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En la China, crece rápidamente la ‘Marea Cristiana’

Bogotá (Martes, 14-12-2010, Gaudium Press) A pesar de toda la intención del régimen chino de dar al mundo la impresión de apertura y de vigencia de las libertades individuales, recientes hechos noticiados con cierta amplitud confirman la realidad de que la mano de hierro del control estatal aún se mantiene firme y actuante.

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En Oslo, sobre una silla vacía posa el certificado del

Nobel otorgado a Liu Xiaobo

La cruel negativa del gobierno chino a la solicitud elevada por diversas instancias, de permitir que la esposa del encarcelado disidente Liu Xiaobo recibiese en su nombre el Nobel de Paz recientemente concedido -además de su práctico arresto domiciliario con ocasión del otorgamiento del premio a Liu- han causado indignación en muchas esferas, a pesar de las explicaciones y protestas oficiales.

Aunque menos difundida por la gran ‘media’ -pero más importante por todas sus implicaciones y por la institución a que se refiere- fue la noticia de la violencia ejercida sobre decenas de obispos ligados a la Santa Sede, obligados por el gobierno del país a viajar hasta la capital, Pekín, para participar de la Asamblea de Chinos Católicos que inició el pasado martes 7, con la intención principal de elegir al presidente nacional de la Asociación Patriótica y presidente del Consejo de Obispos Chinos. Estas dos entidades no son reconocidas por el Vaticano, pues aunque presentadas como católicas buscan construir una Iglesia sin vínculo con Roma. Muchos obispos fueron llevados a la fuerza; varios no quisieron participar de la misa de apertura de la Asamblea, pues sabían que entre los concelebrantes habría varios excomulgados. Algunos prelados pudieron evitar ir al encuentro declarándose enfermos; otros simplemente huyeron, como Mons. Li Lianghui Cangzhou, quien desde entonces fue buscado por las autoridades como «criminal peligroso», según la agencia Asia News.

Entretanto, a pesar del sigilo con el que ese tipo de asuntos es tratado en la enigmática China, Occidente empieza a percibir que el tema «cristianismo» está alcanzado en el coloso de Oriente proporciones justamente de ese tamaño, colosales. Según NPR (National Public Radio de los EE. UU.), y a pesar de ser un estado oficialmente ateo, hoy por hoy uno de cada tres chinos se declara a sí mismo como una persona religiosa, en algo que ya es llamado por varios analistas como una ‘explosión de creencias religiosas’ en el país asiático.

De las cinco religiones que reconoce el gobierno (Protestantismo, Catolicismo, Budismo, Islam y Taoísmo) sin duda alguna las de más crecimiento son las cristianas. Según encuestas recientes recogidas por NPR, China tiene ahora 100 millones de cristianos (tanto de iglesias ‘oficiales’ como clandestinas), más creyentes en Cristo que miembros del Partido Comunista, que son 75 millones. Conforme el National Catholic Reporter, cada día que pasa 10 mil chinos se vuelven cristianos, lo que llevaría a que a mediados de siglo, pueda haber en el país más de 200 millones de creyentes en Jesús.

3908_M_f82f18855.jpgY a pesar de que las leyes chinas prohíben el proselitismo, todo indica que cada vez son más los cristianos que aprovechan los límites borrosos o grises de esas normas, o quienes simplemente las incumplen, tanto en las zonas rurales como en los grandes centros urbanos (Cfr. In The Land Of Mao, A Rising Tide Of Christianity – En la Tierra de Mao, una creciente marea de Cristianismo – http://www.npr.org/templates/story/story.php?storyId=128546334).

«Los cristianos de China están haciendo retroceder los límites, y las autoridades parecen no saber cómo responder», dice Louisa Lim en reporte para NPR. Lo cierto es que el fenómeno del crecimiento del cristianismo en China ya ocupa las mentes de estudiosos de la realidad política mundial, como la de John Miclethwait, editor jefe de The Economist, para quien la China puede convertirse con relativa prontitud en el país cristiano más grande del mundo, creando una interesante dinámica entre la población religiosa del país y su régimen político, según declaró a Big Think el año pasado.

Gaudium Press / Saúl Castiblanco

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