sustenta en su libro «La religión dentro de los límites de la razón» que la paz crece, se levanta y se construye por voluntad del hombre. Es defensor de la virtud forjada por la voluntad recia del hombre, un hombre que es en el fondo todo bueno. A este respecto comenta el profesor Plinio Corrêa de Oliveira que «la Revolución niega el pecado original y el pecado actual… Y el dogma básico es la concepción inmaculada del individuo» (1): es esa en esencia la posición de Kant.

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San Agustín, Luz de los doctores de la Iglesia

Óleo en el Convento de San Agustín, Quito

En sentido diverso San Agustín, basado incluso en su propia y amplia experiencia personal, desconfió del hombre abandonado a sus propias fuerzas, y se fio de la autoridad, y de la gracia de Dios para levantarse. El palpó cuán contingente es el ser humano; cómo su voluntad es voluble influenciada por los hábitos, por las costumbres, por su alrededor.

La voluntad del hombre se guía habitualmente por sus hábitos, que pueden ser buenos o malos

Kant probablemente desconocía a Aristóteles, en el sentido que desprecia y desconoce la importancia de los hábitos en la determinación positiva de la voluntad. El cree que la razón práctica se mantiene siempre incólume, en un intelectualismo muy similar al de Sócrates: En cambio Aristóteles, en la Ética Nicomaniquea sustenta que es bastante evidente que la voluntad se guía más usualmente por sus hábitos, esto es por sus costumbres, virtudes o vicios, que por una pura consideración racional de cada situación.

Hay variadas corrientes que consideran al hombre con una inteligencia y voluntad ordenadas y con capacidad de por sí mismo obrar con perfección. Además de Kant, encontramos a los Pelagianos, que consideran que no necesitan de la gracia divina para su autorrealización. «La Nueva Era» sustenta que hay una energía divina dentro de cada uno, energía que debe ser liberada, y que, sin ayuda de nada más, nos llevará a divinizarnos. También hay corrientes que están en el extremo opuesto, como Hobbes, que sustenta que sólo hay maldad y que el semejante es el lobo que quiere la destrucción del otro («el hombre es lobo para el hombre»), de donde se deriva toda forma de desconfianzas y represiones.

«In medio stat virtus», en el medio está la virtud, el justo medio está en San Agustín. El hombre es en sí mismo bueno, fue hecho para el bien, la verdad y la belleza; hubo una caída original y eso produjo una tendencia al mal y un debilitamiento de la inteligencia y de la voluntad, pero con la ayuda de lo sobrenatural, el ser humano pecador puede recuperarse, ser fuerte, practicar el bien y hacer maravillas. Eso sucedió con el Obispo de Hipona: cuando se creía fuerte y autosuficiente, cayó, sintió su vacío, su nada, y fue levantado y llegó a ser grande con una inteligencia colosal y una voluntad férrea (2).

Desconfiemos de nuestra inerrancia, de nuestra infalibilidad, porque dentro de nosotros está nuestro mayor enemigo. Estamos permanentemente en guerra civil en nuestro interior; vencerá sólo el que vigila, lucha y desconfía contra el mal que está dentro de nosotros mismos. No basta un imperativo categórico quimérico para detenerlo, sino la fuerza que nos viene de Aquel que dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida».

Bien se cumple la frase de la Escritura: «Los soberbios serán humillados y los humildes ensalzados».

Por Gustavo Ponce

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1) Correa de Oliveira, Plinio. Revolução e Contra-Revolução, São Pãulo, Artpress.
2) Ponce Montesinos, Gustavo. Tesis Doctoral de Filosofía de la Universidad Pontificia Bolivariana: «La concordia social, una vía para la paz desde la perspectiva de San Agustín». Febrero del 2013. pág. 22.

 

 

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