viernes, 19 de abril de 2024
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En Casa Santa Marta, Papa invita a reflexionar sobre el sentido de ser cristiano

Ciudad del Vaticano (Martes, 09-10-2018, Gaudium Press) En la Misa celebrada en la mañana de este lunes 8 en la capilla de la Casa Santa Marta, el Papa Francisco, a partir del Evangelio de San Lucas, reflexionó durante su homilía sobre los «seis personajes» de la parábola narrada por Jesús al doctor de la Ley que, para ponerlo «a prueba», le pregunta: «¿Quién es mi prójimo?». Y habla sobre los asaltantes, el herido, el sacerdote, el levita, el samaritano y el dueño de la pensión.

No pasar directo: parar, tener compasión…

Los asaltantes que golpearon al hombre, dejándolo casi muerto; el sacerdote que, cuando vio al herido, «siguió adelante», sin llevar en consideración la propia misión.

Y lo mismo ocurrió con el levita, «hombre de cultura de la Ley».

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Reflexionando sobre «seguir adelante», él afirmó que «debe entrar hoy en nuestro corazón». El Papa observó que se trata de dos «funcionarios» que «coherentes» con sus funciones, dijeron: «no me cabe a mí» socorrer al herido y siguieron adelante.

Al contrario, quien «no sigue adelante» es el Samaritano. El Samaritano que era considerado «un pecador, un excomulgado del pueblo de Israel»: el «más pecador sintió compasión», recordó Francisco.

Tal vez, este hombre samaritano fuese «un comerciante que estuviese en viaje para negocios», pero, aun así:
No miró el reloj, no pensó en la sangre. «Llegó cerca de él, descendió el burro, hizo curativos, derramando óleo y vino en las heridas».

«Después colocó al hombre en su propio animal, y lo llevó a una pensión», todo sucio… de sangre… «Y cuidó de él». No dijo:

«Pero yo lo dejo aquí, llamen a los médicos que vengan. Yo me voy, hice mi parte». No. «Cuidó de él», como diciendo: «Ahora usted es mío, no por posesión, sino para servir». Él no era un funcionario, era un hombre con corazón, un hombre con el corazón abierto.

Estupefacto

El Pontífice habló sobre el dueño de la pensión que «quedó estupefacto» al ver un «extranjero», un «pagano, porque no era del pueblo de Israel», que paró para socorrer al hombre, pagando «dos monedas de plata» y prometiendo que cuando volviese pagaría lo que hubiese sido gastado demás.

La duda de no recibir lo debido se insinuó en el dueño de la pensión, agregó el Papa, «la duda en relación a una persona que vive un testimonio, una persona abierta a las sorpresas de Dios», como el Samaritano.

Exhortación final

El Papa exhortó a todos, «laicos y pastores», a preguntarse si somos cristianos abiertos a lo que el Señor nos da «todos los días», «a las sorpresas de Dios que muchas veces, como el Samaritano, nos colocan en dificultad», o si somos cristianos funcionarios, haciendo lo que debemos, sintiéndonos «en orden» y siendo forzados a las mismas reglas.

«Cada uno de nosotros es el hombre allí herido, y el Samaritano es Jesús.
Él curó nuestras heridas. Se hizo próximo. Cuidó de nosotros. Pagó por nosotros. Él dijo a su Iglesia: «Si precisa de más, usted paga, pues yo volveré y pagaré». Piensen bien: en este pasaje, en él está todo el Evangelio», concluyó. (JSG)

De la Redacción Gaudium Press, con informaciones Vatican News.

 

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