viernes, 29 de marzo de 2024
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Construir bonito no es tanto cuestión de dinero, es de mentalidad

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Redacción (Miércoles, 18-07-2018, Gaudium Press) Quien va recorriendo las murallas de la ciudad antigua de Cartagena de Indias, lo que es posible hacer en una hora y treinta minutos, tiene una vista global de la arquitectura de una rica colonia española de ultramar. Se encuentran allí desde las ricas casas de los grandes señores, de dos o tres pisos, de amplios claustros aljibes y fuentes y muchos cuartos, hasta las casas populares del barrio San Diego, o de Getsemaní, barrio que volvió a ser declarado recientemente como uno de los 10 mejores del mundo por la revista Forbes.

Casas de Getsemaní o de San Diego más modestas, de una planta, pero también con un pequeño claustro algunas, o a veces no pero siempre con techos altos, siempre muy frescas de día en medio del tórrido trópico, con muros anchos de adobe, con ventanales de madera, algunos formando balcones por lo salientes, todos pintorescos, a veces balcones con pequeños techos de teja roja española, a veces balcones que tienen como base una copa, casas siempre de fachadas coloridas muy bien mantenidas.

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Lo dijimos arriba, Getsemaní, barrio popular, fue declarado como uno de los más lindos del mundo. Allí llegaban los inmigrantes tardíos que querían probar fortuna. Fue esa la primera expansión fuera de la ciudad amurallada. Allí construyeron los habitantes una iglesia que no es la catedral de Santa Catalina de Alejandría pero que es maravillosa, grande, amplia, de techo muy alto, hoy de un cálido amarillo ocre, de una bóveda con artesonado de madera en el techo que es una fábula, y que en varios aspectos es más auténtica que la propia catedral, la iglesia de la Trinidad. Getsemaní no es el de las grandes plazas sino el de los rincones encantadores, donde la brisa marina se mezcla con la calma de unas calles aún no enteramente contaminadas por la agitación de la vida moderna, calles arrevesadas y no rectilíneas, que deparan siempre una bella sorpresa, que recuerdan un poco las de una ciudad medieval como Asís, pero que tienen el encanto del caribe tropical.

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Getsemaní es una maravilla. Y es popular.

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Nada que ver con las horrorosas y muy costosas construcciones de vidrio modernas tipo Manhattan, que un observador no sabe distinguir entre vivienda, oficinas, colmenas o suma de cubículos.

 

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El arte y la belleza no es tanto cuestión de dinero, sino de mentalidad. Son dos tipos de construcción, que reflejan dos tipos de mentalidad y que potencian esa mentalidad: una la de la civilización del espíritu, otra la de la pseudo civilización de la materia, del «Time is money», del estúpido ‘work fast’.

Por Saúl Castiblanco

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