miércoles, 24 de abril de 2024
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Artista sacro reflexiona sobre la cacofonía y la monotonía actuales en contraposición con la armonía propia de la belleza

Washington (miércoles, 24-10-2018, Gaudium Press)  Para los nacidos hacia el final del siglo XX y los albores del siglo XXI puede resultar un reto identificar algunas características del rechazo en las formas tradicionales de la belleza en la vida cotidiana. Ejemplos como el de la arquitectura actual pueden brindar una comprensión sobre los efectos prácticos del rechazo de la tradición y las formas tradicionales en el tiempo presente, pero se requiere una explicación previa para reconocer lo que para personas de otras épocas resultaría evidente. Esta aproximación fue hecha por el artista sacro y Preboste de la Universidad Pontifex de Estados Unidos, David Clayton, en un artículo para New Liturgical Movement.

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Detalle de la fachada de la Catedrla de Notre Dame en París, Francia. Foto: Gustavo Kralj / Gaudium Press.

«Cuando observo la mayoría de los edificios diseñados de manera tradicional me parece que el objetivo del arquitecto en su diseño es la belleza, y que él busca la armonía visual a través de una adecuada proporción de las partes en sus diferentes magnitudes», comentó el artista. «En general, estos fueron elegidos deliberadamente para ajustarse a un patrón matemático que se creía que correspondía al patrón de la belleza del cosmos, y que a su vez participa en el patrón de la belleza divina». Estos patrones son ignorados en la inmensa mayoría de las edificaciones actuales, para ser reemplazados por dos principios rectores que no corresponden con la belleza: el espaciado uniforme y el espaciado aleatorio. «El primero, espaciado uniforme, genera monotonía visual. El segundo, el espaciado aleatorio, genera una cacofonía visual».

Los principios desarrollados desde la civilización griega permanecieron incuestionados durante siglos y fueron la base de los trabajos hasta el final del siglo XIX, tras lo cual fueron rechazados cada vez más deliberadamente hasta llegar a ser casi olvidados por completo en la actualidad. «¿Esto importa?», cuestionó Clayton. «Creo que sí, porque creo que la belleza importa. La prueba para cada uno de nosotros para decidir si es importante considerar los edificios que preferiríamos ver, vivir y trabajar». Para ilustrar los efectos reales de estos principios, propuso comparar tres edificios: una casa georgiana construida en el siglo XVII en Inglaterra, un edificio reciente y un templo vanguardista.

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Fotos: New Liturgical Movement.

En el caso de la casa, Clayton afirmó que «es una manifestación clásica de armonía visual en la que, como un acorde musical que consta de tres notas diferentes, cada piso tiene una altura diferente, y la combinación es, a mi parecer, agradable. Esa fue ciertamente la intención del arquitecto al diseñarlo de esta manera». Para el edificio moderno, salta a la vista la monotonía del diseño. «Es una manifestación visual de un cuarteto de cuerdas en el que cuatro violines idénticos no tocan más que el sonido continuo de una nota. Sin importar cuán limpia y pura podría ser esa nota, cua? perfectamente renderizada, rápidamente se vuelve aburrida de escuchar. Es, literalmente, monótono». La monotonía llega a ser ofensiva cuando se reproduce en edificios más grandes como los rascacielos, donde no se puede escapar de su efecto sobre el paisaje circundante.

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Foto: New Liturgical Movement.

En el caso del templo vanguardista, la nota predominante es el diseño al azar, «dirigido por una intuición desinformada». «Es como el efecto que obtendrías si tuvieras una orquesta compuesta de muchos instrumentos diferentes con cada músico tocando notas al azar, y sin tener en cuenta lo que tocan los demás», propuso Clayton. «¿Se parece a un edificio hecho para albergar la adoración de Dios expresada a través de la belleza del canto y la polifonía?».

«La matemática tradicional de la belleza, en contraste, es un análisis auténtico de la percepción humana común del mundo que nos rodea, y es más rica y variada como resultado», explicó el artista. «Además, es la base sobre la que se construye una arquitectura cristiana. Las matemáticas de la armonía y la proporción provinieron de fuentes clásicas, pero se desarrollaron y enriquecieron, al igual que la música instrumental se desarrolló en el contexto de una cultura cristiana». Alejarse de los principios básicos de la belleza, inevitablemente lleva a efectos contrarios. «Cuanto más intentamos ser diferentes, como una declaración deliberada de originalidad, más parece que todo se ve igual. La fealdad de tanta arquitectura moderna, y el arte y la música, me confirman la verdad del principio de que no hay orden fuera del orden de Dios, solo desorden».

Con información de New Liturgical Movement.

 

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